Alex Aguirre se define como activista, lo respalda su amplia trayectoria de formación en temas sociales y de trabajo con las juventudes a lo largo y ancho de Nicaragua y Centroamérica. Además, se ha equipado con conocimientos de resolución de conflictos, cultura de paz y agendas internacionales.
Por Juan Treminio | @DaniTreminio
La Entrevista
San José, Costa Rica
En esta entrevista a profundidad, Aguirre asegura que, pese a las circunstancias, las posibilidades de un cambio de régimen se darán a través de lo que él llama "pequeñas victorias", acciones cotidianas que implican la reconstrucción del tejido social, unidad y organización desde la clandestinidad. A su vez, remarca el rol de la juventud ante "un proceso que no se da por terminado, porque es la primera vez que las y los nicaragüenses dicen 'no vamos a resolver un conflicto por medio de la violencia'".
¿Qué relación tenés con el término "la nueva Nicaragua"?
"Un fuerte encontronazo y una contradicción con varios términos cómo 'revolución cívica' o 'la nueva Nicaragua'. Lo de abril no fue una revolución, no por la carga negativa que tiene esa palabra, sino porque revolución significa cambio y considero que no se ha cambiado mucho. Lo que hubo en el 2018 fue una insurrección de la población.
A 'la nueva Nicaragua' no la tendremos. Lo que necesitamos es un cambio democrático, al menos a lo inmediato. 'La nueva Nicaragua' se va construyendo día con día y se van alcanzando pequeñas victorias, a la medida en la que se mejoren las relaciones entre nicaragüenses y se recupere la institucionalidad.
Además, no existe un 'nicaraguanómetro' para definir cuándo va a estar nueva y cuando va a seguir siendo 'la vieja Nicaragua'. Esos términos han sido utilizados entre los discursos de las organizaciones prodemocracia, que no llenan, no convencen, más allá de decir si Nicaragua va a ser nueva o no".
¿Cuáles pueden ser esas pequeñas victorias?
"Hay necesidades que subsanar para generar cambios a lo inmediato, a mediano o largo plazo, y esas necesidades son: reconstruir el tejido social dentro y fuera de Nicaragua, por las tantas miles de personas que han tenido que salir por la represión. Esa reconstrucción implica un diálogo sincero para poner sobre la mesa los intereses.
Esa famosa unidad solo se puede lograr alrededor de los intereses y para eso se necesita sinceridad. Tiene que ser un diálogo interno y eso va a generar una fuerza de choque ante el régimen que va a posibilitar con mayores condiciones y probabilidades un cambio democrático. Eso es inminente a cortísimo plazo".
¿A estas alturas es posible un cambio de régimen en Nicaragua?
"Desde hace cuatro años venimos pidiendo un cambio de régimen que implique el regreso a la construcción de la democracia. Porque también es una falacia decir que teníamos una democracia íntegra antes de que llegara el régimen (Ortega-Murillo) al poder. Es una necesidad entre el corto y mediano plazo, al cause que se venía construyendo desde el 2006.
A largo plazo hay necesidades en las que los grupos políticos que ostenten y apuesten al poder lo tengan claro y que también le ofrezcan soluciones y propuestas reales a la población. Es como un triángulo de necesidades y de propuestas insatisfechas que hemos tenido los nicaragüenses, comenzando por la pobreza, la inserción económica de las poblaciones, la tecnificación y la mejoría de la educación.
Tenemos que trabajar diariamente el tema cultural que consiste en reconstruir nuestras relaciones, en cómo resolvemos los conflictos. Estamos llenos de autoritarismos en las familias, en las comunidades, en todas las instituciones locales a las que acudimos o pertenecemos, asociaciones, escuelas, etc. También la manera en la que nos relacionamos con las otras formas de vida, con el medio ambiente, la tierra y los animales. Ya esa es una propuesta más a largo plazo, con una triada de lo directo, lo cultural y lo estructural que tenemos que ir creando para tener esa nueva Nicaragua a la que aspiramos".
¿Qué está haciendo tu generación de cara al futuro?
"En relación a lo que te venía diciendo, este es un proceso que no se da por terminado. No hemos hecho el trabajo completo. Es paso a pasito que se va haciendo. Nuestra generación marcó el hito más importante; abril es tan importante para esta generación porque es la primera vez que las y los nicaragüenses dicen 'no vamos a resolver un conflicto por medio de la violencia, por las heridas del pasado que hemos acarreado y porque existen otros medios y mecanismos'.
Abril es el comienzo de la reconstrucción de una Nicaragua que realmente respete la vida del otro y en donde no se repitan más ciclos de violencia. Estoy seguro que las futuras generaciones lo van a reconocer.
Pero ese hito no ha acabado con las viejas costumbres y prácticas que hay dentro de las instituciones que se forman para poder acceder al poder, y estoy hablando precisamente de los grupos prodemocráticos. Siempre hay autoritarismo, adultismo, machismo, exclusiones, violencia. Ésta es una generación que ha decidido acabar con esas prácticas. Es la primera generación que las nombra y que se opone a ellas públicamente, y el oponerse tiene un coste para las juventudes".
¿Cuál es ese costo que asumen las juventudes de cara a la disrupción de este sistema?
"El primer costo es la exclusión. La he visto y he sufrido. La exclusión en espacios por señalar a los caudillos dentro de las instituciones. También se sufre de violencia, diferenciada, y homolesbotransfobia, que en los espacios no televisados sale sin vergüenza, a todas luces, y se ataca a los liderazgos jóvenes por cuestiones que tienen que ver con sus vidas privadas.
El otro costo político tiene que ver con las metas personales. Muchos jóvenes se involucraron en procesos políticos y han dejado o relegado procesos que son propios de la juventud como ir a un parque, ir a la universidad y vivir lo que implica la vida universitaria de manera normal, o tener vida social.
Se ha trastocado el desarrollo físico y psíquico en el ciclo natural de la vida de un joven. Hay una juventud que ha tenido que vivir cuatro años encerrada o ha tenido que abandonar los estudios, que ha tenido que irse al exilio, para sobrevivir y seguirle entregando el trabajo a esta lucha. Es un sacrificio que nadie ve, que nadie nota y que nadie valora y al final es un rol que nos tocó asumir por contexto histórico".
¿Se está trabajando con la misma energía con la que se inició hace cuatro años? ¿Son cada vez más o cada vez menos?
"Hay tantas decisiones de tantos jóvenes que han estado involucrados, que no es posible retratarlas de manera específica. Yo distingo algunos grupos; el primero fue el que se involucró en el 2018 y en el 2019, y siguen activos. Son jóvenes que han logrado lidiar con lo que implica institucionalizarse, un ciclo natural de las organizaciones o movimientos políticos.
En el 2018 fue un movimiento autoconvocado donde no habían estatutos o normativas de cómo tomar las decisiones, o cómo te vas a organizar; los chavalos simplemente salían a la calle y le hacían frente al poder. Luego hubo un proceso de institucionalización con marcas, logos y sistemas de gobernanza. Luego están los jóvenes que no quieren participar en estas organizaciones porque simplemente no les llama la atención ese sistema de organización social".
Antes de 2018 se decía que ésta era una juventud apática
"Por eso es que antes de 2018 los jóvenes no se involucraban, porque ese sistema de organización burocrática no les llama la atención, por eso es que antes decían que los jóvenes no se involucran en política, pero se demostró que no. Lo que pasa es que los modelos de participación política no eran atractivos a la juventud y está pasando lo mismo ahora; no se involucran porque los modelos de participación han vuelto a ser sedentarios a como eran antes.
De los miles que salieron a la calle, muy pocos están dentro de estos espacios dando la lucha, y han entendido que no se pueden ceder los espacios. Hay que participar.
Hay una cantidad de jóvenes que se fueron al exilio, muchos fueron mediáticos en su momento, y han estado tratando de retomar y reteger sus vidas, de volver a recuperar los estudios que perdieron en Nicaragua. Esos jóvenes se están preparando. Es cálido decir que la nueva Nicaragua de la que tanto se habla se va a construir solo con jóvenes con capacidades, habilidades y actitudes idóneas; lo tienen muy claro y se están comenzando a preparar, según las opciones que han podido encontrar".
¿En qué espacio te ubicaste?
"Yo sigo en las organizaciones institucionalizadas. Sigo dando la lucha. Tengo una programación. Pero creo que a finales de este año voy a separarme. Estoy preparándome para dejarle a los jóvenes los espacios lo más fuerte posible.
Me tengo que separar porque también cansa. Han sido cuatro años en espacios como estos, y cansa, y agota".
¿Ese agotamiento es parte de la desesperanza?
"Yo no pierdo la esperanza. Yo creo que sí es posible ese cambio de régimen. Es un proceso en el que se tienen que construir puentes entre uno y otro grupo y personas. En la medida en la que se pueda trabajar con empatía se va a poder ir haciendo una Nicaragua nueva. Puede ser desesperante porque en los cambios políticos que se dan por medios pacíficos a veces no se ven los avances, pero muchas cosas se dan espontáneamente, y los cambios en Nicaragua se dan en los momentos idóneos.
El 2018 fue un momento político idóneo, pero que nadie esperaba. Muchos de los que estábamos organizados sabíamos que en cualquier momento iba a darse una implosión, era una olla de presión que en cualquier momento volaba la tapa.
Cómo jóvenes nos tenemos que preparar para cuando ese momento político llegue, porque va a llegar. Puede gestarse ahorita mismo, puede suceder esta misma noche. Hay que estar preparados para que sea un cambio real y efectivo".
¿Te atreves a calcular el tiempo puede llevar ese proceso?
"No se puede calcular. Lo que sí se puede calcular es el tiempo que nosotros tenemos para prepararnos, poner nuestras demandas en una sola agenda, dejar las diferencias a un lado y trabajar para estar listos para cuando la coyuntura nos dé la oportunidad de incidir con mayor fuerza. Es lo que debemos calcular y es lo que hasta el momento no hemos logrado".
¿Quiénes son los actores que deben prepararse como interlocutores de esas posibles coyunturas?
"No hay perfiles como tal. Personalmente quisiera que primero salieran todos los presos políticos, incluyendo los liderazgos de todas las organizaciones de oposición, para marcar una pauta de quiénes podrían liderar las opciones y alternativas de cambio.
Deben crearse espacios de participación equitativos y sin exclusiones, para una transición sana y efectiva".
¿Qué nombre merece lo que está pasando actualmente en Nicaragua?
"Estamos en una crisis sociopolítica sostenida. Hay un desmantelamiento total del poco anclaje que tenía la sociedad civil ante un agravamiento final de los pocos espacios que habían. Formalmente no hay sociedad civil en Nicaragua".
¿Qué resta por hacer?
"Esta etapa de la resistencia cívica implica la clandestinidad para poder seguir trabajando dentro del país, resistiendo y organizando para esperar el momento político idóneo. Es necesario trabajar clandestinamente y resistir".
¿Y a la comunidad internacional?
"El derecho internacional no está preparado para contrarrestar regímenes totalitarios como el que dirige Ortega. Él es la novedad en la historia de la región. No hay mecanismos que puedan desarticularlo desde el exterior. Una dictadura que agrede todos los tratados y normas en materia de derechos humanos, institucionalidad y de política exterior.
Es un precedente nunca antes visto. Lo que puede hacer la comunidad internacional es seguir acompañando los procesos que a lo interno se tengan que generar. Hay sanciones que se le pueden aplicar directamente al Estado pero deben ser calculadas y calibradas de forma que afecten al régimen y a su anillo de poder y testaferros, a la empresa privada que se ha lucrado, con mayor rapidez y celeridad sin dejar espacios o escudos para evadirlas.
Además, que los Estados apliquen el derecho de protección internacional para quienes han tenido que desplazarse de manera forzada".
Comments