Benito Martínez: "La unidad es con todos, menos con los que han manchado sus manos de sangre"
- Jairo Videa
- 7 jun
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Actualizado: hace 5 días
Es el primer sacerdote de la iglesia nicaragüense que acepta una conversación pública con esta Redacción sobre el contexto político, social e institucional del país. Vocero de la nueva propuesta de "unidad" en el exilio, encabezada por una oposición que lleva desde 2018 discutiendo y ensombreciéndose con impasses más ideológicos que estructurales. En esta conversación, reflexiona sobre esos retos, de legitimidad y unificación, acerca de la necesidad de "honestidad moral", el papel de los militares y funcionarios, y el lugar de Centroamérica en la estrategia para una transición democrática.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Miami, Florida, Estados Unidos de Norteamérica

El padre Benito Enrique Martínez no rompe el silencio en esta charla, porque nunca ha dejado de hablar. Desde su destierro forzado el jueves 09 de febrero del año 2023 —tras haber sido encarcelado, judicializado por el sistema sandinista y luego expulsado por gritar "¡fuera la pareja asesina!" en referencia a Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo— ha sostenido una postura crítica y activa frente al régimen nicaragüense. Sin embargo, en esta conversación inédita con un medio independiente centroamericano, el sacerdote se adentra en un terreno poco explorado: la reconfiguración política en el exilio y la gestación de una coalición amplia, con al menos 40 organizaciones que ya buscan articularse en un solo bloque contra la dictadura Ortega-Murillo y en pro de una transición estatal y social. O al menos eso es lo que dicen.
A diferencia de otras ocasiones en las que su testimonio se ha centrado en la represión religiosa y el encarcelamiento político, aquí el padre Benito ofrece una mirada más estratégica sobre el futuro de la resistencia, sobre todo desde el desplazamiento forzado, cuando al menos un millón de connacionales se encuentran ya fuera de Nicaragua. Habla de la urgencia de consolidar estructuras unitarias y representativas, de cara a una eventual reconstrucción democrática, aunque también reconoce los desafíos éticos y organizativos que enfrenta una diáspora golpeada, dispersa y sin garantías de retorno.
La entrevista no está exenta de controversia: Benito niega que en El Salvador se viva una dictadura bajo el segundo mandato inconstitucional de Nayib Bukele, a pesar de la reciente ola de detenciones políticas y la creciente criminalización de la disidencia social. En contraste, afirma tajantemente que en Honduras sí existe una tiranía encabezada por la mandataria Xiomara Castro, pese a que ese país ha sido uno de los principales receptores de sacerdotes nicaragüenses desterrados, tanto por parte de la iglesia católica como del sistema de refugio oficial gestionado por el Estado. Esta dualidad en sus valoraciones revela las tensiones ideológicas de siempre dentro de los procesos de "unidad" opositora al sistema que encabeza el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y pone en evidencia los distintos marcos y filtros con los que se analiza el autoritarismo en Centroamérica.
A casi año y medio de haber sido enviado en un avión a Washington junto a otros 221 presos y presas políticas, despojados de su nacionalidad nicaragüense por gestión de la Asamblea Legislativa que controla en su totalidad el FSLN, el padre Benito sigue hablando con claridad, sin rodeos, y con un "compromiso que va más allá del púlpito": uno que apunta hacia la refundación de Nicaragua desde fuera, con todas sus contradicciones, fracturas y esperanzas.
Pregunta. Padre Benito, usted convocó este reciente encuentro bajo el lema "que todos sean uno". ¿Qué tipo de unidad se necesita hoy entonces: ideológica, estratégica o moral? ¿Unidad entre políticos, exiliados, o cerebros diversos para pensar respecto a temas específicos de la lucha cívica y una transición que pase por las urnas?
Respuesta. Se necesita unidad en todos los sentidos, menos con gente deshonesta, con gente que tenga las manos manchadas de sangre, con gente que se haya aprovechado y usufructuado del dolor de los nicaragüenses. Es la única gente con la cual no queremos contar. Ni dentro ni fuera de Nicaragua. Aparte de eso, cualquier otra unidad siempre será bien vista, siempre será bienvenida por todos nosotros.
P. Usted ha sido claro en su llamado a los funcionarios del régimen. ¿Cree que aún hay tiempo para que jueces, docentes universitarios, militares y otros funcionarios públicos se rediman ante la historia?
R. Creo que hay tiempo y creo que hay gente honesta. Tal vez no abundan, no se encuentran en cada esquina, entre militares y policías, eso lo creo. Lo que significa, sin embargo, que hay quienes están ahí no por convicción, no porque les agrade servir a la dictadura; están ahí por necesidad y porque no les dan permiso de salir, de irse de Nicaragua. Están a la fuerza, muchos militares, sobre todo de alto rango, y muchos policías también.
A esa gente que no tiene las manos manchadas de sangre, que no ha robado, no ha usufructuado del dolor ajeno, a esa gente me referí, cuando les decía (el viernes 30 de mayo de 2025 en Miami, Florida, Estados Unidos de Norteamérica) que están a tiempo, que antes que el barco termine de hundirse pueden dejarlo, y que pueden perfectamente, y ojalá así fuera, unirse, a los principios, a los valores de la democracia, de paz, de progreso que tanto Nicaragua necesita.
Creo que sí hay gente honesta. Repito, no abundan ni en la Policía ni en el Ejército, pero que haya gente convencida, gente de escuela, gente profesional, creo que sí hay gente. Creo que sí hay gente de esa.
P. ¿Está dispuesta esta nueva coalición entonces a incluir en su visión de país a quienes fueron parte del sandinismo, pero hoy rechazan a Ortega y Murillo? Ese es en realidad el gran impasse de procesos anteriores similares.
R. Al inicio de la revolución (social de 1970), la pregunta era, ¿quién no es sandinista? La misma iglesia. Usted va y revisa las primeras cartas pastorales de los obispos de Nicaragua y son cartas pastorales que incitaban a la gente a trabajar en conjunto, y veían a la revolución como una gran esperanza.
Luego la revolución traicionó a Nicaragua y la iglesia echó pie atrás, y lo hizo bastante rápido, pero inicialmente todo mundo participó de la alegría, que Nicaragua había vencido a la anterior dictadura de los Somoza. En un inicio la inmensa mayoría de nicaragüenses veía con ojos de satisfacción el cambio social que se había operado en Nicaragua. Hay gente que continuó y continúa, y se ha aprovechado de esa traición que se le hizo a la Patria. Otras voces salieron a tiempo.
Si esa persona no causó daño, si la persona lo hizo con sinceridad de corazón, como lo hicieron muchos, muchas, mucha gente nicaragüense. Si esa gente no tiene nada que ocultar, si no tiene las manos manchadas con la sangre del prójimo, ni ha robado a nadie. Si esa gente puede caminar con la frente en alto, ¿por qué no aceptarla? Creo que sí. Además, si Dios nos perdona a nosotros, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar? Sería un fariseísmo.
Un señor me llamó de España, fariseo total; diciendo que él no podía respirar el aire que respiraban los que fueron sandinistas.
Si Dios tiene piedad de nosotros, ¿cómo no vamos a tener nosotros piedad de quien está arrepentido y quien ahora busca camino de democracia, de libertad y de paz? Claro que sí, tienen lugar.
P. En términos operativos, ¿cuáles son los primeros cinco pasos estratégicos que contempla esta nueva articulación para propiciar una salida real del régimen Ortega-Murillo? Y, ¿dónde y cómo se ubica a Centroamérica en ese plan?
R. Bueno, si son pasos estratégicos, la estrategia es la que no se dice, ¿verdad? —Se ríe—. Pero en cuanto a Centroamérica; son países vecinos, son países hermanos que a través de la historia se han ayudado unos a los otros.
Desgraciadamente Honduras no está colaborando mucho. Porque hay un régimen corrupto, hay que reconocerlo. Sin embargo, Costa Rica, Panamá, Guatemala, El Salvador, es gente que sabemos que ama la democracia y que estaría dispuesta a ayudar seguramente a que otro país hermano encuentre los rumbos y se encamine hacia la paz, hacia el progreso, hacia el crecimiento.
Los resultados del encuentro que tuvimos los días 30 y 31 de mayo arrojan algunas incidencias concretas sobre el cómo actuar, lo que se va a hacer para presionar, para que esa dictadura de Nicaragua se abra, para poder entrar a un ambiente de entendimiento, de nuevos aires para nuestra Patria.
Eso lo contempla los resultados del encuentro que tuvimos y el Grupo de Seguimiento (de la recién estrenada Gran Confederación Opositora Nicaragüense), que así se llama, los que van a dar ayuda a esto, para ir haciendo posible este esfuerzo, que ya hemos iniciado y que va por buen camino.
P. Respecto a Centroamérica. ¿Cree usted en realidad que El Salvador de Nayib Bukele, pese a las recientes detenciones de activistas y defensores de derechos humanos, y el debilitamiento extremo del Estado de derecho y el sistema de justicia en su segundo mandato consecutivo, puede ejercer presión sobre el régimen de Ortega y Murillo, mientras que Honduras —donde la iglesia católica ha acogido a sacerdotes reconocidos por el Estado como refugiados— no representa una opción viable para ello?
R. Hay que hacer esa salvedad. Una cosa es el gobierno hondureño, otra cosa es la iglesia hondureña. La iglesia ha sido fraterna, amigable. Con monseñor Antonio Canales (obispo de Danlí, municipio en el departamento de El Paraíso, fronterizo con Nicaragua), que es una excelentísima persona, nos identificamos perfectamente. Pero otra cosa es el gobierno de Honduras.
En cuanto a El Salvador, tiene un sistema democrático, y que puntualmente se haya apresado a esta persona (Ruth López, abogada y defensora de derechos humanos, trabajadora de la organización no gubernamental Cristosal, detenida gracias a una acusación declarada en reserva), lo cual lo sentimos mucho, no significa que por una causa se generalice que el gobierno no es democrático. Si lo es y ha convertido a El Salvador en un país seguro. Que haya habido un error, si es que es un error, pues yo creo que eso se da en toda sociedad.
Que hay que corregirlo. Claro que hay que corregirlo, pero eso no identifica al gobierno del señor Bukele como un gobierno dictatorial. En nada, absolutamente, ningún punto de comparación con el de Nicaragua, absolutamente. Yo a Bukele lo que le critico y le condeno es que nunca abre la boca, nunca dice una palabra en contra de la dictadura en Nicaragua. No sé la razón, pero eso no lo hace, pues, un gobierno dictatorial.
Nota del Editor: En El Salvador de Nayib Bukele existen personas consideradas presas y presos de conciencia, como lo fue en su momento el religioso Benito Martínez en Nicaragua, víctima de un sistema judicial moldeado a imagen y semejanza del Poder Ejecutivo. Según organizaciones como Socorro Jurídico Humanitario, Cristosal, Amnistía Internacional y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante el llamado “régimen de excepción” —que ya dista de ser excepcional—, se ha detenido a cientos de personas sin debido proceso, sin imputaciones claras ni pruebas sustanciales. Además, el 10 de febrero de 2020, Bukele usó el nombre de Dios en vano desde la Asamblea Legislativa, luego de militarizar el hemiciclo para "dejar clara su apuesta estatal". Desde entonces, ha consolidado el control absoluto sobre las Fuerzas Armadas, el parlamento, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y buena parte del sector empresarial, todo con el respaldo narrativo de más del 80 % de la población, según distintas encuestas, con estrategias comunicacionales y políticas públicas confrontativas.
P. Quizás no tiene la "capacidad moral" necesaria para ello. Cambiando de tema; la llamada "Asamblea Transitoria" de la que ya se está hablando en el exilio podría ser un órgano simbólico, de presión internacional, o, ¿pretende asumir funciones concretas de representación del pueblo nicaragüense desde afuera? De ser el último caso, ¿cómo legitimarían sus posturas y decisiones? ¿Abrirán canales de comunicación públicos o se quedarán solo con las posturas internas que discutan?
R. Ese nivel es el nivel último. Ahorita no estamos para pensar en eso. El punto ahora es la unidad, la consolidación de esa unidad para lograr entrar, regresar a Nicaragua, y hacer una Nicaragua democrática. Lógicamente, al final de todo este proceso, lo lógico es que haya una elección, y que los nicaragüenses elijan a aquellas personas que ellos libremente, conscientemente, estimen conveniente para dirigir el destino de la Patria. Pero que ahorita estemos diciendo nosotros "ya vemos al fulano que va para embajador" y "el otro va de ministro", y "el otro va allá". Eso es absurdo mencionarlo en este momento.
No es momento de estar repartiendo nada. Es momento de trabajar todos juntos, si es que queremos ver y llegar a ese nivel, que, repito, está en el último lugar. Lo importante es salvar a Nicaragua y después quien vaya a gobernarla. Eso es otra cosa, es otro capítulo. Lo que sí es que tenemos que estar preparados para elegir a gente que valga la pena. No sea que la medicina sea peor que la llaga, como sucedió cuando se derrocó a Somoza, y los que entraron fueron peor que los Somoza. Pero, repito, no es el momento para hablar de un nuevo gobierno, cuando seguimos con la pesadilla actual. Hay que trabajar para buscar ese cambio.
P. Entonces, ¿de qué es el momento? ¿Para qué hablamos?
¿Para qué nos reunimos ahora las y los nicaragüenses, aparte de la unidad en el exilio, en la clandestinidad? ¿Qué otros temas deberían estar dentro de la agenda social, política y mediática?
R. El tema de la unidad, el tema de buscar presión nacional e internacional que ayude a abrirse a Nicaragua a la democracia. Está el tema de la aplicación de sanciones, está el tema de lograr que la gente en Nicaragua tenga más conciencia sobre el papel que tienen que desempeñar, y aportando para este cambio. Está el tema de la responsabilidad de los que estamos afuera para unificarnos y hacer una sola estrategia en común.
Todo eso es trabajo, esfuerzos que tenemos que realizar antes de hablar de presidentes y de ministros, y de embajadores, que, repito, eso es totalmente al final de la tarea. Hacia eso se va, a eso desemboca todo este esfuerzo, pero no es momento para estar vendiendo la carne si no se ha matado a la vaca.
P. Cabe señalar que no ha surgido de mi parte ningún cuestionamiento sobre "puestos". Pero, reitero. ¿Van a abrir canales de comunicación públicos que permitan a la sociedad —dentro y fuera de Nicaragua— participar, dialogar con ustedes sobre temas clave del país, escogiendo liderazgos preparados para el escrutinio público, o su dinámica seguirá limitada a discusiones internas entre las entidades que conforman esta coalición en el exilio?
R. Los canales de comunicación ya están abiertos. A raíz de este encuentro se creó la Secretaría General y el Grupo de Seguimiento. Son dos instancias que van a dar continuidad a lo que se trabajó durante estos dos días de encuentro, aquí en Miami. Ya los canales están abiertos entonces, basta entrar a internet y uno encuentra GECOM.
Nota del Editor: Al cierre de este texto, el sitio web oficial de dicha organización aparentemente sigue en construcción. En las respectivas cuentas de X y Facebook comparten publicaciones de medios de comunicación y comunicados oficiales. No hay por ningún lado un llamado explícito a la participación pública, o un grupo de documentos que ilustren los mecanismos y fundamentos internos de la Gran Confederación Opositora Nicaragüense.
P. ¿Cómo garantizaría este grupo en particular que la unidad y la transición no se conviertan en una venganza política, sino en una reconstrucción ética e inclusiva del país?
R. Lo que menos favorecería a Nicaragua es la revancha. Sería lo peor continuar el patrón de conducta que hizo el Frente Sandinista cuando entró, masacrando, asesinando a gente, incluso a gente que nada tenía que ver con el sistema anterior.
Se de un caso concreto, de una familia a la que se asesinó, cuando nada tenían que ver con lo que los acusaron. Era famoso llegar a una casa, por ejemplo, y ahí mismo ametrallar a algunas personas, en una venganza totalmente criminal, absurda. Esto que estamos llevando ahora en manos, trabajando, tiene sentimientos cristianos. Sentimiento cristiano significa sentimientos humanos. Ponerte en el lugar del otro, ser lo más comprensivo que puedas.
No estoy diciendo yo de pacto, no estoy hablando de eso, no estoy hablando de borrón y cuenta nueva. Estoy hablando sobre, que aquel que robó y que al amparo de ese sistema corrupto se benefició, o que tiene las manos manchadas de sangre, tiene que ir a un tribunal, que se averigüe si es culpable o no, pero no a priori ir a fusilarle a una casa, a una familia que no tuvo ningún proceso legal.
Eso es totalmente ilegítimo. Por lo tanto, el que es culpable tiene que pagar. El que no es culpable no tiene porque temer. Y por eso el llamado a militares y policías. Es decir, si tienen las manos limpias, desháganse de eso y honren la memoria de sus padres, quienes con trabajo y sacrificio, con pobreza, los formaron, para que fueran buenos ciudadanos, no cómplices de dictaduras.
P. En estos siete años de crisis múltiple en Nicaragua, en muchísimas ocasiones se ha dicho "no es momento de hablar sobre eso". ¿Qué garantías ofrece este bloque para grupos excluidos históricamente, como la juventud, las comunidades afrodescendientes, las personas LGBTIQ, defensores públicos o quienes no se identifican con ninguna religión o ideología, pero quieren formar parte de este proceso de unidad, porque también como ustedes consideran que ya es el momento de articular y actuar?
R. Lo mejor es la pluralidad. Lo mejor es la inclusión. Lo mejor es que nos dejemos ya de estar con tonterías y disparates, de que este es de esta religión, este de otra religión; este es blanco, este es negro. ¿Por qué debería importarnos eso? Nos importa que sea nicaragüense, que sea honesto y que quiera trabajar por el bien común. Que si este otro pertenece a esta agrupación o tiene una inclinación determinada, ese es un problema suyo, de su conciencia. Al ingresar alguien no le preguntamos sobre qué opinión tiene sobre esto, o sobre su inclinación de género, o lo que sea. Eso es un una cuestión privada de de esa persona. A mí lo qué me importa es lo que la persona piense a lo interno.
Se está llamando a nicaragüenses para que trabajemos unidos en cuanto a la liberación de nuestra Patria. La problemática personal, interna, moral, si no tiene nada que ver con el perjuicio de Nicaragua, no tenemos porque nosotros entrar a investigar la vida ajena. En la iglesia decimos "internis neque ecclesia" (que en latín significa "de lo interno, ni la iglesia"). Es decir, de la conciencia, la dimensión privada, el foro interno, solamente tiene Dios derecho a entrar a juzgar a esa persona. Lo demás, los actos buenos que haga, las buenas intenciones, bendito sea Dios, y si tenemos que unirnos, y tiene que unirse a nosotros, y nosotros a ellos, las puertas están abiertas a todos.
P. ¿Habrá un mecanismo de rotación o consenso para el liderazgo de este movimiento?
R. Por ahora el único portavoz es este servidor, pero en esta semana se reunirá el equipo de seguimiento y harán sus elecciones. Lo que más nos interesa a nosotros es que prevalezca la democracia, la pluralidad, el consenso, y mientras exista eso, el respeto entre todos, que sea alternativo, que sea rotativo, me parece lo mejor.
No se trata de tener a una persona que sea la que esté siempre en línea, siempre en la línea horizontal. Todos somos miembros y valemos exactamente igual. Que porque este es el fundador, porque este es el que dirige. Eso es lo de menos. Cada persona merece todo nuestro respeto y nuestra aceptación.
P. Si el señor Daniel Ortega falleciera mañana, ¿qué viene? ¿Cuál sería la primera acción u objetivo de esta nueva alianza entre organizaciones opositoras?
R. Eso toda Nicaragua lo desea. Sería una oportunidad para ejercer mayor presión y hacer entender a quienes aún ocupan altos cargos dentro del gobierno que ha llegado el momento de abrirse al cambio, de permitir que, entre todos, transformemos Nicaragua. No podemos entrar en detalles sobre cómo se organizaría una elección o cuáles serían los pasos concretos en ese momento, pero sí creemos que sería una coyuntura histórica que el pueblo nicaragüense ha deseado por mucho tiempo.
Mire, yo tengo 40 años de ser sacerdote, y la mayoría de esos años los viví en Nicaragua. Cuando uno escucha a la gente en confesión, lo más común, y lo digo con tristeza, es que expresan un resentimiento profundo. Muchos te dicen: "siento un odio en el alma contra esa gente, no los puedo ver, no soporto oírlos en la televisión". Ese dolor está en el corazón de muchos nicaragüenses.
Entonces, que desaparezca ese régimen, que se acabe esa etapa, es el anhelo más grande de nuestro pueblo. Claro, solo Dios tiene el derecho de quitar la vida, porque él es quien la da. Pero si usted le pregunta a la gente en Nicaragua, estoy seguro de que al menos el 95 % estaría feliz si hubiera un cambio real. El otro cinco por ciento, quizá, tiene intereses económicos o personales que defender, pero la inmensa mayoría desea con urgencia un nuevo comienzo.
P. Para finalizar. Lo vimos gritando "fuera dictadura", como un acto político y ciudadano, tal vez hasta religioso. Es más, es ya el vocero de una plataforma política que busca el poder para encabezar un proceso de "transición". ¿Tiene permitido eso desde la iglesia católica?
R. Yo no soy político, soy sacerdote. Pero además de ser sacerdote, soy nicaragüense, soy ciudadano, y como tal, tengo pleno derecho, y más aún, la obligación, de opinar y trabajar por el bien de mi Patria. No hay contradicción entre ser consagrado y comprometerse con el bienestar del país; al contrario, buscar el bien común es parte esencial de nuestra vocación. Lejos de ser algo condenable, que un sacerdote se preocupe y actúe por su país es algo digno de reconocimiento. Solo basta revisar la historia: ¿quiénes iniciaron la lucha por la independencia de México? Tres sacerdotes: el padre Hidalgo, el padre Morelos y otro más. Y así, en distintas partes de América Latina, muchos sacerdotes han contribuido a la libertad de sus pueblos.
Cristo mismo, a través del apóstol Pablo, nos recuerda: "para ser libres, Cristo nos liberó". Así que la participación activa de un sacerdote en la vida social no solo es legítima, sino necesaria. No vivimos en el cielo, no somos ángeles: somos hombres en esta tierra, llamados a ser sal y luz del mundo. A iluminar, a guiar hacia el bien, la paz y el progreso, y a denunciar todo lo que signifique atrocidad, dolor, muerte y llanto. En una palabra: sandinismo.
Por eso, que un sacerdote acompañe y oriente al pueblo nicaragüense para transformar nuestra Patria, por la vía pacífica, legal y cívica, no es solo un derecho, es una responsabilidad moral y espiritual que asumimos con convicción.
Mirá, también hay que cuestionar ese cuento que algunos han querido imponer, de que los sacerdotes no pueden llamar a la unidad.
Esa narrativa comenzó aquí mismo, en Miami, impulsada por sectores de la falsa oposición. Porque hay que decirlo con claridad: aquí existen dos bloques, la falsa oposición y la verdadera oposición. La falsa oposición ha vivido durante décadas del dolor y la sangre del pueblo nicaragüense. Han recibido ayuda económica por más de 50 años y, sin embargo, no han hecho nada significativo por cambiar la realidad del país. Ahora que surge una oposición legítima, seria y con voluntad de transformación, se sienten amenazados en sus intereses.
Entonces, para desprestigiar, comienzan a repetir: "¿qué hace un sacerdote metido en política?" Pues yo lo digo con claridad: un sacerdote está involucrado porque está intentando hacer algo distinto a lo que hicieron tus padres o tus líderes, que nos dejaron esta herencia de dictaduras y tragedia. Lo que hoy vivimos es la consecuencia directa de esas dictaduras anteriores. Nosotros intentamos, al menos, remediar un poco esa historia.
Y repito con convicción: no solo es un derecho del sacerdote y del cristiano comprometerse por un mundo mejor; es una obligación. Tenemos el deber de iluminar con el evangelio la realidad social de cada país. Nuestra fe no puede ser indiferente al sufrimiento del pueblo.
Periodista. Quizás hasta un poco tarde algunos líderes católicos y de otras denominaciones religiosas están notando ese deber civil.
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