Cardenal Leopoldo Brenes: una voz de la iglesia católica perseguida en el cónclave que elegirá al nuevo papa
- Juan Daniel Treminio
- 1 may
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En la asamblea religiosa que inicia el miércoles 07 de mayo de 2025 en la Capilla Sixtina, el nicaragüense lleva consigo el testimonio de una iglesia que, en palabras suyas, es "una, santa, católica, apostólica... y perseguida". Su presencia simboliza la esperanza de una comunidad universal que escucha y acompaña a los que sufren, reafirmando su papel como defensora de los derechos humanos y la dignidad en tiempos de adversidad.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Roma, Italia
El cardenal nicaragüense Leopoldo José Brenes Solórzano, 75 años, participa por primera vez en un cónclave. Su presencia en la Capilla Sixtina, donde se elegirá al nuevo Pontífice de la iglesia católica, representa mucho más que una formalidad eclesiástica: es el testimonio vivo de una iglesia perseguida, forzada al silencio y al exilio, aunque él no lo quiera. Brenes es uno de los dos únicos cardenales centroamericanos convocados a esta elección —junto con Álvaro Leonel Cardenal Ramazzini Imeri, cardenal de Guatemala— y uno de los 108 purpurados creados por el fallecido papa Francisco durante su pontificado.
Desde que recibió la birreta roja el sábado 22 de febrero de 2014, Brenes ha vivido uno de los mandatos más complejos y hostiles que haya enfrentado un cardenal en América Latina en tiempos recientes. Como arzobispo de Managua, le ha tocado pastorear a una iglesia acosada por el régimen autoritario del sandinista Daniel Ortega y su esposa y copresidenta Rosario Murillo. En estos once años, su papel ha estado marcado por la prudencia diplomática, pero también por el firme compromiso pastoral con los fieles, especialmente durante la insurrección cívica de 2018 y la posterior represión estatal.
La noche de este miércoles 31 de abril de 2025, en una velada militar y parapolicial organizada para conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores y rendir homenaje a Tomás Borge Martínez, cofundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en la antesala del primero de mayo, Ortega, que esta en el Ejecutivo desde 2007, atacó directamente a la iglesia católica, por enésima vez: "los curas estuvieron alentándolos", acusó, en referencia a los sacerdotes que mediaron en el Diálogo Nacional de 2018 y que hoy en su mayoría están exiliados o encarcelados.
El arzobispo capitalino, quien este mes de mayo cumple los 20 años en el arzobispado de Managua, dijo en noviembre de 2022 que el diálogo con Daniel Ortega "nunca debe parar", a pesar de ser vigilado día y noche. Asimismo, la máxima autoridad del catolicismo nicaragüense dejó claro el domingo 21 de enero de 2024 que él mismo no se considera una "fuente" de confianza para la opinión pública. "Yo no soy fuente fidedigna. Pero a veces ponen eso, fuente fidedigna", refutó el jerarca.
Aunque su nombre no figura entre los favoritos en las quinielas de los llamados papables, Brenes, como cualquier otro de los 133 cardenales electores, tiene posibilidad real de ser escogido, porque al final, debe ser resultado del llamado mismo de Dios en la Tierra. La elección del papa es uno de los procesos más impredecibles del mundo moderno: más allá del perfil, las corrientes internas y los contextos regionales y globales pueden inclinar la balanza hacia una figura particular, igual de liberal que Francisco, o más reservado y diplomático. La suya podría ser vista como "una opción pastoral, símbolo de una iglesia que resiste en medio del dolor y la persecución del mundo actual", señalaron varias fuentes a este medio.
El cardenal nicaragüense llegó a Roma para participar en las exequias de Jorge Mario Bergoglio y en el cónclave que sigue a su muerte. Aunque asistió por su propio derecho como miembro del Colegio Cardenalicio, el régimen nicaragüense intentó apropiarse simbólicamente de su presencia en el Vaticano. Rosario Murillo, también vocera del Estado nicaragüense, declaró el viernes 25 de abril que "nuestra delegación presidida por el compañero Maurizio (Gelli, embajador sandinista en España) ha estado acompañando en distintas ceremonias al cardenal, su eminencia reverendísima, y al vicario de Managua, padre Julio César Arana, quienes se encuentran allá en Roma". Este intento de representación contrasta con la sistemática política de agresión que el régimen ha mantenido contra la iglesia.
Es más, hasta la fecha el país centroamericano no tiene representación oficial de la Santa Sede.
Desde 2018, el Estado nicaragüense ha perseguido, reprimido y desarticulado la estructura eclesial de todo el territorio. Tres obispos han sido desterrados —entre ellos el obispo Rolando Álvarez, condenado a más de 20 años y encarcelado antes de ser expulsado del país—; decenas de sacerdotes han sido forzados al exilio o encarcelados; todas las órdenes religiosas femeninas han sido expulsadas; templos en varias zonas del país han sido profanados; la histórica capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María de Managua fue incendiada, y múltiples bienes eclesiásticos han sido expropiados desde 2022, tras la cuarta reelección consecutiva de Ortega.
La ruptura unilateral de las relaciones diplomáticas entre Nicaragua y el Vaticano en marzo de 2023 terminó por sellar uno de los capítulos más oscuros para la iglesia nicaragüense desde la Revolución Ciudadana de 1979.
En este escenario, la figura de Brenes cobra una relevancia singular dentro del cónclave. No solo representa a su país, sino a todos los que resisten en fe desde la marginalidad, el destierro y la hostilidad, lo quiera o no. Su presencia es una interpelación silenciosa —quizás cómplice— pero potente al resto de la iglesia universal: ¿qué espacio tendrán las comunidades perseguidas por los sistemas autoritarios y crimínales en la agenda del nuevo jerarca católico? En enero de 2024 arribó a Roma un avión con 34 sacerdotes nicaragüenes, quienes permanecieron secuestrados por el régimen sandinista durante varios meses. Además, tres obispos han sido arrancados de sus diócesis y de su país.
Durante su pontificado, Francisco no ignoró la situación nicaragüense. En mayo de 2018 autorizó a la iglesia a ser mediadora y testigo del Diálogo Nacional entre el régimen y los sectores cívicos. Fue una muestra de la confianza papal en el rol de los obispos nicaragüenses, pero también de la voluntad de buscar soluciones pacíficas. El fracaso de ese diálogo marcó un punto de quiebre: lejos de abrirse, el régimen aumentó la represión contra la iglesia y sus líderes en todos los municipios y comunidades.
Sea quien sea el sucesor de Francisco, encontrará en su escritorio el expediente de Nicaragua como una herida abierta.
El cardenal Brenes, con su experiencia de once años de liderazgo bajo presión y persecución, tiene el poder de dar vida en Roma a su propia memoria, y al clamor del pueblo cristiano que pastorea.
Su voz, como votante o sorpresa tras el "habemus papam", será escuchada en la más alta instancia de la iglesia católica, donde se decidirá su futuro inmediato y, con ello, la esperanza de millones de fieles que aún resisten en silencio. Brenes debe votar por un papa que siga el camino de Francisco, para proteger a los que necesitan cobijo, como él y su indefenso rebaño.
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