El último informe del argentino Centro de Análisis de Derechos Humanos (CALIDH) detalla que existe un plan articulado y sistemático del Estado de Nicaragua, en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la administración de Daniel Ortega y Rosario Murillo, para provocar la expulsión de nicaragüenses al exilio, y para causar problemas de salud física y mental.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
La crisis sociopolítica que ha sacudido a Nicaragua desde abril de 2018 ha dejado profundas cicatrices en la sociedad nicaragüense. Más allá de las consecuencias políticas y económicas que han sido ampliamente documentadas, hay un aspecto que merece una atención especial y que, hasta ahora, ha sido menos visible, incluso en el espectro de los derechos humanos y la ciudadanía: el impacto en la salud física y mental de aquellos nicaragüenses que han sufrido la represión y se han visto forzados al exilio. Ya más de 600,000 nicaragüenses se encuentran fuera de su patria.
La organización Centro de Análisis de Derechos Humanos (CALIDH) ha expresado su preocupación constante por la situación de los grupos afectados por la violencia extrema perpetrada por el Estado de Nicaragua. Entre estos grupos se encuentran los presos políticos, cuyas condiciones y secuelas fueron analizadas en el informe "Situación de las personas privadas de libertad por motivos políticos" publicado en diciembre de 2022. Sin embargo, la preocupación se ha extendido recientemente hacia los nicaragüenses en el exilio, cuya salud parece estar igualmente en peligro.
El último informe de dicha entidad, titulado "Cuerpos desgastados por la represión: salud y exilio de nicaragüenses", es el resultado de una investigación exhaustiva llevada a cabo por CALIDH con el objetivo de comprender si la represión y el exilio han tenido un impacto significativo en la salud de aquellos que decidieron huir de Nicaragua. Los resultados revelan una situación desoladora que merece una atención inmediata y un análisis más profundo.
Un vistazo a las y los afectados
El grupo mayoritario de personas afectadas por esta crisis se compone principalmente de jóvenes adultos y adultos maduros. Los testimonios recabados en el informe reflejan con crudeza que casi la totalidad de la población exiliada está enferma. Los efectos postraumáticos de la represión y la inestabilidad emocional son citados por los encuestados como las principales causas de sus enfermedades.
El deterioro de la salud de los exiliados se atribuye en gran medida a la violencia extrema que el Estado de Nicaragua perpetró contra la población civil desde abril de 2018. Problemas relacionados con la ansiedad, la depresión, la hipertensión y las cardiopatías han proliferado en un patrón alarmante. Esto sugiere que el plan del régimen nicaragüense no solo buscaba y busca imponer el terror mediante arrestos y asesinatos, sino también afectar de manera generalizada la salud psicofísica de las y los nicaragüenses, dentro y fuera del territorio, en medio de la búsqueda de resignificación ante una crisis múltiple sin aparente final cercano.
El papel del exilio
El exilio se ha convertido en una vía de escape para muchas personas que buscan seguridad y libertad fuera de las fronteras de Nicaragua. Sin embargo, el informe de CALIDH destaca que el exilio no ha sido un refugio seguro para la salud de las y los nicaragüenses, asentados principalmente en Costa Rica, Estados Unidos de América (EE.UU.), España, Guatemala y Canadá.
Antes del inicio de la crisis, casi el 90 % de las y los encuestados consideraba que su salud era buena o regular. Sin embargo, debido a la represión sistemática y criminal, este porcentaje disminuyó drásticamente, con aproximadamente el 90 % afirmando que su salud empeoró. Esta tendencia negativa persiste en el exilio, con más del 70 % de las y los encuestados reportando problemas de salud continuos.
La metodología utilizada para recopilar datos se basó en encuestas diseñadas por el equipo de CALIDH y se distribuyó a través de Google Forms durante las primeras dos semanas del mes de agosto. Con el fin de garantizar la imparcialidad de los datos, no se solicitó ninguna información que pudiera revelar la identidad de las y los encuestados, señala la organización. Los correos electrónicos no se recopilaron, lo que aseguró que las respuestas fueran totalmente anónimas.
La encuesta se diseñó para analizar la situación de salud de los exiliados en tres momentos clave: antes de la represión, durante la represión y una vez producido el exilio. Esta secuencia temporal permitió obtener información valiosa que confirmó la hipótesis principal de la investigación.
Los resultados de la encuesta arrojan una serie de hallazgos clave que son preocupantes y deben abordarse de manera urgente:
La represión estatal iniciada en abril de 2018 tuvo un impacto directo en la salud de las y los nicaragüenses que posteriormente se vieron forzados al exilio.
Existe un plan articulado y sistemático del Estado de Nicaragua, en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la administración de Daniel Ortega y Rosario Murillo, para provocar la expulsión de nicaragüenses al exilio.
La violencia extrema perpetrada por el Estado de Nicaragua y sus fuerzas armadas y paramilitares forma parte de un plan destinado a deteriorar deliberadamente la salud de las y los nicaragüenses como parte de la imposición del terror y la violencia extrema.
El estrés postraumático y la ambivalencia emocional son las principales causas atribuidas por las y los exiliados para la aparición de nuevas enfermedades y el empeoramiento de las preexistentes.
El estrés postraumático y la ambivalencia emocional ponen en riesgo la salud de los exiliados ante posibles depresiones del sistema inmunológico.
La edad media de las personas que respondieron a la encuesta es de 46 años, lo que sugiere que enfermedades y padecimientos crónicos que generalmente se presentan en edades más avanzadas están ocurriendo prematuramente entre los exiliados.
El exilio afecta a personas de todas las edades, incluidos los adultos mayores, que enfrentan problemas adicionales de acceso a la atención médica y aumentan su nivel de dependencia.
Hombres y mujeres huyeron en proporciones similares, aunque se necesita una investigación más profunda sobre la violencia específica experimentada por las mujeres, que a menudo queda invisibilizada.
EE.UU. y Costa Rica son los países que recibieron la mayoría de los exiliados, pero existen diferencias significativas en los sistemas de atención médica entre estos países.
Más de la mitad de las y los exiliados huyeron como víctimas directas de agresiones estatales en el contexto de la represión.
El 81.2 % de los exiliados afirmó que su salud empeoró en el exilio, lo que confirma el impacto devastador de la represión en sus condiciones de salud física y mental, más allá de las fronteras y el territorio local.
El deterioro de la salud se atribuye principalmente al estrés postraumático y a la ambivalencia emocional, pero también se ha relacionado con la posible explotación laboral en países de acogida, como EE.UU., Costa Rica y España.
Tres cuartas partes de las y los exiliados padecen enfermedades, ya sea porque sus condiciones previas empeoraron o debido a la aparición de nuevas afecciones.
Las enfermedades más comunes que afectan a las y los exiliados son la ansiedad, la depresión, la hipertensión y los problemas gastrointestinales.
La sensación general de bienestar en la salud ha disminuido significativamente desde el inicio de la represión, con la mayoría de los encuestados informando una sensación de estar enfermos.
A pesar de que el 71 % de las y los exiliados afirmó tener acceso a servicios de salud en su país de residencia, este acceso no parece mejorar sus condiciones de salud, lo que plantea dudas sobre la calidad de atención que reciben, y el impacto mismo de la represión en los cuerpos.
Un número significativo de exiliados enfrenta problemas al acceder a la atención médica debido a la falta de recursos financieros, discriminación en hospitales públicos y desconfianza en el sistema de salud.
Los expresos políticos que fueron liberados después de su detención reportaron enfermedades relacionadas con las condiciones inhumanas de detención y actos de tortura constantes, incluyendo problemas de piel, hipertensión y problemas neurológicos.
La aplicación de torturas, tratos crueles e inhumanos durante el encierro dejó secuelas físicas y emocionales graves en los expresos políticos, que incluyeron depresión, ansiedad, dolores articulares y violencia sexual.
Es importante destacar que este informe, aunque revelador, no es un estudio médico. Está basado en las percepciones de aquellos que respondieron la encuesta y, por lo tanto, no proporciona conclusiones definitivas. CALIDH insiste en la importancia de que los gremios médicos en el exilio realicen estudios especializados que profundicen en los aspectos de salud revelados en este documento y brinden certeza científica.
Desde un punto de vista legal, el Centro atribuye al Estado de Nicaragua la responsabilidad por los problemas de salud que enfrentan las y los exiliados, y evidentemente las y los nicaragüenses que aún se encuentran en el territorio nacional, considerando que existe un plan sistemático y generalizado desde 2018 para expulsar a los nicaragüenses hacia el exilio. Esto plantea preguntas sobre la responsabilidad extraterritorial de Nicaragua en la salud de sus ciudadanos.
En última instancia, este informe es un llamado a la atención internacional sobre la grave situación de salud que enfrentan los exiliados nicaragüenses como resultado de la represión y la violencia estatal. Es un recordatorio de la importancia de abordar no solo las cuestiones políticas y económicas en Nicaragua, sino también las consecuencias humanas de esta crisis multifactorial que está dejando a los cuerpos desgastados por la represión.
CALIDH agradece a todos los que contribuyeron a la realización de su informe y, sobre todo, a las y los exiliados que compartieron sus experiencias a través de las encuestas. Sin ellos, ese documento no habría sido posible.
La situación de salud de los exiliados nicaragüenses es grave y requiere una respuesta inmediata de la comunidad internacional. El Estado de Nicaragua debe ser responsabilizado por sus acciones, y es fundamental brindar apoyo médico y psicológico a aquellos que han sufrido las consecuencias de la represión y el exilio. La comunidad internacional no puede dar la espalda a los "cuerpos desgastados" por la represión en Nicaragua, cuyas vidas y salud están en juego.
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