En Honduras y Nicaragua, los roles y el poder compartido entre las parejas presidenciales son notables. Mientras Xiomara Castro ostenta la Presidencia de Honduras, su esposo, el expresidente Manuel Zelaya, ejerce un dominio incuestionable sobre el territorio. En Nicaragua, Daniel Ortega es el presidente oficial, pero Rosario Murillo, su esposa, ha desempeñado un papel de liderazgo clave durante años, hasta llegar a la Vicepresidencia. La Redacción de COYUNTURA explora los lazos, las similitudes y el modelo hegemónico que ambos matrimonios han buscado instaurar, y las graves implicaciones que esto tiene para la democracia y los derechos humanos de la sociedad hondureña.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Política y El lenguaje no verbal
Managua, Nicaragua

Desde que ocupa la Presidencia de Honduras, Xiomara Castro, en su política externa, ha tomado como prioridad estrechar sus lazos revolucionarios con la mayoría de sus antiguos amigos y aliados, absorbiendo los gérmenes ideológicos tanto de las corrientes moderadas como de las más radicales de la izquierda latinoamericana. Sin embargo, hace falta solo una foto para completar su álbum, y esa imagen es con sus amigos, aliados y vecinos más cercanos, los Ortega-Murillo.
A estas alturas, resulta difícil justificar las razones por las cuales continua pendiente un reencuentro entre los Castro-Zelaya y los Ortega-Murillo en El Carmen. Una visita oficial a esa pareja amiga que una vez los refugió y con quienes comparten recuerdos, aventuras, ideales, y una forma de gobernar cada vez más parecida.
La Redacción de COYUNTURA subraya los recuerdos, el vínculo, las profundas similitudes, pero lo más importante, la cartilla, esos pasos que ha ejecutado la pareja catracha para instaurar un modelo hegemónico y dinástico en el país centroamericano, y las graves repercusiones que trae el modelo orteguista para la democracia y los derechos humanos en Honduras.
Un poder compartido
Nadie controla el territorio hondureño mejor que Manuel Zelaya, pero es su esposa Xiomara Castro quien ostenta el título de presidenta. En Nicaragua ocurre algo similar; nadie ejerce un dominio tan firme sobre el territorio como lo hace Rosario Murillo, pero quien ha llevado el título de presidente a lo largo de estos 16 años ha sido Daniel Ortega, su esposo, el comandante que retornó al poder para quedarse hasta su muerte.
Tras doce años del golpe de Estado en el Distrito Central, la familia Zelaya-Castro retornó al poder y lo hizo por la puerta grande de la democracia, pero habiendo ingerido la ideología del "socialismo", la misma que pregonan sus vecinos nicaragüenses, quienes 20 días antes del triunfo de Xiomara se habían impuesto para otro mandato como cónyuges presidenciales. Ortega como presidente, por quinta vez, y Murillo como vicepresidenta, por segunda ocasión. Sin embargo, el comandante Ortega en diversas ocasiones ha llamado "copresidenta" a su vicepresidenta, un término que carece de toda seriedad y legalidad. Incluso, ni la misma Murillo lo acepta porque su sueño es ser la presidenta, algo que Xiomara Castro, queriendo o sin querer, ya cumplió.
Castro es la primera presidenta de "el pueblo más macho", pero la gente asume que quien gobierna es su esposo, Manuel Zelaya, aunque él no es vicepresidente, porque esa figura en Honduras no existe, pero su esposa lo designó como "asesor presidencial" para que dirija la primera jefatura, esté o no esté la presidenta.
Mientras Daniel siga vivo, el sueño de Rosario no será posible, pero seguirá compartiendo el poder con ella, así como ella comparte el mismo gusto por los bigotes con su vecina Xiomara.
Los hijos
Todos los padres entrenan a sus hijos, o deberían. Los padres con ambición de poder lo hacen estrictamente y es otra cualidad en común entre los de Tegucigalpa y los de El Carmen. Otro aspecto clave entre la refundación y la revolución: entrenar a los hijos para que estos continúen con el legado. Los Castro-Zelaya tienen cuatro hijos, los Ortega-Murillo tienen poco más del doble (nueve), pero solo dos están autorizados para el protagonismo, Laureano y Camila.
El matrimonio de El Carmen desde hace algunos meses, y cada vez con más notoriedad, viene entrenando a uno de sus muchachos para insertarlo en el pedestal del poder autoritario. A Laureano, el hijo mayor y sanguíneo de la pareja, se le asignan labores fuera de casa, sobretodo en el campo internacional para tratar de reproducir los antojos de los rusos y de los chinos, pero principalmente para cumplir las órdenes de sus padres, a los que como niño bueno obedece desde algún rinconcito de la casa.
La familia Zelaya-Castro expone las mismas intenciones. Desde el inicio del Gobierno de su matriarca familiar, en Casa Presidencial ya se especulaba que Héctor Zelaya, el mayor de los cuatro hijos de Xiomara y Manuel, sería el futuro candidato a la Presidencia del Partido Libertad y Refundación (Libre). Claramente lo están entrenando. Su madre le asignó el cargo de "secretario privado", un rango no menor. Lo lleva de paseo a todas partes, lo induce como niño mimado, lo realza con fotografías de avión en avión, lo expone, lo exhibe y lo vitamina con juguito de poder. "Héctor sí, otro no", corean desde ya las bases del partido familiar.
A pesar de que Laureano y Héctor comparten mucha suerte y mucho destino, no existen evidencias de una posible amistad entre los dos muchachos, el hijo de la revolución y el hijo de la refundación. Es más, ni siquiera se siguen en Twitter.
Las hijas
La tarea de Camila, la segunda hija de los Ortega-Murillo, es más estética que política. Su aspiración es estar cerca de las pasarelas, de la comunicación y del turismo. Es la asistente personal de su mamá y su andarivel humano. Sus manos han sido consagradas para ejecutar las tareas del poder familiar, en contra o a favor de su voluntad.
En cambio, Hortencia Zelaya Castro, "La Pichu", es comunicadora y le encanta la política, porque al fin y al cabo ha sido el sustento de su casa desde antes de nacer. Actualmente es diputada junto a su tío Carlos Zelaya en el Congreso Nacional por parte del partido que dirige su padre. A diferencia de Camila, "La Pichu" se muestra más cercana y más influenciada por su papá. Sale junto a él a recorrer el territorio, también le gusta usar sombreros, montar a caballo y reproducir cabalmente la parafernalia ideológica que su progenitor le ha inculcado.
Glosario y reciclaje de términos
A medida que la "refundación" avanza se aleja drásticamente de su concepto, convirtiéndose en una especie de eslogan sin significado, un término más en el glosario de la izquierda latinoamericana con el sello de la familia hondureña. Pero este no ha sido el único término que se ha utilizado como campaña del Estado-partido. Xiomara Castro bautizó su gestión como "socialismo democrático", "Gobierno del poder ciudadano","gobierno solidario", eslóganes y frases en su mayoría reciclados del modelo y la narrativa nicaragüense.
La propaganda de la"refundación" representa un giro drástico hacía la izquierda sin moderación, bajo la dirección de Xiomara y Manuel, abrazando, defendiendo y estimulando a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, sin pudor alguno por los derechos humanos. Prueba de ello es que Honduras se opuso tajantemente a la creación del mecanismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para investigar los hechos ocurridos en Nicaragua desde abril de 2018. Luego se retractó, pero ya el daño estaba hecho. En el fondo no hubo arrepentimiento honesto, porque Xiomara boicoteó la IX Cumbre de las Américas por la exclusión de las tres dictaduras.
En su declaración en la reunión de este año de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la presidenta Castro afirmó falsamente que Nicaragua está siendo víctima de un "complot" y que las sanciones impuestas por los Estados Unidos de América, Canadá y países europeos son injustificadas. Sin embargo, en realidad, estas sanciones son una respuesta a las violaciones a los derechos humanos y al Estado de derecho por parte del régimen nicaragüense.
Castro también mencionó el desplazamiento forzado de nicaragüenses, atribuyéndolo a la economía, pero analistas y medios independientes hemos documentado que la principal razón es la represión ejercida por la administración sandinista. Además, expresó su solidaridad con otros líderes políticos de la región, felicitando a Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y apoyando a Cristina Fernández en Argentina. Estas declaraciones muestran una postura de apoyo hacia regímenes cuestionados y una negación de las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua.
Implicaciones para la democracia y los derechos humanos
El panorama político en Honduras ha experimentado cambios significativos desde la asunción de Xiomara Castro como presidenta del país. Sin embargo, los estrechos lazos que ha buscado establecer con líderes y regímenes cuestionados plantean serias implicaciones para la democracia y los derechos humanos en la nación centroamericana.
Bajo el Gobierno de Castro, se ha observado una dinámica de poder compartido con su esposo que genera preocupaciones razonables sobre la concentración de poder en unas pocas manos. Al mismo tiempo, el modelo de poder hegemónico y dinástico que se ha buscado implementar en Honduras, al estilo de los Ortega-Murillo, amenaza con socavar los principios democráticos y la participación ciudadana.
A ello se le debe agregar la designación de Zelaya como "asesor presidencial", que plantea interrogantes sobre la fortaleza de las instituciones democráticas en el país. Estas acciones podrían conducir a un poder ejecutivo concentrado en manos de unos pocos individuos, lo que debilitaría los controles y contrapesos necesarios para garantizar un sistema democrático saludable.
La preparación de los hijos de los líderes políticos para seguir sus pasos en la política crea preocupaciones sobre la perpetuación de las dinastías políticas y la limitación de la diversidad política. La idea de una sucesión hereditaria en el poder puede minar la competencia política y perpetuar estructuras de poder sin la necesidad de una elección abierta y participativa.
Asimismo, la orientación ideológica de Castro hacia corrientes políticas radicales y su respaldo a regímenes cuestionados, como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, plantean serias dudas sobre su compromiso con los derechos humanos y la democracia. Estas relaciones internacionales pueden tener implicaciones negativas para la promoción y protección de los derechos humanos en Honduras.
Es fundamental que la administración hondureña mantenga su compromiso con la promoción y protección de los derechos humanos, la transparencia y la rendición de cuentas para garantizar un sistema democrático sólido y respetuoso de los derechos fundamentales de sus ciudadanos.
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