"Máster class" atómica desde Managua: Daniel Ortega lanza soflama contra la ONU y justifica a Irán ante la crisis nuclear global. "Tenemos que seguir aferrados"
- Jairo Videa
- 23 jun
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A modo de crónica improvisada, el líder sandinista enhebró temas de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, la crisis palestina y los recientes bombardeos estadounidenses sobre supuestos laboratorios nucleares en Irán. "Después que lanzaron los bombazos… todo eso es un teatro", dijo, acusando a Washington de escenificar una intervención para beneficiar a Israel, a quien describió como una potencia con armas atómicas que no permite inspección alguna. "Porque (Donald) Trump salió diciendo, 'yo ya cumplí', 'los desbaraté'. 'Ahora, ya, cese al fuego'. El hombre de la paz. Pero, ahí, nadie le hace caso. Tiene más poder (Benjamín) Netanyahu, el verdugo de los pueblos palestinos", señaló la noche de este lunes.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Managua, Nicaragua

Bajo el pretexto de una conmemoración histórica y en medio de ascensos policiales, el mandatario nicaragüense Daniel Ortega convirtió la noche del lunes 23 de junio de 2025 en una suerte de cátedra beligerante sobre geopolítica nuclear, en la que repitió, con obsesión insistente, los términos "bomba", "atómica", "Irán", "Israel", "paz", "imperialismo" y "teatro", con un guion que pareció más redactado para Teherán que para Managua.
En más de una hora de discurso ininterrumpido —durante un acto oficial transmitido por la televisión estatal y redes gubernamentales, que pretendía homenajear el natalicio de Carlos Fonseca, pero que se convirtió en una arenga internacional teñida de nostalgia soviética, apología iraní y advertencias nucleares—, Ortega mencionó casi una veintena de veces la palabra "atómica" y otra decena "Irán", en una alocución salpicada de referencias históricas, teorías de conspiración global y un elogio explícito a la supuesta "legitimidad" de los programas nucleares iraníes. Encima, el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), quien ha ordenado el cierre de al menos ocho organizaciones vinculadas a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tachó al ente bilateral de "burla para la humanidad" y clamó que el organismo internacional "debería desaparecer".
Con un tono pausado pero profundamente desafiante, el copresidente del país centroamericano, rodeado de los representantes del poder militar, de la Policía Nacional, del Órgano Legislativo y del Ministerio del Interior (MINT), fue tejiendo una narrativa donde Irán se convierte en víctima de una agresión orquestada por Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) en alianza con Israel, mientras estos, afirmó, "poseen armas atómicas, lanzan ataques y se niegan a ser inspeccionados". La ONU, según Ortega, no solo ha fracasado en prevenir estos abusos, sino que se ha convertido en "instrumento de los imperios".
"Después que lanzaron los bombazos (la noche del sábado 21 de junio de 2025 sobre Irán)… todo eso es un teatro", dijo, acusando a Washington de escenificar una intervención para beneficiar a Israel, a quien describió como una potencia con armas atómicas que no permite inspección alguna.
El nicaragüense, de 79 años de edad, se refirió a los ataques israelíes como una "guerra de desgaste" contra Irán. A su juicio, la República Islámica no sólo tiene el derecho de desarrollar tecnología nuclear, sino también el deber de responder ante las agresiones. "Si nos atacan, no vamos a dudar en responder con el armamento atómico que tenemos", dijo, citando —sin fuente precisa— declaraciones de la administración iraní. Más allá de una defensa política, Ortega sugirió que la tenencia de armas atómicas equivale a una garantía de supervivencia. "Pareciera que en el mundo, para que ningún país pueda ser sancionado o bombardeado, todos deberían tener sus armas atómicas, sus cohetes atómicos", expresó, en uno de los tramos más polémicos del discurso. Eso lo insinuó también en 2023, en medio de una relación más ideológica que de desarrollo social con Irán.
Desde el estrado del Olof Palme en la capital nicaragüense, Ortega construyó este lunes un relato en el que la amenaza nuclear ya no proviene de quienes desarrollan ese armamento, sino de quienes intentan evitar que sus enemigos geopolíticos lo adquieran. Afirmó que los países que poseen armas nucleares "chantajean al resto del mundo" y que "la única forma de garantizar la paz" sería la destrucción total de todo arsenal atómico.
"El camino no es multiplicar las armas atómicas (…) pero pareciera que para que un país no sea bombardeado, todos deberían tenerlas. Así nadie se atrevería a agredir", sentenció.
Pese a esa aparente contradicción —condenar las armas atómicas mientras defiende su posesión como elemento de disuasión—, Ortega insistió en que Corea del Norte y la República Islámica de Irán tienen "el derecho" de poseer armamento nuclear, "porque están siendo amenazados constantemente por el imperialismo".
Por otro lado, sin matices, Daniel Ortega volvió a cargar contra Naciones Unidas, como lo ha hecho en discursos anteriores, pero esta vez fue más lejos: pidió su desaparición total. "La ONU debería desaparecer (…) no sirve para nada, solo para agredir a los pueblos que defienden su soberanía", dijo, rodeado de policías evidentemente aturdidos, y de alguna forma perdidos en el discurso, que no estaba relacionado con la efeméride nacional.
Entre las críticas más vehementes, denunció que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya —órgano principal de la ONU— dictó en la década de 1980 una resolución a favor de Nicaragua exigiendo a EE.UU. pagar una indemnización por la guerra impuesta durante la administración Ronald Reagan (1981-1989), "pero hasta hoy no han pagado ni un centavo", comentó. Esa narrativa —que mezcla agravios históricos con conflictos actuales— le sirvió a Ortega para denunciar el embargo a Cuba, la invasión a Libia, la masacre del pueblo palestino y la supuesta manipulación mediática del conflicto en Oriente Próximo, todo unido bajo una tesis general: Estados Unidos e Israel actúan con total impunidad, mientras la ONU los protege.
De Palestina a Chernóbil: un repertorio disperso
El mandatario nicaragüense también vinculó los ataques israelíes a Irán con la situación en Palestina —donde han muerto más de 56,000 personas por la ofensiva israelí—, en un intento por mostrar un "eje de resistencia" contra el "colonialismo nuclear". Según Ortega, "Israel lanzó una guerra de desgaste" contra Irán bajo el argumento de impedir su programa nuclear, cuando en realidad "el verdadero agresor es Israel". Incluso desestimó los efectos de los ataques de EE.UU. sobre los presuntos laboratorios iraníes, señalando que "no hubo daños, ni radiación como en Chernóbil". La comparación con el desastre soviético fue parte del estilo discursivo de Ortega: referencias históricas salpicadas con insinuaciones de manipulación y propaganda.
"Es una tragicomedia, porque pone en terror a los pueblos, en terror a la zona y pone en terror al mundo", dijo, tras afirmar que los laboratorios nucleares iraníes ya habían sido reubicados.
El acto también sirvió como escenario para oficializar el ascenso de cuatro altos mandos policiales al grado de Comisionados Generales. Los ahora promovidos: Mauricio Lenin Soza Robelo, Álvaro José Pérez Marenco, Óscar José Alemán Márquez y Esteban Antonio Torrez Rocha, ya habían sido designados mediante un acuerdo copresidencial anterior, pero ahora fueron investidos en un evento con una verdadera carga de política internacional.
Aparte, no pasó desapercibido para activistas y opositores desterrados por el FSLN que, mientras Ortega denunciaba "imperialismo atómico" y la ineficacia de la ONU, elevaba a mandos policiales que han sido señalados por organismos internacionales por su rol en la represión interna desde las protestas que comenzaron en abril del año 2018. Como si la política exterior y el control interno formaran parte de la misma estrategia de blindaje del régimen.
Aunque Ortega insiste en la necesidad de eliminar todas las armas nucleares, su discurso puede interpretarse también como una alineación tácita con potencias como Irán, Corea del Norte o incluso Rusia —países con programas nucleares activos y cuestionados—, bajo una lógica de "resistencia global" frente al poder occidental. Esa línea discursiva, sin embargo, choca con el compromiso histórico de América Latina como "zona de paz y libre de armas nucleares", al cual Nicaragua está formalmente adscrita. Aun así, Daniel recurre cada vez más a figuras del eje antioccidental, alejándose de posiciones diplomáticas tradicionales para abrazar una retórica combativa.
Ortega, con el lenguaje de la Guerra Fría, invocando a Stalin, Hitler, Hiroshima y Mao Zedong, mientras el conflicto entre Irán e Israel sirve de telón de fondo para su tesis global, siguió evocando el capítulo más oscuro del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial. Según él, Adolf Hitler ya trabajaba con científicos para crear bombas atómicas, y tras la derrota nazi —atribuida exclusivamente al "ejército rojo" de Stalin y a la China de Mao Zedong— los científicos alemanes fueron absorbidos por EE.UU. para crear la primera arma atómica.
En este relato, las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki no fueron para finalizar la guerra, sino un "experimento criminal" que dejó "325,000 muertos" y varias generaciones afectadas por la radiación. Ortega insistió varias veces en que estas fueron "las únicas bombas atómicas utilizadas en toda la historia", como si el dato tuviera valor moral comparativo. "Hiroshima y Nagasaki no eran objetivos militares. Ahí la población fue asesinada. Y los niños empezaron a padecer cáncer por todos lados", dijo, en una descripción gráfica y dramática que sirvió de preludio a su tesis más inquietante: "si aquí tuviéramos cohetes atómicos, nadie nos tocaría".
Pero, por mucho, el bloque central del discurso se centró, de nuevo, en Irán. Ortega repitió que los "laboratorios bombardeados" recientemente estaban destinados a "fines pacíficos", y que las inspecciones internacionales no hallaron indicios de desarrollo bélico. La operación, a su juicio, fue una "tragicomedia" y un "teatro" pensado para complacer al gobierno israelí.
Insistió en que si realmente hubiera uranio activo, el resultado sería una catástrofe equivalente o superior a Chernóbil. Como eso no ocurrió, Ortega concluye que los laboratorios fueron vaciados con antelación y que la llamada "Operación Martillo de Medianoche" fue simbólica, mediática y sin sustancia. "Si ahí había uranio, empieza a correr por el viento y eso contamina con radiación a miles. Pero no pasó nada. ¿Por qué? Porque era teatro", aseguró el secretario general del FSLN.
El razonamiento tiene una lógica simplista: si no hay consecuencias radiactivas inmediatas, entonces no había nada ilícito. Una defensa completa de Irán, acompañada de constantes ataques a Israel, al que acusó directamente de "querer apoderarse de todos los pueblos ricos en petróleo".
Ahora bien. Denunció que el presidente estadounidense Donald Trump "habla de paz mientras amenaza con bombas atómicas" y que "dice que ya acabó con el problema" al destruir los laboratorios, pero "miente". "Cuesta creerle al presidente de los Estados Unidos. Dice una cosa, luego otra... ...pero, ahí, nadie le hace caso. Tiene más poder (Benjamín) Netanyahu, el verdugo de los pueblos palestinos", sentenció, en alusión al primer ministro israelí. La figura de Trump fue utilizada también como blanco para hablar de migración: Ortega lo retrató como el responsable de una "tragedia" contra los migrantes centroamericanos y mexicanos, a quienes acusó de perseguir, encarcelar y deportar sistemáticamente. Fue allí donde la narrativa se volvió más emocional, más dirigida a la audiencia regional.
"Ese territorio (de California) no le pertenece a EE.UU., le pertenece a México. Allá hay una rebelión de migrantes que salen a protestar, y los golpean, los encarcelan, los separan de sus hijos", dijo, al borde del dramatismo.
China y Rusia: los "potentes" virtuosos
En un tono marcadamente ideológico, Ortega contrastó las políticas estadounidenses con lo que describió como la "actitud humana, solidaria y generosa" de la República Popular China. Aplaudió su expansión en África, Asia y América Latina, y condenó la "envidia" con que Washington observa la inversión china. También celebró abiertamente la presencia de Rusia en Nicaragua. Confirmó la existencia de un "centro de cooperación en seguridad" ruso instalado hace 12 años en Managua, manejado por "especialistas militares rusos" y "abierto" a toda la región. Una declaración que, en medio de tensiones globales, confirma la alineación del régimen sandinista con Moscú, sin pena ni gloria.
El cierre del discurso derivó hacia una narrativa de cohesión interna. Ortega rememoró a Carlos Fonseca, lo convirtió en símbolo de resistencia ante la adversidad y pidió "unidad, unidad, unidad" a todos los sectores: juventud, Ejército, Policía, trabajadores. Fue una transición calculada: tras más de una hora de ataque frontal al orden internacional, Ortega vuelve a casa, al terreno donde mejor controla los hilos. Alaba a la Policía, al Ejército, y a las medidas para "salvar vidas" en las calles del país, sugiriendo que su monarquía es garante de estabilidad mientras "los imperialistas provocan guerras".
El discurso completo de Daniel Ortega en este 23 de junio —que supera las 9,000 palabras— es más que un mensaje político: es una reconstrucción de su mundo ideológico. Una cátedra ideológica para tiempos de aislamiento, en un mundo donde solo hay víctimas y victimarios, donde la verdad es siempre relativa y donde las potencias que lo apoyan (Rusia, China, Irán) son virtuosas por definición.
Más allá del estilo barroco, repetitivo y cargado de digresiones, Ortega revela en este discurso su lógica de poder: si Estados Unidos puede tener armas atómicas, ¿por qué no los demás? Si la ONU no cumple los intereses de los pueblos que luchan, ¿por qué debe existir?
El discurso termina donde comenzó: con un llamado a la unidad nacional. Pero entre líneas, lo que plantea Ortega es algo más profundo: que el poder solo se respeta cuando puede destruir. Que la paz se construye, no con diálogo, sino con disuasión. Y que Nicaragua, aunque aún no tenga cohetes atómicos, sabe con quién alinearse si algún día decide tenerlos.
"Tenemos que seguir aferrados, amarrados a lo que es la conciencia, que nos lleva a la defensa de la soberanía, y que nos lleva a trabajar por la paz. Porque habiendo paz, entonces, pueden avanzar las obras en beneficio del pueblo. Obras de todo tipo, que no las voy a enumerar aquí porque amaneceríamos. Pero obras que se multiplican, se multiplican, y están llegando a los lugares más lejanos de nuestro país. Frente a estas tribulaciones que provocan los imperialistas de la tierra, las agresiones, nosotros apostamos por la paz. Ojalá dejen de estar atacando el gobierno de Irán. Entonces, Irán deja de disparar, lógicamente. Ya se abrirían otras condiciones para poder llegar a un acuerdo", explicó Ortega.
Desde Managua, la retórica del dictador sandinista no construye puentes, sino trincheras. Y esta vez, las cavó con cohetes, bombas y promesas de paz, pero para unos pocos.
Palabras contadas, ideología medida
"Bomba(s)": 9 veces.
"Atómica(s)": 18 veces.
"Irán": 12 veces.
"Paz": 15 veces.
"Israel": 8 veces.
"Imperialismo" o "imperialistas": 11 veces.
"Teatro" (en tono de montaje o conspiración): 5 veces.
"Naciones Unidas": 20 veces.
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