“La educación en línea es como un seguro de vida y ha sido nuestra tabla de salvación”
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“La educación en línea es como un seguro de vida y ha sido nuestra tabla de salvación”

No voy a hablarles de la educación en línea, de la educación virtual -se la llama de las dos formas-, desde la Pedagogía, sino desde las Ciencias Sociales. Soy antropóloga y en mi tesis doctoral hice un análisis sociológico de los resultados de las reformas neoliberales en la educación universitaria. Específicamente, les hablo desde la experiencia que hemos acumulado en la Universidad Centroamericana (UCA) aplicando la educación en línea.


Cientos de escuelas y universidades en la región han adaptado sus planes educativos para desarrollar sus clases en línea - Fotografía cortesía
Cientos de escuelas y universidades en la región han adaptado sus planes educativos para desarrollar sus clases en línea - Fotografía cortesía

Esta modalidad de la educación, llamada inicialmente educación a distancia, ha existido desde hace más de un siglo. Valiéndose de las nuevas tecnologías de la información existe desde los años 80. Desde entonces y hasta hoy no ha dejado de perfeccionarse continuamente, con la misma velocidad con la que se van perfeccionado esas tecnologías y se masifica la comunicación digital.


No es educación en línea que un docente, que una profesora, se conecten con sus alumnos por medio de una videollamada, que les envíen tareas y explicaciones por e-mail, mucho menos que lo hagan por WhatsApp. Eso no es educación en línea, aunque es lo que en Nicaragua han tenido que hacer muchas escuelas y universidades de repente, por falta de experiencia y de recursos.


La educación en línea es un proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla totalmente en un aula virtual. En esa aula el docente plantea en detalle y de forma muy precisa a sus estudiantes todas las actividades que va a proponerles para alcanzar el aprendizaje de una asignatura. Todo lo que ese docente haría en un espacio presencial lo tiene que traducir a un espacio virtual, al aula virtual. Eso es educación en línea.


Con los años, esta modalidad de enseñanza-aprendizaje se ha desarrollado tanto que se ha convertido en un área de especialización de la Pedagogía. Existen revistas, posgrados, centros dedicados a estudiar la educación en línea. Y sobre todo, a promoverla. Los expertos en educación en línea, los más entusiastas de esta modalidad, afirman que desarrolla en docentes y en estudiantes competencias comunicativas, asertividad, mayor capacidad reflexiva, una visión globalizada… Sin embargo, hacen falta muchas más investigaciones para asumir cuáles son las verdaderas bondades de la educación en línea. Lo que sí es indiscutible es que desarrolla en docentes y estudiantes competencias informacionales y digitales, lo que no es nada despreciable en el mundo de hoy, en el que no sólo la educación en línea, también el teletrabajo, está cada vez más presente. Y para poder realizar bien el teletrabajo hay que tener un cierto dominio de competencias informacionales.


Las competencias informacionales son ese conjunto de habilidades que tiene alguien para saber buscar, encontrar y seleccionar información de calidad en línea y, una vez encontrada, para saber utilizarla de la forma más adecuada y provechosa para enseñar o para cumplir con su trabajo. Cada día más estas competencias son fundamentales para la vida, para cualquier gestión y hasta para ejercer ciudadanía. En la educación en línea estas habilidades son fundamentales, tanto para el profesor como para los estudiantes. Dada la enorme cantidad de información que se puede encontrar en la red, saber dónde encontrar la que es de calidad, saber seleccionar la más adecuada para su asignatura y para sus estudiantes, y saber procesarla de la mejor manera para la materia que enseña, son habilidades fundamentales para el docente que enseña presencialmente, y aún más lo son si enseña en línea. Sin esa habilidad se perderá entre tantísima información y no sabrá qué hacer con ella. Desarrollar estas habilidades es un reto, porque todavía son muy escasas. Todo mundo sabe navegar en Internet, pero navegar no significa llegar a buen puerto. Uno puede navegar y navegar, pero eso no significa que sabrá seleccionar y aprovechar bien toda la información que encuentre.


Una mayoría de estudiantes universitarios de Estados Unidos dijo que elegían clases en modalidad virtual porque entraban al aula a la hora para ellos más conveniente. Con la enseñanza presencial tenían que madrugar, y en cambio, al aula virtual podían entrar a cualquier hora. Esta posibilidad, en la que el estudiante elige horario y ritmos de avance a su conveniencia, es una de las ventajas que destaca una de las pocas investigaciones etnográficas que se han hecho en el mundo con universitarios.


En espacios serios, entre expertos, vemos dos perspectivas sobre la educación en línea que resultan contrapuestas. Unos opinan que con esta modalidad educativa hemos dado el salto hacia “la educación del futuro”. Un futuro en el que sólo ven ventajas. Quienes piensan así son generalmente expertos y especialistas en educación virtual, promotores de esta modalidad, consultores que entrenan a instituciones educativas en cómo implementarla. Trabajando para promoverla están al tanto de todas las innovaciones que permite la modalidad y su trabajo es entusiasmar a otros con sus posibilidades. Quienes afirman decididamente que con la educación virtual ya caminamos hacia el futuro son los mismos que promueven el teletrabajo, los que dicen que ya no tendría que haber oficinas y que todo el mundo debería trabajar desde su casa. Siento en estas afirmaciones una desconexión con la realidad y con cómo funciona la sicología humana.


La otra perspectiva es la de quienes conocen la educación en línea y la han practicado, pero no trabajan para promoverla. Por varias razones, opinan que la educación virtual refuerza las desigualdades ya existentes. Quienes no tienen Internet o tienen un Internet deficiente o muy caro para que sea eficiente, quienes no tienen una buena computadora, no pueden aprovechar bien la educación en línea. Sólo por esta razón material, la educación virtual provoca enormes desigualdades. Y no sólo las provoca en países con tantos rezagos tecnológicos como Nicaragua. También sucede en Estados Unidos y en Europa, donde muchos estudiantes, cuando tienen que estudiar en sus casas, ya no tienen las mismas posibilidades que tenían en la Universidad con la educación presencial. Estudiar en casa demuestra la brecha que existe entre unos y otros.


La evidencia de que la educación en línea refuerza las desigualdades entre los estudiantes estaría demostrándonos que, a pesar de todo, la educación presencial en todos sus niveles, primaria, secundaria y universitaria, ha sido un igualador social. Nos está haciendo ver que, hasta cierto punto, la educación presencial ha tenido el poder de generar cierta igualdad social. Porque entrega de forma pareja los mismos contenidos a todos a la vez y en una misma aula de clase. Y por la presencia en un mismo espacio de estudiantes de distintas clases sociales, en la educación pública y también en la educación privada, porque aún en las Universidades más elitistas existen estudiantes becados. El becado en Harvard, cuando la Universidad cierra y él se va para su casa se enfrenta a su realidad, muy diferente a la realidad del que se va a su mansión.


Además, la educación presencial no sólo reúne e iguala clases sociales, también distintas nacionalidades. En un mismo espacio coinciden chinos y blancos, blancos y negros, alumnos de distintos países. Esto enriquece la educación. Y en la educación en línea eso se rompe. En línea yo me estoy educando, pero no me educa el verme entre otros distintos a mí que se educan conmigo. Se pierde así una experiencia fundamental.


Leyendo textos escritos en Europa y en Estados Unidos, que describen lo que significa en esta crisis de pandemia para un estudiante pobre el tener que estudiar en su casa, con tantas limitaciones, yo pensaba: esto quiere decir que la Universidad sigue siendo todavía, y para mucha gente, una oportunidad para escapar de la pobreza. Eso me llama la atención porque en las Ciencias Sociales hemos criticado mucho a las Universidades por ser elitistas, porque en ellas son ganadores quienes llegan con capital cultural y capital social. Y no es que eso no sea verdad, pero el hecho de que la educación en línea refuerce las desigualdades y vaya dejando atrás a los estudiantes con desventajas económicas y sociales nos indica que tenemos que seguir cuidando la educación presencial en las Universidades y en todas las instituciones educativas porque son igualadoras sociales.


En la UCA he experimentado lo que es para nuestros estudiantes, ellos y ellas, el encontrarse en el campus, unos llegando en vehículo propio y otros en bus, pero aquí se igualan, disfrutan de los mismos jardines, van a la misma biblioteca, disponen del mismo laboratorio, usan las computadoras de la Universidad, aquí hacen las tareas a la par…y al irse a sus casas unos las harán cómodamente y otros no podrán hacerlas. A la UCA acceden estudiantes muy diversos. Y tenemos muchos becados. En esa mezcla heterogénea está en gran medida la riqueza de esta Universidad para brindar una educación en todo el sentido de esa palabra.


Ahora quiero hablarles de lo que he vivido en la UCA cuando tuvimos, por razones de emergencia, que adoptar la educación en línea. Creo que mi experiencia empírica me ha permitido tener una visión más aterrizada, más práctica que teórica, sobre las ventajas y desventajas de la educación en línea, aunque confieso que nunca he sido fan de esta modalidad. Sin embargo, con todo lo que hemos vivido en Nicaragua, hoy la considero como un seguro de vida. Y como con todo seguro de vida no quisieras tener que usarlo mucho… Pero si no tenemos este seguro, ¿qué hacer cuando lo necesitemos si no lo tenemos? En la UCA hemos comprobado que la educación virtual es una tabla de salvación para una universidad en momentos de crisis. Y es por eso que no la podemos ni desconocer ni dejar de promover.


La UCA tiene doce años de experiencia en educación virtual, ya más de una década. Fue ésta una modalidad muy promovida, incentivada y organizada por la Vicerrectoría académica que me precedió. En esos años, y antes de la crisis de abril de 2018, en nuestro portafolio llegamos a ofrecer en un cuatrimestre hasta 38 cursos virtuales. Eran cursos muy variados, generalmente de algunas asignaturas teóricas en distintas carreras. Se empezó por cursos de Historia, de Género… Docentes y estudiantes conocían la novedad, se iban animando y se iba avanzando poco a poco. La modalidad estaba muy presente en la Universidad, pero diría que no constituía una opción preferencial ni para los docentes ni para los estudiantes. Incluso, para introducirla, la Vicerrectoría ubicó en algunos planes de estudio de algunas carreras asignaturas que obligatoriamente debían ser virtuales. Se quería promover la modalidad, pero ninguna carrera entera estaba diseñada virtualmente, sólo algunas asignaturas.


La crisis política que provocó la rebelión ciudadana de abril de 2018, y que hizo de las Universidades y de los estudiantes universitarios objetivos de la represión estatal, nos obligó a dar el salto a la educación en línea. Fue un salto mortal: tuvimos que abandonar forzadamente la educación presencial y dejar de ver la educación virtual como una opción que elegían algunos y en ciertas asignaturas para asumirla a plenitud. Era nuestra tabla de salvación, nuestra única alternativa para seguir adelante en momentos de tan alta peligrosidad como fueron aquellos.


En abril de 2018 concluimos el primer cuatrimestre y no pudimos volver a abrir el campus durante varios meses, cuando entrar y salir de la UCA era un riesgo, sobre todo para la juventud. En septiembre de aquel año, cuando la represión no cesó, pero amainaron los actos más sangrientos, lo que hicimos fue ofrecer a los estudiantes lo que llamamos “ciclo académico virtual”. El alumno que quisiera podría matricularse y llevar dos asignaturas en cada año de cada carrera y así avanzar en sus estudios. Y el que no quisiera teníael derecho de no querer estudiar nada en línea.


Para entonces, la UCA había perdido bastantes estudiantes: unos tuvieron que exiliarse, otros dejaron de estudiar, otros se mantenían resguardados de la persecución en casas de seguridad. Con la iniciativa del ciclo académico virtual rompimos varias barreras. Antes de abril de 2018, a lo más que habíamos llegado era a que un 10-12% de estudiantes eligiera alguna clase en modalidad virtual. Ahora ofrecimos hasta 432 cursos en línea y más del 50% de quienes se habían matriculado los siguieron, incluidos estudiantes becados, a quienes les mantuvimos la beca. Aprendimos que pudimos, que podíamos. Evaluamos y vimos que nuestra plataforma funcionó, que no hubo errores, que lo hicimos bien.


Con la pandemia hemos tenido que volver a recurrir a la modalidad virtual. Respecto a lo que ya habíamos hecho en 2018 hay una diferencia muy significativa con lo que hacemos en 2020. En 2018, cuando decidimos ofrecer el ciclo académico virtual, lo hicimos arriesgándonos. Dijimos: vamos a ofrecer estos cursos virtuales, vamos a contratar a docentes que ya saben diseñarlos y los estudiantes que se matriculen ya saben que van a estudiar virtualmente. Fue en muy poco tiempo que nos animamos y nos organizamos. Durante todo 2018 la UCA seguía siendo un lugar peligroso para los estudiantes y no teníamos otro camino. Fue un gran reto para los docentes, que debieron diseñar sus cursos en línea. Lo fue para los estudiantes porque sólo algunos conocían qué era eso de aprender virtualmente. Lograr lo que logramos fue una proeza. Así lo veo: como una hazaña.


Después de esa hazaña, 2019 transcurrió con bastante normalidad, aunque siempre la UCA siguió siendo asediada, siguió siendo muy mal vista por el Gobierno. Ahora, con la pandemia tuvimos que repetir el esfuerzo de 2018, pero ya con más experiencia. Yo estoy segura que al llegar la pandemia éramos la Universidad mejor preparada de Nicaragua, y quizás la mejor preparada de Centroamérica, exceptuando las Universidades que ya tienen todo en línea. Estábamos preparados por la experiencia acumulada y desarrollada bajo asedio en 2018. Yo diría que la UCA ya tuvo que vivir en 2018 la “cuarentena” de 2020 y por eso hoy, cuando algunas Universidades van, ya en la UCA venimos de regreso. La experiencia de 2018 nos permitió identificar los elementos esenciales que la Universidad debe desarrollar para brindar con la mayor calidad posible la educación virtual.


La pandemia nos obligó a repetir la experiencia. La particularidad de esta vez, lo que complicó el proceso, fue que los cursos habían comenzado en modalidad presencial y debieron migrar a la virtualidad casi de un día para otro. Ni los docentes habían firmado contratos para enseñar en línea, ni los estudiantes se habían matriculado en cursos que no iban a ser presenciales. Sin embargo, y sabiendo como sabemos que para docentes y estudiantes lo virtual es “porque no queda otro remedio”, ésa era nuestra tabla de salvación, no teníamos otra alternativa. Sí, es muy común escuchar a los estudiantes: “Virtual no se aprende”. Es muy común escuchar a las familias quejarse de que la UCA esté cobrando lo mismo por educación en línea que por educación presencial porque sienten que la educación virtual es un producto de inferior calidad. Es muy común escuchar a los docentes: “Tenemos que trabajar mucho más”.


En Nicaragua, la pandemia masificó el intento de pasarse a la educación virtual desde la enseñanza primaria. Y al cerrarse universidades y colegios privados la educación en línea entró en los hogares y llegó a las familias. Muy pronto, esta modalidad educativa se convirtió en tema de memes que la caricaturizaban. Y cuando algún tema es motivo de memes es que ya es un asunto de interés y preocupación masiva. Esos memes muestran chistosamente los errores de la educación virtual que hoy se practica en nuestro país. Por falta de experiencia, de recursos, de casi todo, por una gran improvisación, la educación “virtual” que se brinda hoy carece de calidad y es motivo de preocupación de madres y padres de familia, pero no hay otra alternativa: es eso o es dejar de estudiar.


Fue en marzo de 2020 cuando se dieron los primeros contagios en el país y fue entonces cuando en la UCA pasamos a la modalidad virtual, evitando tener cantidad de estudiantes en las aulas. Con la experiencia de 2018 logramos mejorar mucho todo. Y en el primer semestre de 2020 virtualizamos 928 clases y también enseñamos en línea inglés, francés y japonés. En esta ocasión ya habíamos descubierto mucho: que nuestra plataforma no se nos caía, que nuestra tecnología funcionaba bien para lo que necesitamos, que nuestros equipos tenían la capacidad que se requiere, que nuestros docentes estaban formados...


¿Qué quiere decir exactamente enseñanza en línea? Quiere decir que todo lo que se enseña está en un aula virtual a la que el estudiante puede entrar en cualquier momento. Nunca una clase virtual es como cuando era presencial: lunes, miércoles y viernes de 8 a 9 y media de la mañana. Nunca es así. En el aula virtual, con una planificación precisa, el docente debe indicar al estudiante los objetivos del curso, lo que debe leer, las tareas que hará y en qué fecha las enviará… Puede el docente planificar actividades, como una conferencia en vivo con los alumnos que puedan estar presentes, pero eso no es obligatorio. Pueden los estudiantes llevar una asignatura entera en línea sin nunca interactuar con el profesor y sin estar conectados con todos sus compañeros a la vez. Hay variaciones, pero generalmente una clase virtual tiene una combinación de actividades que se desarrollan en tiempo real -y quedan grabadas- con actividades que cada estudiante realiza individualmente, todo según el diseño que previamente haya hecho el docente.


En el EVA (Entorno Virtual de Aprendizaje), que es la plataforma virtual de la UCA, están todas las aulas virtuales. El EVA está montado sobre un software, el más usado a nivel mundial, el Moodle. El equipo de informática crea en la plataforma el espacio para cada aula virtual. Y en cada aula matricula al profesor o a la profesora, a quien coordina esa carrera y a quien va a supervisar esa clase. También matricula a todos los estudiantes que seguirán esa asignatura. El aula virtual está siempre abierta, pero no puede entrar cualquiera, sólo entran, cuando quieren, quienes previamente han sido matriculados informáticamente.


La docente o el docente de un aula virtual lo primero que tiene que hacer es diseñar cómo será su aula con todo detalle. Tiene que subir allí el syllabus: el contenido y programa del curso que va a impartir en su asignatura. Tiene que subir las instrucciones que va a dar a los estudiantes, poniéndolas en donde tienen que estar, tiene que activar un foro de preguntas si quiere ofrecerlo, poner los espacios en donde recibirá las tareas de sus estudiantes, colocar lo que llamamos “agendas de trabajo”… En esas agendas, que suelen ser semanales o quincenales, tienen que aparecer todas las actividades que harán sus estudiantes: lecturas, tareas, fechas de entrega, cuántos puntos vale cada tarea… En esta área debe subir el docente la tarea corregida y allí retroalimentar a los estudiantes, respondiendo sus preguntas o cualquier duda. Todo debe estar planificado al detalle. En la educación virtual no se puede improvisar nada.


Por escrito, el docente o la docente escribe, por ejemplo, esa semana: “Esta quincena van a leer este texto, este capítulo de este libro y después me van a subir a más tardar en esta fecha un resumen”. Les sube los textos que van a leer y un video si quiere. Y queda pendiente para cualquier pregunta o consulta en un espacio determinado. En el intercambio estudiante-docente influyen las brechas generacionales y es frecuente que el estudiante le ponga al profesor una pregunta a medianoche, porque a esa hora está activo haciendo tareas, o que se la ponga en un domingo. Los estudiantes, que son nativos digitales, están acostumbrados a la inmediatez en el aula presencial y la trasladan con naturalidad a lo virtual, como también saben hacer algunas trampitas para entregar los trabajos fuera de los plazos fijados en el aula virtual.


El docente, si quiere, puede convocar a todos sus alumnos en una fecha para que escuchen una conferencia por Meet. En esa ocasión todos se pueden ver. La desventaja de estas conferencias es que puede haber estudiantes sin acceso a Internet en esa fecha y a esa hora, pero en el aula virtual esa conferencia se deja grabada para que en otro momento participe el que no se pudo conectar. Me dicen los decanos que los profesores descubrieron que las conferencias a las que se conectan todos los estudiantes al mismo tiempo con el profesor dan buenos resultados porque el hecho de verse juntos los anima.


La plataforma virtual permite incluir en el aula virtual una variedad de actividades: blog, wiki, cuestionarios, exámenes, videos, foros de distintas modalidades… La lista es grande. Se pueden usar juegos que van vinculados a los celulares. Si el docente sólo sube textos para leer y ni siquiera programa el espacio para hacer preguntas sobre el texto o si todas las instrucciones las coloca en el mismo espacio, si no sabe cómo programar el espacio virtual de forma adecuada queda ante sus estudiantes como un mal profesor que sólo subió unos documentos y puso tareas, pero no explicó, no diseñó actividades. En la educación presencial, sería el equivalente de quien llega a la clase a lanzarse un chagüite o a leer las láminas de una presentación.


Dar un curso en línea supone no solamente hacer un buen syllabus, sino derivar de esos contenidos una buena agenda de trabajo, que sustituye lo que hubieran sido todas las explicaciones que se daban en el aula presencial. En esa agenda debe estar planteado muy claro para el estudiante todo lo que va a hacer a lo largo de ese curso: si le van a aclarar preguntas, si le van a ofrecer una videoconferencia, si le van a diseñar un ejercicio que puede ser muy creativo… Se pueden hacer muchas cosas. Se puede hacer de todo.


Pero para hacer de todo hace falta capacidad. La educación en línea, ahora masificada por la sacudida de la pandemia, nos ha desnudado. Y al desnudarnos nos ha hecho un favor. Porque los problemas que detectamos en la educación en línea siempre estuvieron también ahí, en la educación presencial. Pero pasaban desapercibidos. Los profesores en línea deben tener habilidades informacionales, esas competencias que permiten buscar, seleccionar y presentar la información a sus estudiantes. Pero antes, y en primer lugar, deben ser expertos en los temas que enseñan para saber dónde hacer los énfasis. Si no conocen profundamente la materia que enseñan no van a saber organizar bien la enseñanza virtual, no sabrán qué actividades pueden eliminar y qué actividades agregar y apenas modificarán sus programas pasándolos de lo presencial a lo virtual. Si no tienen un conocimiento profundo de la materia que enseñan estarán perdidos en el aula virtual.


En los archivos de la Universidad se pueden mantener durante un tiempo las aulas virtuales, cuando ya concluyó el semestre. Generalmente se van borrando. Pero, mientras no se borren, el curso virtual queda ahí con todo lo que hicieron los estudiantes: si hicieron un foro, si vieron un video, las discusiones que hubo en los foros… Todo queda ahí. Es bueno mantener las aulas por un tiempo por si surge algún reclamo.


Veamos ahora cuáles son los elementos clave para desarrollar una educación en línea de calidad, qué es lo más importante a tener en cuenta para que el aula virtual funcione y los estudiantes vivan un adecuado proceso de enseñanza-aprendizaje.


La organización es uno de esos elementos clave. Ofrecer cursos en línea implica un tremendo trabajo de equipo. Supone que todos y todas en la institución educativa se muevan en una perfecta coreografía, como en un baile colectivo donde cada quien debe coordinar sus pasos con los de los demás. Como en una orquesta en la que cada quien toca su instrumento bien y a tiempo. Y siendo así, es fácil que una pequeñita falla genere un caos que lo impacta todo, que afecta después a cada estudiante de cada curso. En la organización de todo el equipo juega un papel clave la gente de informática. También, los encargados de la gestión académica, que no necesariamente son docentes. Por eso, pienso que la educación de hoy en día necesita de más ingenieros, necesita de gente entrenada para pensar con lógica de causa y efecto, entrenada para buscar soluciones, para anticiparse a los problemas, para innovar. Personas así apoyan a los académicos para que funcione todo el engranaje virtual.


La educación presencial también requiere de organización, pero en la educación virtual cualquier falla se experimenta inmediatamente. Y no toda la calidad de la educación virtual la garantizan las facultades. En la UCA tenemos hoy una gran ventaja porque la Vicerrectora administrativa es una académica que entiende bien la educación superior de nivel mundial y administra la UCA para que los profesores se dediquen exclusivamente a enseñar. Esto es una gran ventaja, porque con una administración que no entiende o no quiere entender, que hace de cada solución un problema, no se puede avanzar.


Que toda la institución esté en función de garantizar esta modalidad de enseñanza implica también mucha planificación. Para los docentes es un reto enorme porque en un curso virtual, en un aula virtual, no se puede improvisar, como sí lo pueden hacer en un aula presencial, donde ante cualquier imprevisto el docente puede salir al paso improvisando algo. En el aula virtual no puede. Todo tiene que estar bien diseñado en tiempo y forma. Todo. Y por eso, hasta al docente más experimentado “se le cae el zapote”… o se le puede caer simplemente porque no planificó bien en la plataforma una fecha, porque no programó bien el espacio en donde iba a subir la tarea o la fecha límite en la que la iba a revisar. Tiene que planificar muchos detallitos, que en la enseñanza presencial no le quitan ni un segundo, pero que en la virtual tienen que ser exactamente planificados. Cada actividad debe ser no sólo bien seleccionada, sino bien programada con fecha y hora. Y tienen que estar todas bien activadas en la plataforma.


En la enseñanza virtual todo mundo se tiene que organizar, enfocado todo mundo en el objetivo de enseñar. Se tiene que organizar la institución, los docentes, y diría que también los estudiantes. La organización requiere una buena comunicación entre el cuerpo docente y los mandos intermedios de la institución. Una buena organización requiere que esos mandos intermedios tengan un liderazgo. En las Universidades no necesitamos caudillos, no requerimos de individualidades de quienes brota toda la sabiduría. Necesitamos que toda la orquesta conozca bien la partitura y haga su papel tocando el instrumento que le corresponde.


¿Cuánta gente hay en la UCA en esa orquesta? Unas 400 personas. Están todos los docentes, todos los que dirigen cada departamento y quienes coordinan cada carrera. Está todo el equipo de informática. Están quienes hacen toda la gestión centralizada de los cursos, de las matrículas, de los pagos. Para la Universidad, organizar a tanta gente en lo virtual para que funcione sin problemas resulta mucho más complejo que cuando la educación es sólo presencial.


Porque todo lo que hay tras las bambalinas del aula virtual no se puede improvisar, tantas escuelas y colegios se la vieron tan difícil al tener que pasar de repente a la educación en línea. Porque no tienen todo ese know how. Y esto de la organización y de los errores que provoca la improvisación no es sólo para la educación universitaria, es lo mismo para la educación primaria y para la secundaria. Los colegios que ya tenían su plataforma virtual más o menos preparada sabían cómo hacer, pero los que tuvieron que improvisar recurrieron al aula virtual de Google, la Google Classroom y en cuestión de días tuvieron que comenzar. Hoy, es tal el nivel de improvisación que madres y padres notan que sus hijos no aprenden, que les mandan tareas que no entienden, sienten que el colegio anda perdido, que van a perder el año. Ven reducida la enseñanza virtual a que el profesor les mande tareas por el teléfono, hasta por whatsapp. Nosotros en la UCA tenemos como política prohibir que estudiantes y docentes se envíen mensajes por whatsapp. Consideramos inadecuado que un estudiante tenga el teléfono celular de su profesor y viceversa, porque eso se presta a muchas cosas, también al acoso sexual. Si un docente está bien organizado y planificado, no es necesario estarlo llamando. Con buena organización todo va a fluir. Y está ahí el aula virtual para poner en ella todo tipo de avisos. Pero cuando el centro de estudios no está preparado la educación virtual no pasa de que la profesora mande whatsapp a los chavalos y a unos les llega y a otros no y en ese relajo, ¿quiénes aprenden?


Otro elemento importante es la comunicación. La educación virtual exige a docentes y estudiantes poder comunicarse por escrito con claridad y con precisión. El docente debe ser capaz de comunicar al estudiante información específica, instrucciones precisas de las actividades que debe realizar. Debe saber responder con claridad a las preguntas que le hagan. En nuestro país nos comunicamos muy bien oralmente. En el aula presencial funciona la oralidad y si alguien no entiende se le explica oralmente, incluso individualmente. Pero esto no funciona en el aula virtual. El lenguaje escrito entendible y preciso se convierte en un reto enorme para que el aula virtual funcione bien.


Ya les dije que la educación en línea desnuda debilidades que ya existían. Una de las mayores que tenemos en Nicaragua está en las carencias generalizadas en lectura y escritura. Tal vez resolver este problema sería prioritario para que la educación en línea funcionara mejor en cualquier nivel de enseñanza. En Nicaragua tenemos personas admirablemente hábiles con la palabra hablada, docentes que en el aula de cemento se desenvuelven impecablemente, que pueden dar una muy buena conferencia, que tienen un magnífico manejo del aula y del grupo, que saben cómo hacer participar a los estudiantes… pero todas esas cualidades no siempre van acompañadas de una escritura clara. Y la modalidad virtual descansa mucho en la palabra escrita. El docente tiene que conducir a los estudiantes con instrucciones escritas con claridad. Naturalmente, es posible darles las instrucciones por medio de videos. El docente se puede filmar dando las instrucciones y subir esa filmación al aula virtual. Pero una buena filmación también requiere de buena tecnología y de un lugar adecuado para filmarse… ¿Dónde filmarse? ¿En la oficina que comparten con otros? ¿En la casa…?


Para un buen profesor presencial ver la reacción de sus estudiantes a lo que les dice le permite saber si están entendiendo o no lo que les está explicando. Sin verlos hay que explicarlo por escrito muy claramente. Y bien sabemos que hay estudiantes, y también docentes, que no pueden darse a entender ni siquiera por medio de un mensaje corto por correo electrónico. No emplean una buena puntuación. En estas condiciones, ¿cómo un docente que no tiene habilidad para expresarse bien por escrito, al nivel de complejidad que requiere su asignatura, podrá conducir un curso durante todo un semestre? Y el estudiante, ¿sabrá leer y entender las instrucciones que le están dando y los contenidos que se le proponen? Dar una instrucción por escrito supone un nivel de abstracción importante. Saberla interpretar también. Ante esta carencia generalizada, la solución no está solamente en los cursos de capacitación para el uso de la tecnología, porque el primer problema es otro: es aceptar que mucha gente no sabe comprender lo que lee y no sabe escribir lo que quiere comunicar.


Superar esto es una enorme y prioritaria tarea del sistema educativo nacional. Entretanto, es también clave para que la modalidad en línea funcione la capacitación permanente de los docentes para que sepan aprovechar al máximo el aula virtual. No basta con una semana de capacitación tecnológica. Uno puede dar cursos y diplomados enteros sobre educación virtual y siempre encuentra novedades. La UCA tiene una ruta de formación para los docentes, en la que hay hasta diplomados en educación en línea. También tiene cursos rápidos, tutoriales en línea, asesorías individualizadas, para que cuando un docente se encuentre con un problema específico pueda contactar a una persona experta que le ayude a resolverlo. Han sido de gran ayuda, muy eficaces. Hemos estado promoviendo el tener siempre a disposición de los docentes a alguien a quien preguntarle cómo resolver alguna dificultad. Quien va a ser profesor virtual debe ser capaz de aprender virtualmente. La Universidad produce tutoriales virtuales para enseñar a los docentes cómo hacer algo en la plataforma. Yo aprendí con excelentes tutoriales virtuales hechos por mis colegas. Tenemos un departamento de educación que tiene una experta en educación en línea siempre disponible para ayudar.


Todos los docentes, sea cual sea su nivel en tecnología, tienen la posibilidad de recibir tutoriales adaptados a su capacidad. Hemos visto que a docentes que no entienden bien cómo dar el salto a la educación en línea, que “están en cero”, hay que formarlos individualmente o reunirlos con otros que estén en ese nivel más básico, porque si participan en cursos con quienes saben más les da vergüenza preguntar. Hay casos extremos de profesores que saben mucho de su campo y saben enseñar, pero por su edad o por cualquier otra razón, no logran dominar la tecnología y no tenemos tiempo de capacitarlos. No los podemos contratar y así perdemos a profesores de largo recorrido por no saber nada de tecnología. Yo diría que hoy todos los docentes de tiempo completo de la UCA ya están bien capacitados y los profesores horarios que tienen más años en la Universidad también. Pero seguimos ofreciendo una capacitación permanente para que vayan aprendiendo nuevas herramientas.


El docente universitario no tiene que ser un experto cibernético. Tenemos algunos profesores que todo nuevo invento tecnológico lo aprenden enseguida. No todos tienen que ser así. Pero todos sí tienen que entender cómo funciona el aula virtual, eso sí. Porque si un profesor no sabe usar el EVA los estudiantes se darán cuenta y le perderán el respeto. El profesor debe moverse en el aula virtual con aplomo, con el mismo aplomo con el que se movía en el aula de cemento. No se puede quedar en “una esquina” del aula virtual como no se quedaría en un rincón del aula de cemento. Si lo hace, perderá a sus estudiantes. No tiene que saberlo todo, pero no puede subir solamente power points… El aula virtual no enseña sola. El docente debe guiar a los estudiantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje. El estudiante no se guía solo y el profesor no está ahí solamente para subir documentos.


Otro elemento importante en la educación en línea es la supervisión. Los expertos en Educación han insistido siempre en la importancia de hacer observación de cátedra para garantizar una educación de calidad en todos los niveles de la educación, primaria, secundaria y superior. Insisten en la importancia de supervisar cómo está dando la clase el docente. Pero muchas veces esto no se hace porque resulta incómodo tener en el aula a un tercero viendo cómo se imparte la clase. El aula virtual es transparente y en la educación en línea esta incomodidad desaparece. El coordinador de la carrera puede entrar en cualquier momento al aula virtual de cualquier profesor de esa carrera para ver qué está haciendo, cómo está manejando su curso, si está atendiendo a sus estudiantes adecuadamente, cómo responde sus preguntas… Puede hacer todo eso siendo invisible, sin causar incomodidad, sin ser visto, sin desviar la atención. Y como en un aula virtual todo queda registrado puede ver si el estudiante bajó un documento, a qué hora lo bajó, cuántos bajaron ese documento, si entraron al espacio de las tareas… Y si un estudiante dice: “Ah, yo no hice eso porque no lo vi”, enseguida se descubre que es una excusa, porque en el aula virtual todo queda registrado.


En la enseñanza virtual, como en la presencial, hay diferencias entre un buen profesor y un mal profesor. Por eso es tan importante la supervisión para darnos cuenta cuando un profesor está teniendo dificultades y necesita ayuda para saber hacer funcionar mejor su aula virtual. Las carreras que funcionan mejor en línea son las que tienen coordinadores que están supervisando permanentemente.


Hay asignaturas que se prestan con más facilidad a la educación virtual. Son fundamentalmente las asignaturas teóricas que pueden generar debate, que admiten una conferencia que virtualmente puede tener la misma riqueza que la que tendría en un aula presencial. Y hay asignaturas perdedoras en la educación virtual. En primer lugar, son perdedoras las del arte y la cultura, los talleres que ofrecemos en la UCA de teatro, canto lírico, coro, danza, música, creación literaria… Todo eso no cabe en lo virtual. Puede ser que con creatividad algo se pueda hacer, pero resulta difícil. El deporte es otro perdedor. A los talleres culturales y a los de entrenamiento deportivo les damos estatus de asignaturas porque son importantes para el desarrollo humano. Por esto, podemos decir que al migrar a la virtualidad perdemos una parte importante del currículo. Tampoco se puede hacer servicio social o voluntariado social, actividades que son tan importantes en la UCA. Tampoco hay lugar para algunas prácticas pre-profesionales, asignaturas que están en los programas de estudio. Tanto en la crisis de 2018, y en esta crisis por la pandemia, hacer prácticas fuera de la Universidad ha sido, y sigue siendo, un riesgo para los estudiantes.


Son también perdedoras todas las clases con laboratorio. En algunos casos algo se puede hacer porque existen simuladores virtuales de laboratorio. Con el desarrollo acelerado de la educación en línea se han ido encontrando soluciones alternativas para algunas asignaturas. En Arquitectura pueden hacerse diseños en software, pero se sigue empleando la mesa de dibujo. En la UCA tenemos mesas, pero hay estudiantes que en sus casas no la tienen. Hay asignaturas que requieren equipos e instalaciones particulares. Y hay equipos muy especiales que no se traducen tan bien a la educación virtual. Estas asignaturas y las que requieren vivir una experiencia fuera de la Universidad no se pueden virtualizar.


En la educación en línea deben plantearse también como actividades muy importantes los programas de consejería dirigidos a los estudiantes más vulnerables. A la UCA llega una población muy heterogénea, en la que hay estudiantes de muy escasos recursos, que estudian con beca, que ya en tiempos normales tienen desventajas. Tenemos varios programas para acompañarlos: tutorías, consejerías, cursos para que mejoren ciertas habilidades que quienes llegan de colegios privados aprendieron en sus colegios, pero no quienes llegan de escuelas públicas. Cuando adoptamos la educación en línea no hay que bajar nunca los estándares, sino al contrario, elevarlos. Tenemos una oficina que cuando inició la crisis por la pandemia se dedicó a contactar, a llamar a todos los estudiantes becados, para saber cuántos tenían Internet, cuántos tenían computadora… o qué es lo que tenían.


Como había muchos estudiantes sin esos recursos y la cuarentena voluntaria convocada por el gremio médico no había aún iniciado, les abrimos el campus y los invitamos a venir a la Universidad a usar nuestras computadoras, a conectarse en el laboratorio de la UCA al Internet, a venir a la biblioteca, facilitándoles lo que no tenían en sus casas. Lo hicimos no sólo con los estudiantes, también con los profesores que no contaban con acceso a Internet y no tenían buenas computadoras. Hay una mayoría de docentes horarios que no tienen en sus casas el Internet con la velocidad que se requiere y tampoco tienen una laptop funcional. Se las proporcionamos y los invitamos a venir: aquí podían seguir trabajando. Como en Nicaragua nunca se declaró cuarentena obligatoria pudimos recurrir a esa solución. Y estuvieron llegando estudiantes de Managua, de Masaya, de Granada, de León… Con los de la Costa Caribe, con los de Condega, con los de municipios y departamentos alejados de Managua esto no fue posible. Así funcionamos hasta que la propia UCA, al terminar el semestre, determinó una cuarentena estricta.


Cuando estuvimos contactando a nuestros estudiantes becados descubrimos que muchos buscaron la solución o se la rebuscaron: consiguieron una computadora o un modem prestados, fueron donde el vecino o donde el amigo. Buscaron cómo seguir estudiando. Incluso una estudiante que estaba en la isla de Ometepe cuando los antimotines atacaron y mantuvieron asediada la isla se fue huyendo cargando su computadora y su módem para seguir trabajando… Esto nos reforzó en la idea de que la alternativa no es nunca bajar los estándares, bajar la exigencia. Una idea que es importante porque en nuestra comunidad educativa está muy presente la tentación de bajar las exigencias a los estudiantes becados en momentos de crisis…


Una ventaja que tiene la educación en línea es que cualquiera tiene la posibilidad de acceder a programas educativos en línea que hay en otros países, en los que no podría participar si no fueran virtuales. Esto es una gran oportunidad. Hoy existen maestrías en línea y hasta doctorados en línea. Otra ventaja es crear en el aula virtual experiencias internacionales. Un docente en Nicaragua puede conectarse con un profesor de otro país, unir sus clases y los estudiantes que participan crecen con esa experiencia, que es el equivalente a los intercambios académicos tradicionales, porque a esos intercambios van quienes tienen familias que les pueden pagar el pasaje o quienes tienen visa para Estados Unidos. Y hay una mayoría de estudiantes que ni se pueden plantear ir a esos intercambios.

¿Está resultando tan buena la enseñanza como cuando recibían clases presenciales o no? ¿Chavalas y chavalos han aprendido como antes aprendían? Cuando evaluamos, los estudiantes dicen que aprenden, que todo funciona bien, pero también dicen que no les gusta la educación virtual porque siempre la comparan con la presencial. Al menos, se han logrado adaptar y han seguido aprendiendo.


El énfasis actual en la promoción de la educación virtual no es una consecuencia directa de las reformas neoliberales en la educación. La educación virtual precede a las reformas neoliberales, y las reformas neoliberales van más allá de sus consecuencias en las modalidades y métodos de enseñanza y estudio. Lo que sí hay que decir es que las reformas neoliberales tienen una especial inclinación a promover las tecnologías de la información, a generar usuarios para las compañías de telecomunicación, de Internet, de software no libre, cuyas licencias cuestan un ojo de la cara. Se sabe que las empresas que producen software educativos invierten miles de millones de dólares al año convenciendo a instituciones educativas y al público en general de que la educación virtual es tan buena como la presencial. Sin embargo, el elemento más importante de las reformas neoliberales en la educación superior es enfocarse no en el aprendizaje del estudiante, sino en la satisfacción que recibe de su centro de estudios. Convierten al estudiante en un cliente y al docente en un profesional que tiene que ofrecer una educación que deje satisfecho al estudiante. ¿Eso es malo? No, pero tampoco es el objetivo principal de la educación. Las reformas neoliberales enfatizan los sistemas de control en las instituciones educativas para lograr ese fin: la sensación de satisfacción en el estudiante. Es secundario si el estudiante aprende o no aprende, lo que importa es que el estudiante esté satisfecho y le guste lo que le “vende” la institución educativa. Convierten la Pedagogía en el estudio de cómo gerenciar instituciones educativas para lograr clientes-estudiantes satisfechos. En esas aguas navegan hoy las Universidades. Esas ideas han llegado también a Nicaragua y sobre esa lógica descansan los procesos que regula en Nicaragua el CNEA (Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación). Son procesos que no garantizan una mejora sustancial de la enseñanza. La enseñanza virtual agudiza el enfoque neoliberal en estudiantes que, como “clientes”, tienen la convicción de que cuando pagan la universidad están comprando un producto y que cuando ésta les ofrece clases virtuales les está vendiendo un producto de segunda categoría. Esa tensión la vivimos.


Otra tensión que vivimos en un país como es la Nicaragua actual, es el de estar solos. Las instituciones que son autónomas están solas. La UCA está sola. No hay ningún proyecto estatal que colabore para que todas las Universidades se preparen mejor para la educación virtual. Ni siquiera el Gobierno ha suspendido las clases presenciales en las universidades públicas, tampoco en las escuelas públicas. Increíblemente, en Nicaragua la modalidad de estudio se volvió un tema político. Quienes obedecen al régimen y han perdido todo vestigio de autonomía, evitan la virtualidad. Esto confunde a estudiantes y docentes y echa por la borda cualquier afán de proteger a las personas en tiempo de pandemia. Algunos docentes horario de la UCA han estado enseñando en línea a nuestros estudiantes, pero han debido continuar presentándose en las aulas de clase de otras universidades públicas.


El CNU (Consejo Nacional de Universidades) debería haber estado preparado para el reto de masificar la educación en línea, considerando que en marzo de 2017 inauguró la Universidad Abierta en Línea, en la que dijo ofrecería licenciaturas, carreras técnicas y cursos libres a más de 20 mil estudiantes. A la inauguración de aquello vino el presidente de las Universidades Populares de Extremadura, que lloró de la emoción y dijo que Nicaragua estaba “haciendo historia” y se convertía en un ejemplo a nivel mundial de la democratización de la educación superior. Hoy no sabemos en qué ha quedado este proyecto, que siempre me pareció el equivalente al del Canal Interoceánico, una tremenda farsa.


Hoy en Nicaragua, no sólo el que la mayoría no tenga un buen Internet en la casa, también la escasa cercanía de las familias de los estudiantes con la tecnología, provoca que haya muchos estudiantes más pequeños que no tienen quién les ayude en sus casas porque en sus familias no hay nadie con competencias mínimas para acompañarlos. Esto les ocurre también a universitarios. Hay muchos factores culturales que son un obstáculo enorme y que explican que la mayoría no aprecie, y hasta deteste, la educación en línea. En primer lugar, la gente compara la virtual con la presencial y siempre sale perdiendo la virtual. Todo docente prefiere ver a sus estudiantes y todo estudiante quiere ver a sus profesores. Y toda familia siente que en casa “no aprenden mucho... o no aprenden nada”. No es comparable una modalidad con la otra, pero la gente las compara siempre. Los chavalos y las chavalas siempre responden así a nuestras evaluaciones: “¿Aprendió? Sí. ¿Fue bueno el profesor? Sí. ¿Hizo esto, hizo lo otro…? Sí. ¿Logró los objetivos? Sí”. A todo responden que sí. Pero, cuando les preguntamos si llevarían otro curso virtual responden NO. “¿Explique por qué? Porque prefiero los presenciales”. Entonces, sabemos que lo estamos haciendo bien, lo mejor que podemos. Pero sabemos que la modalidad no le gusta a la gente. Y si uno está convencido de que no aprende, no aprende. Porque así somos los seres humanos.


Esto resulta muy curioso en estos tiempos, cuando la gente está dispuesta a enamorarse en línea, pero no a estudiar en línea. Cuánta gente no busca pareja en línea, cuántas no conocieron al novio en línea y salen con él, cuántos no se toman unos tragos con alguien que acaban de conocer en línea, ¿pero aprender la historia de Nicaragua en línea? No.


Hay también un asunto de peso relacionado con los prejuicios ante la educación virtual. Y es la “cultura académica”. La cultura académica que predomina en un país, en una institución, en una facultad, está a veces muy arraigada. Cada facultad universitaria es un “país con diferentes pueblos”, que son los departamentos académicos. Los estudiantes de Derecho tienen su particular cultura académica. Son de cierta manera, se les nota en todo. Igual los de Comunicación o los de Ingeniería o los de Economía. Hay culturas académicas con sus subculturas. Es la riqueza de una Universidad, es algo positivo, pero esas subculturas en gran medida determinan también la capacidad que tendrá un estudiante para abrirse a la educación en línea o para aprovecharla mejor. Hay carreras en las que la virtualidad es connatural a su disciplina, mientras que en otras es accesoria.


En Nicaragua, la cultura académica que predomina en general tiene un problema: necesitamos promover la autonomía y la proactividad del estudiante universitario en su proceso de aprendizaje, pero nuestros estudiantes están acostumbrados a ser llevados de la mano por los profesores en frecuentes y extendidas sesiones en el aula de clases. Los llevan “de la manito”… La falta de autonomía en los estudiantes los deja menos preparados para adaptarse a lo virtual, para seguir aprendiendo en circunstancias difíciles. Tenemos también un sistema de evaluaciones continuas, en las que los estudiantes van acumulando puntos, puntos, puntos… Se va subdividiendo cognitivamente sus habilidades. Los conocimientos son evaluados poco a poco para que el estudiante vaya de pasito en pasito y cuando se le pide algo más completo se desconfigura, porque está acostumbrado a que le lleven de la manito: ahora esto, ahora lo otro, ahora esto…


Me estoy refiriendo a la educación superior, dirigida a estudiantes que deben ser autónomos. Con estudiantes de primaria, ahí sí hay que llevarlos de la mano para que no se pierdan. En la escuela primaria, menos en la secundaria, deben avanzar poco a poco hacia la autonomía. Pero no siempre es así y en nuestra cultura académica seguimos viendo y tratando al estudiante universitario como si fuera un estudiante de primaria… El colmo es cuando se pretende unificar los syllabus de las asignaturas temiendo que si un docente le dice una cosa a un universitario y otro docente le dice otra, se va a confundir, cuando sabemos que el conocimiento se forma escuchando distintas opiniones y haciendo discernimiento sobre una pluralidad de criterios.


Si nos comparamos con otros países, en los que en un semestre el profesor planifica evaluar a sus estudiantes con dos o tres trabajos, y hasta con uno solamente, en Nicaragua pueden ser diez o quince las evaluaciones. Esto puede tener ventajas: que el estudiante no se asuste, que vaya ganando puntos, evitar que lo reprueben, darle al docente la posibilidad de ir detectando casi semanalmente cómo va el avance en los aprendizajes… Pero tiene aspectos negativos porque el chavalo se acostumbra a que lo lleven de la mano y reduce su capacidad de entender una instrucción amplia y ejecutarla con sentido común y eso es lo que tendrá que hacer cuando ya sea un profesional. En lo presencial los acostumbramos a ir de la manito y en lo virtual reproducir eso es más complicado y pesado. La virtualidad puede sentirla más solitaria alguien que está acostumbrado a pedir constantes aclaraciones al docente.


Esta cultura académica deja a los estudiantes menos preparados para estudiar y para aprender en la situación de emergencia que está atravesando el país y todo el planeta. ¿Y quién nos dice que no vendrá otra pandemia provocada por otro virus? ¿Y quién nos dice que no va a haber otro “abril” contra el régimen? Tenemos entonces que aceptar que la educación en línea va a estar ahí como tabla de salvación. Porque si no, ¿qué hacemos? ¿Cerramos la Universidad?


Queramos o no, la educación virtual está ahí y experimentará un desarrollo continuo. Para bien y para mal. Para bien, porque cada día se ajusta más a las necesidades de los usurarios, porque cada día es más fácil aprender a usarla y adivinar cómo se programa. Cada día es más accesible. Y para mal, por lo que ya hemos dicho del refuerzo de las desigualdades económicas y sociales. Y porque las instituciones educativas de los países como Nicaragua tenemos que invertir mucho dinero en tener y mantener los servidores con la velocidad de Internet necesaria. La educación virtual puede ser más costosa que la presencial. Mantenerse al día es muy caro. Lograr tener al día los servidores con capacidad para que no se caiga la plataforma es caro. Hay Universidades que tienen lo último. La UCA no lo tiene, pero hemos sabido usar muy bien lo que tenemos. Sin embargo, llegará el momento en que habrá que invertir más en tecnología. Los estudiantes también tienen que gastar más en tecnología si quieren estar al día. Hoy en día pueden ser estudiantes sin libros, pero no sin computadoras. Igual los profesores.


Hacen falta más investigaciones que tengan en cuenta los aspectos sicológicos y culturales de la educación en línea porque los estudios que abundan son los que se concentran en la tecnología y en todo lo fabuloso que la tecnología permite hacer. Pero estudiar, enseñar y aprender es también un fenómeno social. Se necesitan estudios comparativos, situados en distintas realidades, que nos permitan entender para qué tipo de educación es mejor, qué materias se adaptan mejor y cómo, qué procesos mentales fomenta lo virtual, para qué edades es más adecuada, qué herramientas son mejores para enseñar qué… Hay todavía muy poco estudio de todo esto. Y como los expertos en educación en línea son a la vez promotores de la educación en línea muchas de las investigaciones que hacen tienen una agenda oculta: demostrar qué maravillosa es y mostrar que criticarla es equivocado. Lo que hay que hacer ahora es entender cada vez mejor sus limitaciones y ventajas basándonos en estudios interdisciplinarios que permitan seguirla desarrollando de manera más equitativa y abierta.


A pesar de todas sus ventajas resulta una simpleza decir que toda la educación debe pasarse ya a la modalidad virtual porque ahí está el futuro. Hay que ver esta modalidad como lo que es: un importante avance tecnológico que nos ha permitido y nos permite seguir adelante con nuestro trabajo educativo en condiciones de emergencia como las que estamos viviendo. A la UCA nos ha demostrado que tenemos capacidad de adaptarnos, que hemos desarrollado resiliencia. Para la UCA es un seguro de vida y ha sido una tabla de salvación.


Cuando en 2018 venir a la Universidad implicó un riesgo para la vida de los estudiantes, chavalos y chavalas se arriesgaron entrando al campus y saliendo del campus. Entonces, y ahora con la pandemia, la educación en línea ha sido esa tabla de salvación. Profesores y estudiantes lo entendieron y decidieron estudiar en línea, porque era lo único que había. Y nadie nos ha exigido y reclamado las clases presenciales porque todo mundo sabe muy bien lo que está pasando. Cuando estudiaren línea es la alternativa a no estudiar, la gente acepta. Por eso vale la pena seguir promoviendo la educación en línea.


Pero esto no quiere decir que la UCA va a pasarse para siempre a la enseñanza en línea. Los estudiantes extrañan el campus, extrañan venir a la Universidad, ver a sus compañeros, ver a sus “profes”, bromear, tomarse fotos, comer, jugar, estar juntos… Nosotros también los extrañamos. El espíritu gregario es un factor poderoso que nos define a los seres humanos y que también nos educa. Por eso, apenas sea posible la UCA volverá a las clases presenciales. Profesores, estudiantes y administrativos están desesperados por regresar a lo presencial. Y sí, cuando las cosas mejoren, volveremos a la educación presencial. ¡Y lo haremos inmediatamente!

 

Por: Wendi Bellanger - Vicerrectora académica de la Universidad Centroamericana.

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