Lady Gaga hace historia en Copacabana: más de dos millones de almas, un homenaje esperado y un atentado frustrado
- Jairo Videa
- 4 may
- 5 Min. de lectura
El público, predominantemente joven y queer, ocupó cada rincón de la playa desde la madrugada, muchos disfrazados de sus múltiples versiones: desde la Gaga de Alejandro hasta la mutante de Chromatica. En la multitud también había familias enteras, turistas de todo el mundo y de todas las edades, funcionarios estatales, artistas locales, empresarios y curiosos, todos unidos por una misma emoción: la de presenciar a una artista que no solo canta, baila y cuenta historias, sino que encarna el derecho propio a ser diferente.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Rio de Janeiro, Brasil

Trece años después de haber cancelado su actuación en el festival Rock in Río por una dolorosa crisis de fibromialgia, Lady Gaga (Nueva York, 1986) cumplió con su promesa no dicha: brindar a Brasil el espectáculo de su vida. La noche del sábado 03 de mayo de 2025, la estrella del pop ganadora del Oscar, Grammy y el Globo de Oro, congregó a más de 2,1 millones de personas en la playa de Copacabana, Rio de Janeiro, ofreciendo un concierto gratuito sin precedentes en su carrera y que marca un hito en la historia del entretenimiento masivo en América Latina y el Sur Global.
El recital —tercera parada de la gira mundial con la que presenta su nuevo álbum Mayhem— superó incluso la icónica presentación de Madonna en el mismo lugar un año atrás, que había reunido a 1,6 millones de asistentes. El evento, impulsado por el programa municipal Todo el mundo en Río, no solo simbolizó una reconciliación emocional con el público brasileño, sino que también se convirtió en una impresionante operación de reactivación económica y cultural, estimada en más de 100 millones de dólares (75 millones de libras) en retorno local, a más de 1,300 kilómetros de la capital, Brasilia, según autoridades cariocas.
La jornada comenzó desde las primeras horas del sábado, cuando miles de personas —algunos vestidos como sus ídolos, otros con banderas arcoíris al viento— comenzaron a posicionarse frente al mar para no perder detalle. La expectativa era desbordante. Desde el hotel Copacabana Palace, donde la cantante se hospedó por casi una semana, los seguidores coreaban su nombre, una devoción que Lady Gaga recompensó incluso antes del concierto, apareciendo en un ensayo la noche previa, y mandando pizzas a quienes
En escena, Gaga desplegó todo su imaginario visual con una escenografía de ópera barroca, trajes mutantes y coreografías con esqueletos. La apertura, con Bloody Mary, marcó el tono dramático del evento, que no tardó en encenderse con Abracadabra, su más reciente éxito. Uno de los momentos más simbólicos ocurrió cuando se despojó de su imponente vestido rojo para revelar uno con los colores de Brasil, acompañado por una banda cruzada al estilo presidencial.

El vínculo con el público brasileño fue central en el discurso de la noche. "Sin vosotros, el increíble pueblo de Brasil, yo no tendría este momento", dijo entre lágrimas, antes de interpretar Alejandro. La emoción se transformó en euforia con clásicos como Poker Face, Born This Way y Bad Romance, canciones que la consagraron como ícono LGBTIQ+ y que, en Copacabana, se sintieron como en casa.
Una amenaza silenciosa y el operativo que la evitó
Aunque la noche transcurrió sin incidentes visibles, la Policía Civil de Río de Janeiro reveló posteriormente que desactivó un atentado con bomba planeado para el concierto. En coordinación con el Ministerio de Justicia, se arrestó al presunto autor intelectual en el estado de Rio Grande do Sul y a un adolescente en Río, este último también por almacenamiento de pornografía infantil. La operación, denominada Monstruo Falso, permitió desarticular una red que promovía discursos de odio y radicalización juvenil en línea, con simbología extremista, la bandera de Israel y lenguaje codificado.
Los detenidos, según el reporte policial, se identificaban como seguidores de la cantante, pero buscaban notoriedad en redes sociales mediante un ataque con explosivos caseros durante el concierto. La amenaza fue detectada gracias a labores de inteligencia cibernética, que llevaron al despliegue de más de 5,300 agentes, puntos de control, vigilancia con drones y reconocimiento facial, garantizando así la seguridad del evento más multitudinario del año. A uno de los sujetos detenidos se le decomiso dos armas y muchos proyectiles.
Fotografías de AFP y cortesía:
El monumental concierto no solo fue un acto musical, sino una declaración política y cultural. Lady Gaga, de 39 años, ofreció un espectáculo a la altura de su leyenda, fusionando ópera pop, performance y activismo queer. Entre baladas como Shallow y nuevas composiciones como Vanish Into You, la artista rompió las barreras entre la diva y la multitud, bajando del escenario para saludar, enviar pizzas desde el hotel durante la semana e incluso cantar improvisadamente en los ensayos.
El impacto económico también fue notable. Con un presupuesto de 30 millones de reales en fondos públicos (aproximadamente 4,7 millones de euros), el concierto se financió en parte gracias al patrocinio de marcas comerciales —las principales, una reconocida cervecera y un banco mundial— y se justificó como un vehículo de promoción turística y dinamización de la economía local. Hoteles llenos, restaurantes desbordados y una ciudad que volvió a exhibirse en los medios globales como un epicentro de cultura masiva.
La noche cerró con Bad Romance, un despliegue final cargado de teatralidad y emotividad. Con fuegos artificiales saliendo del océano y la banda detenida, Gaga y su cuerpo de baile se sentaron en silencio a contemplar la escena. "Gaga, eu te amo", gritaban miles en la arena. Ella, entre lágrimas, solo atinaba a llevarse las manos a la cara, abrumada por la magnitud de la noche. Era más que un concierto: era una deuda saldada, una historia de redención artística y un momento histórico para la cultura pop mundial.
Río de Janeiro, una vez más, confirmó que sabe recibir a las grandes divas del mundo. Y Lady Gaga, por su parte, convirtió lo que pudo haber sido un simple espectáculo promocional en una experiencia colectiva, irrepetible y profundamente humana.
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