Una despedida planetaria para el papa Francisco. Entre la multitud y los poderosos, recibe el último adiós
- Jairo Videa
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Entre la multitud congregada se distinguían los colores de los trajes litúrgicos de unos 5,000 clérigos y la imponente presencia de 220 cardenales, dos de ellos centroamericanos, contrastando con el luto riguroso de presidentes, monarcas y primeros ministros. A la izquierda del altar, la concentración de poder político era visible: Donald Trump, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Ursula von der Leyen y Emmanuel Macron, entre otros, asistieron pese a que muchos de ellos fueron en vida objeto de la crítica abierta del primer Pontífice de Latinoamérica. Francisco les había reclamado en algún momento su indiferencia ante las y los migrantes, el deterioro ambiental y la marginación social.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Roma, Italia

Bajo el cielo azul de Roma y un respeto unánime de pequeños y grandes, católicos, judíos y ateos, decenas de miles de personas y líderes de todo el mundo se congregaron hoy, sábado 26 de abril de 2025, para despedir al papa Francisco, fallecido el lunes 21 de abril tras salir el Sol a los 88 años, dejando atrás un pontificado de 12 años que reconfiguró profundamente el rostro de la iglesia católica, y una vida conectada con los más desfavorecidos y quienes necesitan del cobijo religioso. La ceremonia fúnebre, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, fue tanto un adiós multitudinario como un silencioso testimonio del vacío que deja el Pontífice argentino. "Fue un papa en medio de la gente", señaló Battista. Recordó además que el mensaje de Jorge Mario Bergoglio era preciso y conciso, para una sociedad más justa, prospera y humanitaria: "construir puentes y no muros".
Más de 400,000 personas acompañaron el último adiós, 250,000 en la plaza de San Pedro y otras 150,000 a lo largo del recorrido fúnebre por una buena parte de Roma. La ciudad eterna, con sus cúpulas centenarias y calles milenarias, vibró al ritmo de campanas de duelo, mientras los aplausos espontáneos y gritos de "¡Gracias!" acompañaban el cortejo del papa del pueblo.
La basílica vaticana reunió a representantes de 146 naciones, incluidos 10 monarcas y 50 jefes de Estado y de Gobierno. Entre los asistentes destacaron figuras con las que Francisco mantuvo tensas diferencias políticas, como Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), Giorgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la Unión Europea. El contraste entre su presencia solemne y las palabras que tantas veces dirigió contra las políticas de exclusión, guerra y negligencia ambiental fue palpable. La homilía recordó precisamente esos principios, ante el silencio impenetrable de muchos dignatarios.

El ritual, que involucró a casi 5,000 clérigos, reflejó la riqueza de diversidad que Francisco abrazó: plegarias en árabe, español, mandarín y otras lenguas acompañaron el adiós, mientras hábitos de distintas confesiones religiosas se mezclaban en la explanada. A la izquierda del altar, 220 cardenales vestían sus rojos paramentos, formando un mar de escarlata en contraste con el negro sobrio de los trajes oficiales. Es en ese sentido que también trascendió este funeral, entre amor, lágrimas y diversas formas de respeto; por un lado, el grupo de religiosos más poderosos del mundo enfocados ahora en quién debe —y cómo se debe— manejar la cabeza del catolicismo, que ganó más que territorio y público con Francisco; en la otra esquina, políticos, saludando y saludando, con reuniones bilaterales para continuar forjando un mundo cada vez más brutal contra las y los vulnerabilizados, los más urgentes de la protección divina de Dios en la Tierra.
La emotividad alcanzó su punto álgido cuando los miembros más cercanos de su entorno vaticano —secretarios, enfermeros y asistentes personales— besaron su féretro en un gesto íntimo de despedida. Entre sus familiares, estuvo presente Ana Rosa Sivori, prima lejana y salesiana misionera en Tailandia, y Mauro, hijo del fallecido Oscar Bergoglio, uno de los hermanos de Francisco.
Fotografías de The New York Times:
La ceremonia concluyó poco después del mediodía, tras dos horas de liturgia, mientras los rayos de Sol comenzaban a hacerse intensos sobre la Via della Conciliazione. Al trasladar el ataúd hacia el vehículo fúnebre, Roma entera se convirtió en escenario de una despedida histórica, antes vista, pero "nunca tan dolorosa, esperanzadora y vivida cómo esta", según una monja centroamericana que pudo ver el paso del ataúd: campanas doblando desde todas sus iglesias, filas de ciudadanos apostados a lo largo del recorrido, ventanas abiertas para lanzar un último saludo, y el eco de una gratitud colectiva, replicada también en Buenos Aires, Ciudad de México, Ciudad de Guatemala, Madrid, Tokio, Argel y Sídney.
El último viaje de Francisco cruzó lugares emblemáticos de la ciudad: desde Largo Argentina, donde cayó asesinado Julio César, hasta los Foros Imperiales y el Coliseo. Un recorrido que encapsulaba dos mil años de historia: de la Roma pagana a la Roma cristiana, del imperio que persiguió a los primeros cristianos al Vaticano que hoy despide a uno de sus líderes más carismáticos. Humanista. Transformó por mucho a la iglesia católica de hace una década.

En la basílica de Santa María la Mayor, el féretro fue recibido por guardias suizos y medio centenar de personas vulnerables a quienes Francisco tendió la mano durante su papado: migrantes, refugiados, personas sin hogar, trabajadoras sexuales transgénero. Cada uno depositó una rosa blanca como último tributo.
El ataúd contenía el "rogito", un documento que resume la vida y legado del Pontífice. Destacaba su elección de una vida austera, su insistencia en una iglesia misionera y en movimiento, y su dedicación incansable a los más marginados, "buscando siempre proteger, cobijar y guiar a los más necesitados de amor y compasión", señaló una abogada atea, quien dice aprender mucho todavía de las enseñanzas de Francisco. La lápida de mármol de Liguria, tierra natal de sus abuelos emigrantes, selló su tumba.
Fotografías de The New York Times:
Durante su papado, Francisco recorrió el mundo con una energía incansable. Desde su simbólico primer viaje a Lampedusa en 2013, donde denunció la indiferencia ante el drama migratorio, hasta su presencia en Mosul, devastada por la guerra, y en Sudán del Sur, Bergoglio llevó su mensaje de paz y justicia social a los rincones más necesitados. Asia, América, África, Oceanía: su huella fue planetaria y penetrante. Dejó una marca siempre, con cada declaración y acto.
En los últimos meses, con su salud quebrantada, sus desplazamientos se redujeron a los límites de su modesta residencia en Casa Santa Marta. Sin embargo, su influencia, construida con palabras y gestos, permanece viva, como testimonio de un liderazgo que desafió al poder y caminó junto a las y los olvidados.
Hoy la iglesia enfrenta el desafío de continuar su legado en un mundo polarizado, en competencia desleal y herido. Francisco se ha ido, pero su voz —y la memoria de su pontificado valiente y crítico— resuena en cada rincón donde defendió la dignidad humana, la justicia social y el cuidado del planeta.
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