Ceshia Ubau: "Disciplina. Eso es importante desarrollar como artistas centroamericanos"
- Jairo Videa
- 15 jun
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 25 jun
Con una voz que canta desde las entrañas y una lírica que conjuga psicología, ternura, memoria y fuego, la artista nicaragüense se ha convertido en una de las voces más potentes y necesarias de la nueva música en Centroamérica. Cantautora, ilustradora y migrante, su arte no solo conmueve: construye refugios.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
San José, Costa Rica

Conversar con ella es entrar a un universo en el que la música, la psicología y la sanación personal se trenzan continuamente, con la sinceridad de quien ha elegido curarse, narrar, resistir y crecer desde el arte. Nacida en Managua, criada entre diarios personales y libretas repletas de letras, y formada profesionalmente como psicóloga especializada en abuso sexual, Ceshia Ubau ha hecho de su carrera una propuesta integral: artística, ética y profundamente humana. A los 17 años comenzó a escribir inspirada por figuras como Silvio Rodríguez, Marta Gómez, Natalia Lafourcade y las leyendas nicaragüenses inigualables Salvador y Katia Cardenal —con esta última ya ha colaborado—.
En esta entrevista con COYUNTURA, Ceshia, de 27 años de edad, reflexiona sobre su vida en movimiento, sus últimos pasos por la región, su experiencia como mujer migrante, artista y terapeuta en Costa Rica, y su forma única de conectar con las emociones más profundas a través de sus canciones. Su segundo álbum, LUZ, fue considerado por la Academia Latina de la Grabación para los Latin Grammy en 2022, y en mayo de 2025, en El Salvador, fue reconocida como la Cantautora Centroamericana del Año en los Premios Música503, obteniendo además tres galardones adicionales que consolidan su presencia en la escena musical regional. Ahora, contabiliza más de 236,000 reproducciones en Spotify y más de medio millón de visualizaciones en YouTube.
Más allá del reconocimiento, hay en Ceshia una voz que no negocia sus convicciones. Ha trabajado junto a organismos como el Fondo de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y la Unión Europea en campañas por los derechos humanos, y su canción Mayahuabá (2019) —ganadora internacional— se convirtió en un himno sobre la ancestralidad y la identidad. Hoy continúa escribiendo desde un día a día activo, creativo y político, quizás sin querer. Su próximo proyecto podría ser un nuevo álbum, no queda claro, pero sí está dispuesta a experimentar sonidos, historias y creaciones.
Desde nuestra Redacción, donde celebramos el arte que confronta y acompaña, consideramos a Ceshia Ubau no solo como el presente más luminoso, sino también como la mejor apuesta musical que ha dado Nicaragua y Centroamérica en muchos años. Como lo fue en su momento Cardenal, Ceshia representa la continuidad de una tradición que ahora abraza nuevos lenguajes, cada vez más regionales y vívidos. Esta conversación con ella es una de las más honestas, sensibles y lúcidas que hemos tenido: un encuentro con una artista que canta, escribe y acompaña desde el corazón y con propósito, aunque ella misma se considera en una "posición de privilegio". "Mi cuerpo me está pidiendo hacer música que invite al movimiento y al baile", explica. "La manera en que naturalizamos y hacemos humor (en Centroamérica) de la violencia es algo que yo cambiaría en definitiva", sentencia.
Pregunta. ¿A quiénes escucha Ceshia Ubau, para entretenerse e inspirarse? Y, ¿cuál consideras que es el espacio seguro para tu proceso creativo?
Respuesta. Todo tipo de música escucho. Es una forma de estudiar, una forma de entretenerme, también, y una forma de sentir. Desde música nicaragüense, centroamericana, hasta Marta Gómez y Silvana Estrada. También soy muy fan de Karol G, tengo ese contraste. Me gusta el flamenco, y así voy, agarrando de todo un poquito. Lo único que no escucho es de Anuel AA, y no por ser fan de Karol G —se ríe—.
En cuanto a mi proceso creativo, creo que más que un espacio lo que necesito son como condiciones, y esas condiciones son cuando voy con una libretita y un lápiz. A veces puede ser una libreta diferente, tengo muchas libretas, pero creo que puede ser en cualquier lugar. Si yo tengo una libreta, y me siento, y empiezo a escribir, es el lugar seguro para mí.
P. Tu música siempre ha tenido una carga emocional poderosa, pero también una raíz profundamente psicosocial. ¿Cómo influye tu formación en psicología en tu proceso creativo y en la manera en que construyes tus canciones, tus videos, tus ilustraciones?
R. Yo siento que la psicología ha sido mi base teórica. A veces escribo sin querer queriendo, porque mis canciones también son mis propios ejercicios terapéuticos. Creo profundamente en la música y en la escritura como herramientas para sanar, y bueno, además está comprobado científicamente que tienen ese poder.
Ubicarme como una persona que, a través de las canciones, explora su mundo interior, me ha ayudado a poner orden en lo que siento. Y no lo digo solo como artista, sino como ser humano. También me ha permitido definir desde qué emoción quiero comunicar las cosas, lo cual me ayuda a ser más precisa y concisa al componer. A veces, cuando hablamos del mundo emocional, podemos perdernos o dispersarnos mucho, y creo que tener claridad emocional me ha dado mayor capacidad de síntesis.
Las canciones, al igual que los poemas, necesitan ser precisas. Y partir de una emoción específica —la que sea— me permite construir desde un lugar más honesto.
En cuanto a los videos, me gusta explorar visualmente lo que no digo de forma literal en las canciones. Me interesa mucho contar historias, tanto en lo sonoro como en lo audiovisual. Esa ha sido también la intención detrás de mis videoclips: reforzar y ampliar el mensaje que llevan mis canciones.
P. El mensaje es claro y poderoso en tu caso. Prueba de ello, los Premios Música503. Arrasaste con cuatro reconocimientos clave. La más galardonada de este año. ¿Qué significado tienen para ti estas menciones en un momento tan complejo para Centroamérica y para las mujeres y las artistas mujeres de la región?
R. Uf… bueno, a nivel personal, estos premios han sido como un abracito, un acompañamiento a mi identidad como centroamericana. Esa identidad empecé a descubrirla más profundamente una vez que salí de Nicaragua en 2018. No solo empecé a reconocerme como nicaragüense, sino también como parte de una región donde todo lo que sucede —desde Belice hasta Panamá— nos impacta, nos atraviesa de alguna forma.
Estos premios fueron y siguen siendo un gran honor para mí. Estoy muy agradecida, especialmente con la comunidad salvadoreña, que siempre me ha recibido con muchísimo cariño. Cada vez que llego allá me siento en casa, de verdad. Hay un calor humano muy particular, una forma de abrazar que me conmueve.
También reconozco que mucho de lo que he podido construir en mi carrera ha sido gracias a una red de afectos y colaboraciones que incluye personas salvadoreñas, costarricenses y de otros países que han creído en mí y me han sostenido en el camino.
Y bueno, uno de los premios —el de Cantautora Centroamericana del Año— me conmovió especialmente. Me emocionó muchísimo porque las canciones, para mí, lo han sido todo. Componer es lo que más disfruto de ser artista. Es lo que me sostiene, lo que me conecta, lo que me define.
P. En mayo visitaste El Salvador y presentaste Un bordado, un homenaje a Beatriz. ¿Cómo viviste esa presentación, y qué sentiste al ponerle melodía y cuerpo a una historia que marcó a tantas mujeres en la región y al sistema de salud?
R. En principio me sentí muy honrada de poder acercarme a la familia de Beatriz, de conocer a doña Delmy, su mamá, y empaparme aún más de su historia. Yo ya conocía lo que había sucedido hace varios años, pero sentía que era necesario —y lo digo así— ofrendar a la región una obra con la intención de hacer memoria de lo ocurrido. Como bien dijiste, fue un caso que nos sacudió a muchas y que también nos hizo cuestionarnos hasta qué punto realmente hemos avanzado en temas de derechos humanos y en el acceso al cuidado de la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Presentar Un bordado en vivo fue una experiencia profundamente emotiva. Se presentó en la Universidad de El Salvador el viernes 30 de mayo de 2025, que en Nicaragua también es el Día de las Madres. En el público estaba doña Delmy y muchas personas —abogadas, activistas— que han acompañado el proceso de Beatriz desde el inicio hasta ahora.
Siento que esta canción también es una invitación a no conformarnos. Sí, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió un fallo a favor y reconoció el caso como violencia obstétrica, pero no es suficiente. Es urgente llevar este tema a la mesa de discusión y exigir cambios reales: que se reformen las leyes en favor de la vida de las mujeres y que se permita el aborto terapéutico, no solo en El Salvador, sino también en países como Nicaragua, donde fue prohibido en 2007.
Es un tema muy sensible, sin duda. Pero creo que abordarlo desde la memoria colectiva es una forma de apostar por la esperanza, de hacer un llamado a que un caso como el de Beatriz no se repita nunca más.
P. Te hemos escuchado en temas que transitan el dolor, la memoria, el duelo, pero también la ternura, el placer, la familia. Entonces, ¿cómo trabajas ese equilibrio entre lo que duele y lo que cuida en tus composiciones?
R. Me encantan estas preguntas. Creo que todo empieza por permitirme vulnerarme. Un amigo me hacía una pregunta similar sobre los conciertos, y me decía: "¿hay alguna forma de no exponerse emocionalmente en un escenario?". Y yo le respondí: personalmente, no hay manera. Puede haber formas de cuidarse, sí, pero si sos una persona honesta con tu arte, no hay forma de no mostrarse tal cual sos.
Para mí, todo parte de un diálogo interno conmigo misma, que no ha sido nada sencillo y aún no lo es. Como psicóloga, también voy a terapia, y eso me ayuda a mantenerme con los pies en la tierra. Porque la música tiene esa capacidad de elevarte, de hacerte volar… y a veces necesitamos maneras amorosas de aterrizar.
Creo que ese equilibrio entre lo que duele y lo que cuida parte de reconocerme como una persona de contrastes. Entender que Ceshia puede tener este posicionamiento político o emocional y, al mismo tiempo, sentir esto otro. Aceptar esa ambivalencia, esa gama de matices, me permite también cuidar mi coherencia. No lo veo como una amenaza a mi credibilidad, al contrario: creo que mostrar que las cosas no son blancas o negras, sino que existen muchas paletas de colores, también enriquece lo que soy, como artista y como persona.
Me gusta que hayas mencionado el tema del placer, porque es algo que he empezado a explorar más recientemente, desde otra mirada. Como mujeres, muchas veces se nos ha socializado para asociar el placer con la culpa. Se nos enseña que si hacemos tal cosa, de tal forma o por ciertas razones, entonces ya no valemos o no merecemos respeto. Eso es algo que he querido desmontar.
Pienso en mis discos como capítulos de ese proceso personal. Con los Ojos del Alma, mi primer álbum, fue mi carta de presentación: ahí están mis raíces folclóricas, lo que pienso de algunos temas sociales, el género, el trabajo infantil, el medio ambiente. LUZ que salió en 2022, es un viaje muy personal donde exploro mi historia familiar y empiezo a nombrarme como migrante, entendiendo que la migración ha atravesado mi familia por generaciones.
Y EDÉN, que salió el año pasado, es un EP muy especial porque ahí exploro temas más íntimos: el cuerpo, el placer, las expectativas. Es una voz más adulta, que ha vivido más cosas, que ha asumido otras responsabilidades y que ha tomado decisiones desde un lugar de conciencia. Me cuestiono qué significa estar cómoda, y si esa comodidad viene de ser aceptada por ciertas personas —amigos, familia, sociedad—, ¿cuál es el costo? ¿Estoy pagando con mi identidad, con mi esencia?
Por eso EDÉN es tan significativo para mí. Cierra con la canción Mujer Salvaje.

P. En esa diversidad, ¿te gustaría experimentar otras sinfonías, otras historias y ritmos? Lo pregunto porque en esencia Centroamérica es más bulla, sonidos de banda, alegría. Eso reflejan las listas de lo más escuchado
R. Totalmente. Siento que he ido explorando nuevos sonidos de forma muy paulatina, escuchando también lo que mi cuerpo me está pidiendo. Y en este momento me pide hacer música que invite al movimiento, al goce, al baile.
Por ejemplo, Mujer Salvaje es un danzal, muy en esa línea. Pero antes de esta etapa más pop, digamos, ya venía experimentando: Melodía Sagrada, por ejemplo, tiene una base de bullerengue y cumbia centroamericana. Me interesa mucho seguir ahondando en esos ritmos que están tan ligados a nuestra región, a nuestra identidad, a esa otra cara de Centroamérica que es pura alegría, ruido, bullicio, trópico.
Y claro, hay varios proyectos que aún se están gestando, algunos que implican otros géneros musicales… pero bueno, todavía no puedo revelar mucho. Por ahí va la cosa.
¿Si eso es parte de un nuevo álbum, una nueva producción? Puede ser, puede ser…
P. ¿Qué canción necesita Centroamérica?
R. Hoy, más que nunca, todos los países de Centroamérica necesitan canciones que nazcan desde la ternura, que inviten a dialogar. Y cuando digo diálogo, no me refiero a esos diálogos político-partidarios a los que estamos acostumbrados, sino a un diálogo que venga de adentro hacia afuera.
Porque más allá del abuso de poder que todos y todas sabemos que ejercen las figuras autoritarias, también hay una cultura política muy arraigada que como nicaragüenses, como centroamericanos, hemos sostenido por siglos y que urge transformar. Entonces, la música —como muchas otras expresiones— puede ser una puerta para abrir esos espacios de diálogo más conscientes, más empáticos, más humanos.
P. ¿Si pudieras cambiar un aspecto de la sociedad centroamericana, cuál sería?
R. Uf, qué pregunta. Es complejo, pero lo primero que me viene es la violencia interiorizada. Esa que cargamos y de la que incluso, a veces, nos enorgullecemos. Y eso es bien delicado, porque gran parte de esa violencia se vuelve chiste, se vuelve meme, se vuelve cultura popular. Por ejemplo: la burla constante hacia las personas campesinas en los programas de televisión; o frases como "mi mujer me gobierna" o "lavo, plancho, cocino… y me dejo pegar". Todo eso, que parece inofensivo o gracioso, normaliza relaciones profundamente violentas.
Ni hablemos de cómo se sigue culpabilizando a las mujeres, con cosas como el mito de la "roba maridos" o la idea de que las mujeres somos traicioneras por naturaleza.
Toda esa cultura de violencia, nos demos cuenta o no, impacta directamente en la manera en que vivimos la política. Porque lo personal, definitivamente, es político.
Y cambiar eso implicaría transformar sistemas enteros: el sistema educativo, los modelos de crianza, los sistemas de salud, el acceso a derechos básicos. Pero también nos obliga a mirar nuestras heridas: las guerras en Nicaragua, en El Salvador, el genocidio en Guatemala, los conflictos armados, la violencia del crimen organizado… Todo eso sigue vivo. Y sanar también pasa por dejar de normalizar esa violencia en el lenguaje, en el humor, en nuestras formas de amar y relacionarnos.
Así que sí, si pudiera cambiar algo, sería eso: cómo normalizamos la violencia. Porque cambiar eso es también abrirle paso a una Centroamérica más viva, más justa, más humana.
P. Tú música, que suena y se recomienda en nuestra radio en línea (AULA MAGNA) y en las listas de buenas canciones, es considerada el presente y el futuro de Centroamérica por al menos cinco miembros de nuestro equipo, que exageradamente consume todo tipo de música. Las principales razones son: el romanticismo de nuestros poetas y escritores en su voz. La sobriedad, fuerza e imaginación de un alma que le canta a la libertad, asimisma y a su pasado, del que tenemos tanto que aprender. Porque así debe sonar lo que fuimos ayer y seremos mañana.
Entonces, ¿qué consideraciones tienes, sobre el futuro de la música en Centroamérica? ¿Cómo lo imaginas? ¿Qué hace falta para que florezca más, con más libertad, creatividad y plenitud?
R. Ala. Gracias. Es una gran responsabilidad. Creo que en Centroamérica tenemos una herencia enorme, y un movimiento muy valioso de la canción social. La canción centroamericana siempre va a hablar de lo que vivimos ahora, de los temas que nos atraviesan: el amor, las relaciones de pareja, las dictaduras, la violencia estructural, y todo eso que conforma nuestra realidad.
Porque insisto: lo personal es político. Y no hablo de política partidaria, sino de "polis", de las dinámicas sociales que nos rodean. Por eso me siento muy honrada de venir de unas raíces musicales con conciencia social, con la intención de hacernos reflexionar, de invitarnos a cuestionarnos.
Yo veo con mucho optimismo cómo la escena musical en la región se está ordenando y formalizando poco a poco, apuntando hacia una verdadera industria musical. No es sencillo: requiere mucha formación, inversión y, sobre todo, mucha disciplina. Eso es fundamental para que como artistas centroamericanos tomemos en serio nuestro proyecto, lo veamos como un trabajo y lo estructuremos profesionalmente.
No le tengamos miedo a la estructura. Las estructuras no quitan libertad; al contrario, están para cuidar nuestro trabajo y nuestras amistades. En una región pequeña como la nuestra, donde generalmente trabajamos entre amigos, poner orden en cómo hacemos las cosas también protege nuestros vínculos.
Hay muchas iniciativas en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Panamá, que buscan formalizar la escena musical regional, ofreciendo oportunidades de internacionalización y profesionalización. Se están creando mercados musicales y espacios formativos, desde cómo hacer un portafolio artístico hasta el manejo de las redes sociales digitales.
Y creo que también debemos ser flexibles y aceptar que vivimos en un mundo que demanda presencia en redes. En la medida que nos sintamos cómodos, debemos aprovechar esas plataformas para compartir nuestro mensaje y llegar más lejos.
P. ¿Aprendizajes personales y profesionales que te ha dejado habitar y crear en Costa Rica?
R. Primero, la importancia de la profesionalización de mi proyecto, de tomármelo en serio. Eso como en términos artísticos. Y en términos personales, saber que tengo la capacidad de hacerme cargo de mí misma, económica y emocionalmente.
P. ¿Cuál es el escenario al que te gustaría llegar?
R. El Carnegie Hall de Nueva York.
P. Una canción de LUZ y otra de EDÉN.
R. De LUZ, Sáname. De EDÉN, Epitafio.
P. ¿Playa o montaña?
R. Playa.
P. ¿Vigorón o baho?
R. Vigorón.
P. ¿Lady Gaga o Beyoncé?
R. Lady Gaga.
P. Para una gira, ¿el mercado mexicano o el de España?
R. —Lo piensa por varios segundos— España.
Nota del Editor: Ceshia Ubau se presentará el sábado 21 de junio de 2025 en el Dharma Fest, en Campo Lago, San Rafael, Costa Rica. Boletos a la venta en este enlace.
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