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PRESIDENCIA

Los nombres que buscan la

de Honduras para suceder a la primera mujer en el Ejecutivo


Exalcalde de Tegucigalpa y excandidato presidencial en 2021, Asfura regresa a la carrera con el respaldo del Partido Nacional de Honduras (PNH), en busca de recuperar el poder perdido. Pese a su carisma popular y experiencia ejecutiva, arrastra denuncias de corrupción y el peso de un partido asociado a redes criminales, saqueo estatal y represión. Su estrategia es mostrarse como un gestor eficiente, alejándose de la figura del expresidente Juan Orlando Hernández.

Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio

COYUNTURA Electoral Honduras 2025

Política y ciudadanía

Domingo 29 de junio de 2025

| Tegucigalpa, Honduras

El "papi" que promete orden, sin romper el molde estatal tradicional

Nasry Juan Asfura Zablah

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Partido Nacional de Honduras (PNH)

Conservador

Nasry Juan Asfura Zablah
Nasry Juan Asfura Zablah
Nasry Juan Asfura Zablah, conocido como "Tito" o "papi a la orden", es el rostro más reconocido del Partido Nacional de Honduras (PNH) ahora, y una figura que encarna tanto la tradición del conservadurismo político hondureño como las contradicciones de una democracia en crisis. A sus 67 años de edad, este empresario de la construcción y exalcalde del Distrito Central se lanza por segunda vez consecutiva como candidato presidencial, buscando revertir la derrota de 2021 frente a la ya casi saliente mandataria Xiomara Castro, y reconquistar el poder para su partido, tras un periodo marcado por escándalos, desgaste y fracturas internas.

Un empresario hecho a pulso… y con botas


Nacido el 08 de junio de 1958 en Tegucigalpa, Asfura es hijo de inmigrantes palestinos, herencia que comparte con otros miembros de las élites empresariales del país centroamericano. Criado en una familia de clase media alta, estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), pero abandonó la carrera para dedicarse de lleno al negocio de la construcción, fundando la empresa Constructora Asfura, con la que amasó su fortuna. Su ascenso empresarial, forjado en la infraestructura y los bienes raíces, sería la base de su narrativa política: la del "hombre que hace", pragmático, austero y con una imagen de obrero exitoso.

Esa imagen sería clave para su marca: camisa arremangada, jeans, botas, casco de obra y un discurso directo, sin adornos. Así nació "papi a la orden", un apodo que se volvió emblema publicitario, símbolo de eficiencia, cercanía y masculinidad tradicional. Un personaje creado en contraste con las figuras retóricas y autoritarias que dominaron el país en años anteriores, aunque no exento de contradicciones.

Su carrera política comenzó formalmente en los años 90, en la administración de la alcaldesa Nora Gúnera de Melgar. Desde entonces ocupó cargos técnicos y administrativos en la Alcaldía de Tegucigalpa, destacando como gerente de Servicios Públicos (1994–1998), etapa en la que su empresa Cosemsa obtuvo contratos cuestionados por conflicto de intereses. Más tarde, en 2009, fue electo diputado al Congreso Nacional, pero renunció al escaño para dirigir el Fondo Hondureño de Inversión Social (FHIS), ganando visibilidad nacional con proyectos sociales y de infraestructura.

En 2013, su salto al poder local se consolidó al ser electo alcalde del Distrito Central con más del 60 % de los votos. Revalidó su mandato en 2017 con un histórico 77 %, tras una gestión marcada por la ejecución de más de mil obras, entre ellas 45 megaproyectos viales. Asfura transformó la capital con pasos a desnivel, bulevares y el anillo periférico, modernizando la ciudad pero generando críticas por deforestación, exclusión de barrios populares y falta de transparencia.

La obra de Asfura como alcalde no fue gratuita. Su gestión fue blanco de múltiples señalamientos por corrupción, nepotismo y uso de recursos públicos con fines políticos. En 2020, la Unidad Fiscal Especializada Contra Redes de Corrupción (UFERCO) lo acusó de desviar 29.4 millones de lempiras mediante cheques personales, entre 2017 y 2018, en un caso que salpicó a su entorno más cercano. Aunque la Corte Suprema desestimó el antejuicio, el caso resurgió en octubre de 2024 cuando el nuevo fiscal Johel Zelaya y el jefe de UFERCO, Luis Javier Santos, presentaron un nuevo requerimiento fiscal por lavado de activos, malversación, fraude, falsificación de documentos y violación de deberes.

A ello se suman revelaciones de los "Papeles de Pandora", que lo vinculan con la sociedad offshore Karlane Overseas S.A. creada en Panamá para adquirir tierras en el anillo periférico, favorecidas por sus propios megaproyectos. Aunque Asfura afirma que abandonó esa empresa en 2007, los documentos lo identifican como beneficiario y refuerzan la percepción pública de que sus negocios y decisiones públicas estuvieron entrelazados.

Estas sombras han sido alimentadas por críticas de antiguos aliados como David Chávez, su excoordinador de campaña, hoy convertido en detractor, quien lo acusa de "fracturar al partido" y encabezar un "PNH corrupto". Pese a ello, Asfura ha logrado contener las grietas internas y consolidarse como el líder hegemónico del nacionalismo.

Liderazgo absoluto, sin ruptura con el pasado


En las primarias del domingo 09 de marzo de 2025, Asfura arrasó con más del 75 % de los votos válidos, superando con holgura a Ana García, esposa del expresidente condenado Juan Orlando Hernández. Su movimiento "Unidad y Esperanza" se impuso también en el Congreso Legislativo: 126 de los 128 candidatos a diputaciones electos pertenecen a su corriente, lo que evidencia el control férreo que ha construido dentro del PNH.

Este dominio partidario le ofrece una plataforma robusta para las elecciones del 30 de noviembre de 2025. Sin embargo, el costo es alto: Asfura no ha marcado distancia clara con el legado del exmandatario Juan Orlando Hernández —que cumple una condena en Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) por tráfico y uso de armas y drogas— ni ha promovido una narrativa de renovación real. Su tibio rechazo al pasado, expresado en frases ambiguas como "hay que corregir lo que se hizo mal", genera desconfianza en una sociedad hastiada de corrupción.

Además, la oposición lo vincula directamente con las estructuras que gobernaron entre 2010 y 2022, un periodo marcado por escándalos, autoritarismo, militarización de la seguridad y el colapso institucional. En este contexto, su candidatura no representa una ruptura, sino un intento de continuidad disfrazado de eficiencia.

Campaña de imagen, no de propuestas


La narrativa de Asfura se apoya en su imagen más que en un programa profundo. Su campaña está basada en el contacto directo, caravanas, visitas a barrios y mitines donde reitera su promesa de "trabajo, sudor y amor". A diferencia de sus rivales, evita propuestas disruptivas. Su plan de gobierno se centra en infraestructura, empleo, seguridad y atracción de inversiones, con énfasis en "orden" y "estabilidad", palabras clave en su discurso. No obstante, evita explicar cómo financiará estas propuestas en un país con más del 50 % del Producto Interno Bruto (PIB) en deuda pública (Banco Mundial, 2024).

En debates como el organizado por el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) en febrero de 2025, se mostró evasivo frente a temas estructurales como migración, salud pública o educación. En un país que ha expulsado a 1.5 millones de personas desde 2010, su falta de posicionamiento sobre derechos humanos, políticas sociales o reforma fiscal lo deja como un candidato moderado en lo económico y conservador en lo político.

Su estilo también ha sido objeto de crítica semiótica: su símbolo, una mano abierta con la frase "papi a la orden", proyecta cercanía, pero también condescendencia paternalista. En redes sociales, opositores lo llaman "el papi del continuismo", una figura que representa el pasado más que el futuro.

¿Un regreso al poder… o al pasado?


A medida que se acercan las elecciones de 2025, Nasry Asfura lidera las encuestas junto a Rixi Moncada del oficialista Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y Salvador Nasralla del Partido Liberal de Honduras (PLH), en un empate técnico. Aunque su experiencia, su estructura partidaria y su imagen de "hacedor" lo posicionan como un candidato fuerte, su gran debilidad radica en la incapacidad de romper con el pasado reciente del Partido Nacional. Es visto por sus críticos como la cara amable del continuismo, una versión suavizada de un régimen marcado por escándalos, impunidad y represión.

Su promesa de devolver el orden a Honduras puede resonar entre sectores conservadores, empresarios y electores nostálgicos del "orden con cemento", pero choca con el hartazgo de una ciudadanía que exige justicia, transparencia y un cambio real de rumbo. Asfura apuesta a que su carisma, su maquinaria política y su legado municipal bastarán para llegar a Casa Presidencial. Sin embargo, el desafío no solo es vencer en las urnas, sino convencer al país de que "papi" no es simplemente un reciclaje con botas.

Nasry Asfura es el candidato del orden, no de la ruptura. Su perfil lo muestra como un líder con experiencia, capital político y control partidario, pero con un historial empañado por denuncias de corrupción, ambigüedad ética y una propuesta que no se distancia lo suficiente de los errores de su partido. En un país urgido de cambios estructurales, "papi a la orden" representa, más que una nueva era, el intento del nacionalismo hondureño por reinventarse sin dejar de ser lo que siempre ha sido.

La lista rápida:

Extradición con EE.UU.:

Si

Aborto terapéutico: 

No

Estado laico: 

Si

Integración centroamericana: 

Si

Apoyo a personas LGBTIQ+: 

Reforma tributaria: 

No

No

Nasry Juan Asfura Zablah

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