Una Nicaragua sin curva ni horizonte
Jairo Videa
Periodista
Mientras la clase política del país discute sobre unidad y cuál es la casilla "más limpia" para futuros comicios electorales, y por otro lado Daniel Ortega se mofa de sus acciones ante la Covid-19 y encabeza lo que parecía ser un "aquelarre revolucionario contra la pandemia y el imperialismo", la ciudadanía sigue sin entender cuál es el rumbo de la nación y hacia dónde nos podrían llevar los actos pirómanos de Murillo. Pero, en medio de tanto, surge la pregunta: ¿ahora qué?
Es sumamente difícil definir lo que se avecina para Nicaragua, pero, analizando las medidas que ha tomado el Gobierno y la negligencia que sobresale de las instituciones del Estado, se puede divisar un pronóstico: más casos de coronavirus, muerte, desempleo e inclusive una nueva ola de retornados y desplazados. Sin duda alguna Nicaragua, bajo el mandato de Ortega, poco a poco ha construido una bomba de tiempo que podría estallar justo antes de las Elecciones de 2021, a conveniencia del dictador.
¿Cuál es el destino de Nicaragua bajo esta nueva realidad? ¿Qué está pasando en el país con el peor manejo de la pandemia en Centroamérica? ¿Cuándo terminará esto?
Unidad, para quienes se portan bien
La crisis humanitaria y sociopolítica iniciada en abril de 2018, debido al actuar criminal por parte de la pareja presidencial y el Estado, ha sumergido al país en una catástrofe económica, migratoria, social, de derechos humanos, política e inclusive cultural, la cual empeoró con la llegada del Covid-19. Nicaragua aumenta cada día no solo su curva de contagios por coronavirus (la cuál jamás ha sido admitida, o al menos graficada, por el Estado), sino también su nivel de desesperación en la ciudadanía, quienes aún muestran esperanza en una solución política a la mayoría de males que agobian el día a día de la nación.
La clase política del país (entiéndase con esto la vieja, la no tan vieja y la nueva escuela) centralizada en la oposición, movimientos y partidos políticos, anunciaban hace un par de meses el inicio de un proceso de unidad para exigir justicia, democracia y libertad, pero que con el paso del tiempo se ha convertido en un "dime que te diré" de las y los actores recurrentes en la historia reciente de Nicaragua.
Para muchos, dicho proceso se ha visto afectado por los intereses personales o colectivos de algunos y por la pérdida de un objetivo nacional, que pasó de tener un fin humanitario a tener uno democrático-electoral.
La Directora del Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) lucha por una nueva Nicaragua sin "izquierdas cómplices"; la Coalición Nacional busca consolidar una "unidad sin exclusiones"; los jóvenes no partidarios buscan una agenda "no partidaria"; la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) "sondea temas fundamentales"; y la ciudadanía sigue leyendo en las redes sociales los problemas, de confianza, unidad e inclusive de objetivos, que se le presentan a la oposición para "enfrentar" a Daniel Ortega en las próximas elecciones. Y es ahí en dónde, para muchas y muchos, todo pierde sentido. ¿Se terminó la lucha por la justicia y por reformas electorales? ¿En verdad se "había acabado lo viejo"?
El actuar de muchos grupos y movimientos opositores se resume en "unámonos, pero bajo mis reglas". El juego político en Nicaragua una vez más se basa en "quién se porta mejor y acepta las agendas políticas del más poderoso en el grupo", lo que deja un estado de desesperanza en la población.
Según la última encuesta de CID Gallup, la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), miembro de la Coalición Nacional, se perfila como la segunda fuerza política en el país, pero, si esto demuestra el nivel de credibilidad y apoyo que la ciudadanía tiene en dicho colectivo, ¿por qué es tan difícil priorizar el bien del país y no los intereses particulares?
Hoy más que nunca es necesaria la unidad, como lo ha demostrado el gremio médico del país, quiénes, a pesar de sus limitantes, riesgos políticos y de salud, han unificado sus fuerzas para denunciar, proponer y actuar.
El "tranquilo" paseo del coronavirus por Nicaragua
Mientras la oposición "define" sus procesos de unidad y sus propias agendas, Daniel Ortega da su brazo a torcer y, tras casi 40 días de ausencia, apareció con mascarilla, pero trajo consigo un mundo paralelo en donde parece ser que el coronavirus solo da un tranquilo paseo por el país.
El discurso que el mandatario dio en el acto de "celebración" de los 41 años de la Revolución Sandinista (evento plagado de esoterismo y aparentemente inspirado en una escena de American Horror Story: Coven) se basó en las afectaciones de la pandemia en otros países, pero a duras penas se mencionó la cifra de muertes por coronavirus en Nicaragua (según los datos admitidos por el MINSA). Ni medidas, ni afectaciones, ni números concretos o estrategias a futuro; Ortega guardó silencio, una vez más, sobre la pandemia y sus acciones ante la misma.
Según el último comunicado del Ministerio de Salud (MINSA), hasta el 04 de agosto se han confirmado 3,902 casos de Covid-19 y 123 personas han fallecido por el virus en el país. Por su parte, el Observatorio Ciudadano reporta, hasta el 29 de julio, 9,044 casos confirmados y 2,537 personas fallecidas por coronavirus en Nicaragua. El MINSA sin duda alguna se ha convertido en la principal fuente de desinformación sobre Covid-19 debido a que los datos que presentan son confusos, no detallados y carecen de información que permita analizar las afectaciones de la pandemia en el país.
En el mundo fantasioso de Ortega y su esposa, Rosario Murillo, el coronavirus no afecta tanto a Nicaragua "por la gracia de Dios y por la labor del buen Gobierno de Unidad Nacional". La pareja presidencial busca imponer una "normalidad" que poco a poco mata a más nicaragüenses.
Otro rasgo importante en el "mundo paralelo" de Ortega es que, en la Nicaragua "bendita" que él gobierna, no hay necesidades primarias y mucho menos una crisis económica. El mandatario no ha ordenado ninguna medida social, política, económica o de salubridad para mitigar la pandemia y sus efectos en el país. En cambio, Ortega ha ordenado que: el MINSA cobre $150 dólares por la realización de pruebas de Covid-19 para las y los nicaragüenses que deban cumplir ese requisito para poder viajar al exterior; se dolarice y quintuplique el costo de los trámites migratorios en el país. Con estas medidas el MINSA se convierte en la primera institución pública de Centroamérica en cobrar a la población de su país por las pruebas en plena pandemia.
Basadas en la raíz de lo antónimo, carentes del conocimiento científico y de misericordia, los Ortega-Murillo ha implementado una serie de medidas para combatir, o estimular, la pandemia en Nicaragua: aglomeración de personas, visitas casa a casa, la no suspensión de clases, estadios abiertos, la prohibición del uso de equipos de protección y prevención, despido de médicos, desinformación, modificación de diagnósticos y actas de defunción, ciclos escolares presenciales, entre otras disposiciones que dejan claro el objetivo de la pareja presidencial: que el virus siga vacacionando en el país.
Fotografía de The New York Times por Inti Ocon
2021, o más allá...
La esperanza de una gran parte de la ciudadanía está puesta en una solución política; muestra de ello son las últimas encuestas en el país y los debates constantes en las redes sociales sobre la coyuntura nacional. Pero, al final del día, ¿cuál es esa solución política? Sin duda alguna, para los actores de siempre, es de carácter democrático-electoral.
El Consejo Supremo Electoral (CSE) publicó una resolución sobre la ampliación del plazo de los partidos políticos del país para obtener su personalidad jurídica. La oposición denunció que esto se trata de una maniobra "inconstitucional" por parte del Poder Electoral de Nicaragua ya que la Ley Electoral establece que "para la presentación de candidatos, los partidos políticos deberán haber obtenido su personalidad jurídica al menos doce meses antes de la fecha de las elecciones de autoridades nacionales y seis meses para las restantes". El comunicado publicado por el CSE no cuenta con un peso legal y constitucional, pero nos deja analizar las posibles intenciones de Ortega.
¿Se desarrollarán elecciones el 7 de noviembre de 2021? ¿Ortega intenta conseguir nuevos aliados que se unan a sus comicios? ¿Quiénes jugarán en el tablero de Ortega sin reformas electorales profundas que garanticen la debida transparencia?
La UNAB, ACJD e incluso la Coalición Nacional mantienen sus posturas de: sin reformas no se debe ir a elecciones. Sin embargo, el mensaje por parte de Ortega, a través del CSE, fue claro: le interesan los partidos, y quiénes desean serlo. La ciudadanía comenzó el debate sobre quién, o quiénes, se unirían a unos comicios sin reformas y sin garantías mínimas. Cabe resaltar que la "oportunidad" del CSE sigue abierta (aunque no es legal), y solo falta leer en los titulares de los medios, o en las cuentas de Twitter, quiénes fueron los primeros, y los que siguieron.
Aunque el CSE mencionó en su comunicado que las elecciones se desarrollarán el 7 de noviembre de 2021, la última palabra la tienen los Ortega-Murillo. ¿Usarán el tiempo y el contagio a su favor para cancelar a última hora las elecciones? ¿Celebrarán los comicios y usarán las mismas mañas? Otros aspectos preocupantes, si se llegarán a dar las elecciones en 2021, son el estado de la nacional en cuanto a seguridad, participación ciudadanía y salubridad. En el 2017 fallecieron 7 personas en el contexto de la violencia electoral.
En el contexto electoral, también se debe tomar en cuenta que en la actualidad el número de contagios por Covid-19 va en aumento, aunque el Estado comunique lo contraría. El Observatorio Ciudadano contabilizaba, hasta el 29 de julio de este año, 9,044 casos y 2,537 muertes por coronavirus en el país; por su parte, el MINSA solo reconoce 3,092 casos y 123 muertes por Covid-19, hasta el 04 de agosto de 2020.
No tiene otro nombre: negligencia y corrupción
No es la primera vez (y lamentablemente tampoco la última) que Ortega y su gabinete son negligentes ante las necesidades y golpes de la sociedad nicaragüense. Fueron negligentes y despiadados con los estudiantes, con las madres de las personas asesinadas en su Gobierno y con las personas que necesitaban atención médica durante los ataques de sus paramilitares y Policía; son negligentes con las y los nicaragüenses que están regresando al país a consecuencia de la pandemia; han sido negligentes con los familiares de Elea Valle, asesinados y enterrados en una fosa común; fueron negligentes durante la pandemia de gripe A (H1N1). Y seguirán siendo negligentes con toda la ciudadanía.
Pero la negligencia no es la única herramienta de Ortega en el manejo de la pandemia de Covid-19. Hasta la fecha, Ortega no ha rendido cuentas sobre las donaciones que varios países y entidades internacionales han entregado a Nicaragua; ejemplo de ello son las pruebas donadas por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Hasta el día de hoy la población no sabe en manos de quién o quiénes están las pruebas, mascarillas, máquinas y demás insumos, donados o comprados, para mitigar la pandemia. El Gobierno de Ortega no solo cobra por pruebas, sino que también no rinde cuentas sobre ellas.
Comunidades que no existen para el Estado
Daniel Ortega, en sus últimas comparecencias, ha ignorado por completo a las comunidades más vulnerabilizadas del país, quiénes, según sus anteriores campañas presidenciales, son el centro de su Gobierno. El mandatario ha omitido por completo los crímenes que se han cometido en la Costa Caribe y en las comunidades indígenas del país durante los últimos meses.
Las instituciones del Estado, principalmente aquellas que deberían estar en la primera línea de lucha contra el coronavirus, desconocen, y hasta evitan, la realidad de los más desfavorecidos. En la Costa Caribe del país, más de 10 comunidades se han autoconfinado ante el actuar negligente por parte del Estado y el aumento de los casos de coronavirus en el país. Las comunidades más vulnerabilizadas, entre ellas las comunidades indígenas, las mujeres, las personas con discapacidad y la niñez y adolescencia, han sido las más olvidadas por el Estado ante la emergencia de Covid-19.
Fotografía de The New York Times por Inti Ocon
¿Ahora qué?
Lo único seguro en Nicaragua es el aumento en el número de personas contagiadas por Covid-19, la continua negligencia por parte del Estado, la caída de la economía, el aumento del desempleo y la pobreza, las discusiones e impasse de la oposición y el retorno o desplazamiento de más nicaragüenses. Se lleven a cabo o no las elecciones en noviembre de 2021, Nicaragua y su ciudadanía deben adaptarse y sobrevivir a una nueva realidad y a una crisis múltiple. El futuro del país es incierto, pero el rumbo no parece ser muy alentador. ¿Qué se debe hacer?
Sobre el autor: Periodista independiente basado en Nicaragua. Es fundador y actual Director Ejecutivo de Coyuntura. Cuenta con más de cinco años de experiencia en comunicación, periodismo, derechos humanos y producción para medios independientes. Realiza investigaciones y artículos sobre política, seguridad, movilidad humana, corrupción y comunidades vulnerabilizadas.
Puede seguirlo en: @AntonyoVE
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