El silbato inicial sonó a las 07:06 p.m. de este martes 17 de junio de 2025, hora local, en el majestuoso BC Place de Vancouver. Desde ese instante, el verde del césped se tiñó del rojo furioso de Canadá, que no solo dominó, sino que desmanteló a Honduras con una exhibición aplastante: 6 a 0. Lo que debía ser una noche de esperanza y resurgimiento para los catrachos, terminó siendo una pesadilla futbolística bajo la cúpula de un estadio que retumbó con cada gol norteamericano. En el banquillo, el rostro de Reinaldo Rueda se endurecía con cada minuto. Miraba al vacío, mascando impotencia, mientras los suyos no encontraban ni los espacios ni el ritmo para resistir el aluvión canadiense. La H lucía lenta, desorientada, y, sobre todo, irreconocible. Al minuto 27, el joven Niko Sigur rompió la muralla con un disparo quirúrgico. Fue un gol que pareció marcar algo más que una ventaja: marcó la diferencia de épocas, de intensidad, de hambre. Canadá no celebraba: rugía. Y Honduras, apenas respiraba. Antes del descanso, cuando el equipo catracho aún trataba de recomponer su línea defensiva, llegó el segundo. Tani Oluwaseyi, potente, ágil, letal, definió desde un ángulo cerrado y puso el 2–0. Era apenas el comienzo de lo que se convertiría en un martirio. El segundo tiempo fue una ejecución sistemática. Tajon Buchanan, con la velocidad de una centella, marcó un doblete (minuto 48 y 64), sembrando el caos total en una defensa hondureña que parecía jugar en cámara lenta. El quinto, de Promise David, cayó al 75'. Para entonces, el marcador ya no era noticia: lo era la humillación. Canadá no solo marcaba goles. Tocaba, se divertía, bailaba con el balón. Y Honduras no solo sufría: se desplomaba, táctica y anímicamente. El sexto tanto fue simbólico. Fue el eco de un grito que se escuchó más allá de las montañas de la Columbia Británica: Canadá viene por todo. Honduras, históricamente luchadora, no mostró ni alma ni músculo. Las pocas llegadas fueron controladas sin mayor esfuerzo por Dayne St. Clair, arquero que firmó una noche perfecta. En el palco, los directivos hondureños se miraban sin hablar. Ya no bastan las excusas ni los discursos. El fútbol catracho tocó fondo esta noche, y lo hizo en horario estelar. No fue una derrota cualquiera: fue una paliza que exigirá cambios. Al contrario, lo de Canadá fue una carta de presentación imponente. Con un equipo plagado de talento joven, velocidad y orden, los del norte prometen dar pelea a México y Estados Unidos por la corona continental. Bajo la dirección de Jesse Marsch, el equipo se ve suelto, confiado, y letal. Golear no es fácil, pero hacerlo con esta clase, sísmico. Canadá enfrentará a Curazao en su segundo duelo. Honduras, por su parte, llegará al choque contra El Salvador este sábado 21 de junio de 2025 con la presión de ganar o morir. El margen de error ya no existe. Y la memoria de esta goleada será imposible de borrar en la historia de la Copa Oro de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (CONCACAF). Porque en el fútbol, como en la vida, hay noches que definen caminos. Y esta, bajo la fría noche de Vancouver, fue una sentencia escrita en letras rojas.

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