La fuerza destructiva de Eta y de Iota ha alterado el escenario político nacional, convirtiéndose en justificación para que los grupos empresariales presionen por un diálogo nacional. La dictadura sacará provecho del oxígeno financiero multilateral que recibirá a cuenta de la tragedia y ya comenzó a mover fichas que preanuncian la próxima farsa electoral.
Tanto la dictadura como la oposición azul y blanco, tuvieron más claros los pasos a dar, o a evitar, mientras el Presidente Donald Trump y su cambiante equipo estuvieron al mando en Washington. La derrota electoral de Trump el 7 de noviembre, preludio de su salida de la Casa Blanca en enero de 2021, coincidió con el paso de dos potentes huracanes por Nicaragua bautizados con letras griegas, Eta y Iota. Se alinearon los acontecimientos y el escenario empezó a cambiar.
Miles sin techo
El huracán Eta entró en nuestro país el día 3 de noviembre, el Iota el día 16. Después del destructor paso de Eta por el Caribe Norte, por el Triángulo Minero y por el norte del país, apareció Iota, considerado el huracán que ha tocado tierra nicaragüense con más fuerza en más de un siglo, por sus vientos de 260 kilómetros por hora.
Iota avanzó por la misma ruta que Eta y la amplió más, causando también desastres en el sur del territorio nacional y cubriendo finalmente con torrenciales lluvias todo el país. Causó 21 muertes según recuento oficial -28 según recuento azul y blanco-, entre ellas la de una decena de criaturas arrastradas por las aguas y el lodo de deslaves que el exceso de lluvias provocó en dos cerros del norte del país.
Ponemos punto final a este texto tres semanas después del paso de los huracanes, cuando aún miles de nicaragüenses no cuentan con un techo bajo el que cobijarse y sólo se mantienen con agua y alimentos que les entregan organismos nacionales e internacionales.
Ha sido la gente más marginada del Caribe norte y de otros puntos del interior del país, la que ha sentido con más fuerza esta tragedia. En el Caribe, Iota entró en zonas donde ha habido procesos de deforestación vinculados a la invasión de colonos y al no contar con cobertura forestal que sirva de contención a los vientos, eso afectó más a la población, informó la Fundación del Río.
El recuerdo del Huracán Mitch
Después de haber calculado preliminarmente los daños materiales causados por Eta en 178 millones de dólares, el 24 de noviembre el régimen tuvo que volver a evaluarlos, también de forma preliminar, por el paso de Iota, un fenómeno aún más destructivo. Y elevó la suma a 742 millones, una pérdida del 6.2% del producto interno bruto.
El recuerdo del poderoso huracán Mitch (1998), presente en la memoria de dos generaciones, provocó comparaciones. Y haciéndolas hay que concluir que el Mitch fue peor, no sólo por el altísimo número de muertos -más de 3 mil personas, la mayoría fallecidas en el deslave del volcán Casitas-, y también por el desastre económico. Aquel año, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) calculó las pérdidas en más 1 mil 200 millones de dólares, lo que representaba el 49% del PIB.
El tamaño de la economía de Nicaragua era entonces más pequeño que ahora y, por tanto, más graves fueron las pérdidas. Y además, el Mitch llegó en momentos en que empezábamos a salir de la depresión económica en que nos dejó el conflicto armado de los años 80 y después de ocho años de políticas de estabilización y ajuste tuteladas por el FMI. Eta y Iota dejan una secuela de tragedias humanas enorme, menores que las del Mitch y no afectaron la columna vertebral de la economía nacional. La gran diferencia, es que Eta y Iota castigaron a una Nicaragua que desde hace tres años soporta una crisis política, social, económica y de derechos humanos gravísima, la más grave de nuestra historia en tiempos de paz.
Los rostros de la tragedia
Todos los números que documentan desastres resultan fríos, como todos los desastres naturales catastróficos son siempre noticia internacional.
Y siempre, aunque la naturaleza hace lo suyo, tras las cifras y el espanto que causan las imágenes iniciales del desastre natural, queda al desnudo el previo desastre social que causa la inequidad y la marginación.
La tragedia nacional tiene rostros de indígenas mískitos, de garífunas y de creoles del Caribe Norte, de Bilwi -epicentro de ambos huracanes- , de las comunidades más cercanas al mar, de las de Waspam... Además de sus casas, perdieron barcas, redes, animales, parcelas listas para la cosecha de postrera.
Lugares paradisíacos como Wawa Bar o Lamlaya o Haulover, donde “nunca habíamos pasado hambre porque siempre había yuca y pescado” son hoy trágicos escenarios donde nada quedó en pie.
En las comunidades cercanas al desbordado río Coco, el más grande de Centroamérica, quienes ya sobrevivían en la pobreza enfrentan ahora un incierto y sombrío futuro de hambre y de miseria.
La tragedia tiene rostros de indígenas mayangnas. A las comunidades que habitan dentro de la valiosa reserva de la biosfera Bosawás, el pulmón de Centroamérica, nadie les avisó de la llegada del Eta, y después tuvieron que buscar refugio por su cuenta para librarse de la violencia del Iota. También fueron afectadas comunidades indígenas de la etnia Ulwa en la comunidad de Karawala, en el Caribe Sur.
La tragedia tiene rostros campesinos. En Siuna, Rosita, Bonanza y en comunidades de varios municipios de los departamentos de Jinotega, Matagalpa, Estelí y Nueva Segovia, también al sur, en Carazo y Rivas, son muchas las familias que lo perdieron todo, arrasadas sus viviendas por ríos desbordados por el paso de Iota, que en algunos puntos llovió en menos de 24 horas lo que llueve en dos meses de un copioso invierno.
Un informe de la Fundación del Río señala que el impacto mayor y directo de ambos huracanes lo sintieron 20 territorios mískitos y mayangnas, en los que viven 147 mil indígenas de estas dos etnias en 294 comunidades. Sin haber hecho aún evaluaciones en el terreno, indica también que afectaron 15 reservas naturales del Caribe y parte de la reserva de Bosawás, una extensión de algo más de 900 mil hectáreas.
"Lo más amargo viene después"
"Lo más amargo siempre viene después", dice un mískito que todo lo perdió. Viene después del miedo que provoca escuchar durante horas el furor de los vientos.
Más de 160 mil personas es la cifra oficial de personas evacuadas por el gobierno a albergues que no prestaban las condiciones, cuando se anunció que llegaba Iota. En el caso de Eta, lo que hubo principalmente fueron evacuaciones que hicieron por su cuenta las familias costeñas.
Muchas volvieron después de Eta a sus lugares a reconstruir algo de lo que les destruyó el primer huracán. Dos semanas después todo lo que habían logrado levantar volvió a caerse con Iota, que fue “mucho más peor”. En este segundo regreso a lo perdido, ante la desolación “la gente se soltaba en llanto”: no quedó nada. Tres semanas después de esta tragedia todavía había casi 4 mil personas en esa nada, sin un lugar a donde regresar.
Amarga es también la ruina de las cosechas del alimento básico: Iota arrasó la zona del norte en donde se cosecha la mayoría del frijol en la siembra de postrera, la segunda del año, la que aporta el 35% del total del frijol que produce Nicaragua. Y en donde no se perdió la cosecha, no puede salir por los miles de kilómetros de caminos rurales que quedaron intransitables.
Las pérdidas en verduras y hortalizas son también importantes. El temor a una hambruna, a una emergencia alimentaria, está latente en las zonas del desastre. Y en todo el país el precio del “pan nuestro de cada día”, los frijoles, y el de otros productos, ya empieza a elevarse.
No hubo decreto de emergencia
A diferencia de sus homólogos centroamericanos, Daniel Ortega no decretó estado de emergencia ni cuando Eta ni después, cuando Iota fue anunciado. Con un presupuesto en quiebra, tras tres años de recesión económica, y a las puertas en 2020 de una depresión económica peor que la que hubo en los años 80 durante la guerra civil, no podía hacerlo por las obligaciones económicas que se derivan de una emergencia. Tampoco quería hacerlo, empeñado como está, desde hace más de dos años, en mantener en el país la imagen de “normalidad”.
Ortega no apareció físicamente, ni para la foto, en ninguna de las comunidades donde miles de indefensos ciudadanos se prepararon para la llegada de los huracanes. Ni siquiera se escuchó su voz con algún breve mensaje de aliento a la población ni antes ni después de la devastación causada por sus vientos y lluvias.
El colmo de la insensibilidad y del afán de control total fue prohibir a la población autoconvocada recoger donaciones para los damnificados del Eta. Rodeó con amenazantes patrullas policiales lugares donde personas voluntarias comenzaban a acopiarlas. Sucedió en las oficinas en Managua de la Unidad Médica y de la diócesis de Siuna y en otros puntos del país. Con la llegada de Iota, que multiplicó los desastres, el régimen se vio desbordado y no tuvo más remedio que hacerse de la vista gorda y permitir el acopio autoconvocado. Las colectas, en especie y en dinero, se multiplicaron en parroquias y organizaciones de todo el país y aún no cesan.
Otra muestra de insensibilidad mezclada con discriminación partidaria fue el abandono en que los equipos institucionales para la prevención de desastres dejaron a varios municipios de Jinotega, Nueva Segovia, Matagalpa y el Caribe por estar gobernados por alcaldes liberales, que se vieron en dificultades para enfrentar la emergencia.
Ya desde 2018 las alcaldías opositoras comenzaron a ser castigadas por el gobierno central, que les recortó, ilegalmente, las transferencias municipales.
"Vuelquen recursos en Centroamérica"
A Ortega se le vio hasta el 16 de noviembre, horas antes de la llegada de Iota. Participó en un encuentro virtual de tres presidentes centroamericanos y otras autoridades regionales, con autoridades del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Juan Orlando Hernández la promovió, viajando a Guatemala y a Nicaragua. Ortega encontró lo que pretendía desde hacía tiempo: la tragedia le daba la oportunidad de escudarse en el contexto regional para romper su prolongado aislamiento internacional.
En la reunión con el BCIE, los tres presidentes tuvieron extensos y retóricos discursos resaltando las carencias de sus países, aunque sin mencionar las responsabilidades de sus autoridades en todas estas desgracias.
Giammattei clamó porque Naciones Unidas declare a Centroamérica y al Caribe como “la región más vulnerable del planeta Tierra ante el cambio climático” y pidió recursos al BCIE. Días después, su país ardía en ira por el presupuesto aprobado para 2021, carente de recursos para responder a las urgencias sociales.
Hernández -a quien se le señala de dirigir un narcoestado en colaboración con su hermano Tony, sentenciado como narcotraficante por un jurado de la Corte de Nueva York (envio.org.ni/articulo/5723), abogó por una “agenda regional” que tenga al BCIE como su financista: “Es ahora o nunca y éste es nuestro Banco”. Y pidió recursos.
Ortega pidió al BCIE que presente a la comunidad internacional un plan de emergencia, para “que vuelquen recursos” en la región alegando que Nicaragua y la región ya “vuelcan muchos recursos” en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. El narcotráfico -dijo- “es el elemento central” de los problemas regionales porque “está instalado, cruza y se mueve más allá de las pandemias del Covid-19, de los desastres naturales y de la migración”.
En la reunión, el BCIE anunció que pondría a disposición de los países centroamericanos 2 mil 500 millones de dólares del que llamó Programa de Reconstrucción Resiliente.
"Es un problema de seguridad"
Ortega volvió a aparecer el 20 de noviembre, no en alguna de las comunidades arrasadas, sino en otro encuentro, de mayor nivel, también virtual y también para pedir recursos. Éste lo promovió el BCIE y en él el presidente del Banco Mundial y el del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) escucharon las solicitudes de presidentes y autoridades centroamericanas.
Ortega volvió a levantar el tema del narcotráfico, y como un mensaje hacia la administración Biden, estando presente en la reunión el nuevo presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, hombre de Trump y severo crítico de Ortega, insistió en “la urgencia” de considerar la ayuda financiera a Centroamérica como un problema de seguridad, “tomando en cuenta que la región es tránsito del narcotráfico… y cuanto más afectada la estabilidad de estos países, cuanto más desorganizada la sociedad, mayor espacio se le abre al narcotráfico y al crimen organizado para fortalecerse en los que son sus propósitos de sostener y profundizar un corredor de tránsito hacia los Estados Unidos de Norteamérica, donde está el gran mercado”.
"¡Justicia climática!
Desde hace años, y en la medida en que crecía la conciencia mundial sobre el cambio climático y sus estragos, y después del paso del destructivo Mitch, Centroamérica fue identificada por los expertos como la zona continental más vulnerable del planeta por su geografía: un estrecho corredor de tierra entre dos gigantescas masas de agua, los océanos Atlántico y Pacífico. El cambio climático eleva las temperaturas de los mares y eso puede provocar huracanes cada vez más poderosos y frecuentes. Eta y Iota no serán los últimos.
Basada en estas evidencias, la Vicepresidenta Murillo añadió su propia retórica a la búsqueda de recursos. “Estos desastres nos continúan llegando, y nosotros, los países pequeños, no hemos hecho nada para merecerlo -dijo después de la reunión del 16 de noviembre-. Por eso nuestra Nicaragua también se manifiesta diciendo: ¡justicia climática! Compensación para los países que estamos en esta situación de extrema vulnerabilidad sin merecerlo… Más financiamiento para los planes de recuperación, restauración y adaptación en esta región tan golpeada, sin que lo merezcamos, porque nunca hemos hecho nada para destruir la Naturaleza… No puede ser que sigamos recibiendo catástrofes, que sigamos viendo la destrucción de nuestros recursos naturales, y que no se haga nada desde los centros de poder que han “desarrollado” el mundo…”
Con esos mismos argumentos Nicaragua no respaldó el consenso internacional que hizo posible el acuerdo final de la Cumbre Climática de París en 2015. Fue el único país del mundo que no lo respaldó.
En aquella ocasión, el gobierno mantenía vivo el proyecto del Canal. Víctor Campos, representante del Centro Humboldt dijo a Envío en aquella ocasión: “La posición de Nicaragua pareció poco legítima al pedir en el extranjero una justicia ambiental que no cumple a lo interno, donde su comportamiento ambiental es totalmente deplorable, reñido con las mejores prácticas y promoviendo proyectos que ponen en riesgo la integridad ambiental de nuestro país, como es el del Canal Interoceánico”.
Lo que es cierto
En el argumento que esgrimió Murillo todos estamos de acuerdo. Y con base científica. El aporte de gases de efecto invernadero que produce Nicaragua representa apenas el 0.0002% del total mundial, lo que indica la ínfima responsabilidad que tiene Nicaragua en el desastre ambiental provocado por las emisiones de CO2 que han alterado el clima y que producen mayoritariamente los países desarrollados.
Pero tan cierta como es nuestra falta de responsabilidad en el cambio climático, es cierto el escaso presupuesto que este régimen dedica a la política ambiental y a la prevención de desastres.
Tras la rebelión cívica de 2018, mientras iba en aumento el presupuesto para la represión, se reducía el dedicado al Sistema de Atención y Prevención de Desastres (SINAPRED). Entre 2018 y 2020 el presupuesto de la Policía aumentó en un 111%, el del Ejército en un 85%, mientras el del SINA¬PRED se redujo en un 58%.
Un modelo extractivista
Además del descuido con la institución encargada de los desastres, ¿es cierto que no ha hecho nada Nicaragua para destruir la Naturaleza?
¿No es extractivista y depredador el modelo productivo que prevalece en nuestro país, y que este gobierno no ha modificado, sino profundizado?
Un modelo que se basa en monocultivos para la exportación de productos primarios, en el avance incontrolado de la frontera agrícola, destruyendo los bosques para dedicar tierras a la ganadería extensiva y en cada vez más concesiones mineras, ¿no daña la Naturaleza?
¿No ha intensificado este régimen “revolucionario” ese modelo y ha sacado grandes beneficios de la extracción de madera, hasta de las reservas naturales, que deberían ser intocables?
Según estimaciones del Centro Humboldt, en los cinco años del segundo período de gobierno de Daniel Ortega (2011-2016) se perdieron más de un millón de hectáreas de bosques, en gran medida para dedicarlas a agricultura y ganadería. La deforestación la encabezó la empresa Alba Forestal, un negocio en manos del grupo empresarial del partido de gobierno.
Una política nada ambiental
¿No se ha empobrecido aún más en estos años la población costeña, hoy afectada por los huracanes, por el avance de colonos en las tierras indígenas para despojarlos de ellas, destruyendo los bosques, en una operación de “colonización” que daña la Naturaleza y que respalda el régimen?
¿No destruye el ambiente la minería? En 2020 el oro volvió a ser el primer producto de exportación de Nicaragua. El régimen ha permitido, y promovido que se extraiga oro de la reserva Indio Maíz, como documenta en páginas siguientes Amaru Ruiz, director de la confiscada por el régimen Fundación del Río.
Es grave también que, siendo Nicaragua uno de los países más vulnerables del mundo al cambio del clima, en estos años el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales (MARENA) no haya aumentado su ya escaso presupuesto para garantizar medidas de mitigación y adaptación al ya irreversible cambio climático. Y a pesar de todos estos daños a la Naturaleza, poco antes del embate de los huracanes, el gobierno logró endulzar los oídos de los responsables del Fondo Verde del Clima, una iniciativa multilateral que premia, con recursos con un alto componente de donación, a los países que tienen un compromiso con el medio-ambiente. Nicaragua recibió del Fondo 155 millones de dólares. Escandaloso.
Tras una severa sequía
Después de casi tres años de condena internacional y, en consecuencia, de aislamiento internacional con una prolongada y severa sequía de recursos de las instituciones financieras multilaterales, ganada a pulso por los crímenes de lesa humanidad cometidos, con 23 de sus más altos funcionarios y familiares sancionados por violar derechos humanos y por corrupción, Ortega dijo sentir “esperanza” al término de la reunión con el Banco Mundial y con los dos bancos regionales. “Por fin tendremos un mayor acompañamiento internacional”, expresó aliviado.
La legislación conocida como Nica Act, aprobada en diciembre de 2018 para sancionar financieramente al régimen de Ortega -renovada nuevamente en 2020-, siempre tuvo una excepción con los recursos destinados a ayuda humanitaria.
Ahora, ante esta inesperada tragedia, al gobierno de Ortega, aunque se le mantiene la desconfianza, se le entregarán recursos frescos.
El préstamo del FMI marcó el cambio
El FMI marcó la pauta para el resto de las instituciones multilaterales. Anunció un préstamo de 183.2 millones de dólares (90 millones para equilibrar la balanza de pagos y las reservas internacionales) y el resto para atender la pandemia y la emergencia por los huracanes.
Unos días antes de tomar el Fondo esta decisión, el Subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Michael Kozak, interpeló a su dirigencia en un twitter: “¿Decidirá el directorio ejecutivo del FMI enviar más de 90 millones de dólares al régimen que dispara contra civiles en las calles? Apoyamos al pueblo de Nicaragua, pero financiar directamente al régimen de Ortega, en lugar de a través de ONG confiables, pone en riesgo a los nicaragüenses”.
El FMI recibió el mensaje, pero ya Trump iba de salida. Y la salida de Trump ha cambiado ya, e irá cambiando con los meses, el escenario de las relaciones internacionales con Nicaragua, lo que favorece a Ortega. El apoyo que el FMI le ha dado ahora al régimen de Ortega es la primera señal de ese cambio.
Donald Trump ya va de salida
Hay también razones institucionales. El FMI ha invertido mucho en Nicaragua durante muchos años para estabilizar la economía y sabía que si después de esta tragedia no facilitaban recursos vendría una debacle económica con mayor desestabilización social.
Para entregarle estos recursos el FMI le puso condiciones al gobierno. Para acceder a este préstamo, el gobierno tuvo que transparentar los gastos en los que ha incurrido por la gestión de la pandemia y no administrar la mitad de la suma aprobada, dejándola en manos de la Oficina de Servicios para Proyectos de la ONU y el Programa Mundial de Alimentos, algo poco habitual en la dinámica que sigue el FMI con otros países.
A pesar de todo, que el FMI desoyera a Kozak es una señal de cambio. Trump va de salida, y su política amenazante será sustituida por la firmeza moderada de Biden, que conoce bien quién es Ortega y todo lo que ha hecho y deshecho, y actuará de otra forma. El tiempo lo irá mostrando.
600 millones en camino
Después del anuncio del FMI, en recursos que serán desembolsados en distintos momentos, podrían llegar a Nicaragua unos 600 millones de dólares del fondo de 1,200 millones creado para Centroamérica por el BID y el Banco Mundial. Todos son préstamos que aumentarán la deuda que tendrá que pagar el país a largo plazo, pero en el corto plazo inyectarán movimiento a la estancada economía.
Es mucho dinero teniendo en cuenta tres años de recesión y el déficit que venía arrastrando el presupuesto. Es poco si se le compara con los 1,200 millones de dólares, tan sólo en donaciones, que llegaron a nuestro país tras el desastre que causó el Mitch.
La situación política de entonces en nada se parece a la de ahora. La dictadura está “en guerra” con la oposición y con la sociedad civil. Y cuando el Mitch, el desastre unió en torno a la reconstrucción a todo el país. En 1999 el gobierno de Nicaragua llegó a Suecia a la Conferencia de Donantes acompañado de todos los partidos políticos -el FSLN estaba en la oposición- y de representaciones de toda la sociedad civil. El Mitch fortaleció la organización de la sociedad civil. El Eta y el Iota encontraron a la sociedad civil bajo represión, asedio y criminalización.
Sacarle partido a la tragedia
En los tres últimos días de octubre de 1998, Honduras y Nicaragua fueron devastadas por el huracán Mitch. En aquella ocasión, la cooperación internacional se volcó en Nicaragua, incluso más que en Honduras por los ecos que aún resonaban en el mundo de una Revolución que tanta simpatías ganó en el mundo.
Treinta y dos años después la situación no es la misma ni en Honduras ni en Nicaragua ni en el mundo. Los desastres humanos y económicos causados por la pandemia en todo el planeta pesan a la hora de definir prioridades. La conocida corrupción institucionalizada que hunde a Honduras pesa para desconfiar de ese gobierno. También la corrupción, y las reconocidas y flagrantes violaciones de derechos humanos ocurridas en Nicaragua desde abril de 2018, pesan también para exigir condiciones.
Sin embargo, Ortega se ha crecido aprovechándose de esta inesperada tragedia humanitaria al recibir balones de oxígeno financiero con los que no contaba. Los recibe esperando que la comunidad internacional se olvide de la tragedia política, de la emergencia nacional en la que él ha sumido al país.
¿Quién puede negarse a ayudar a un país en harapos porque tenga un mal gobierno? ¿Quién puede pensar en más sanciones económicas, aunque se apliquen a personas o a negocios personales de la cúpula gobernante, en una situación de duelo nacional?
También Ortega piensa sacar partido de la tragedia ofreciendo a los Estados Unidos de Biden-Harris “estabilidad”. Y ese argumento puede ser muy convincente para Washington y para la comunidad internacional en el tan complejo mundo actual, con situaciones de continua inestabilidad en tantos puntos del globo. Convincente porque la fragmentada oposición nicaragüense no termina de ser vista internacionalmente como alternativa de poder, y por eso, como garante de estabilidad.
La estabilidad que garantiza Ortega, al menos a corto plazo, y a pesar de la brutal represión interna, podría persuadir a algunos por aquel dicho que recomienda “no cambiar de caballo en mitad del río”. Y es bien sabida la cantidad de piedras que arrastra el caudaloso río nicaragüense.
Miles en donaciones
Repartiendo donaciones y dádivas, láminas de zinc y bolsas de comida, el régimen ya inició su campaña electoral.
Exigir que todo lo que las organizaciones y grupos de la sociedad civil acopien debe ser entregado al SINAPRED tendría lógica en un país con un gobierno con instituciones que funcionan y que se distribuyen organizadamente la ejecución de las políticas públicas. En Nicaragua, esta orden tiene un propósito claramente proselitista.
En donaciones, en dinero y en especie, de Estados Unidos, España, Suiza, Alemania, Japón, Corea, Taiwán, del Comité Internacional de la Cruz Roja, del Programa Mundial de Alimentos, del BCIE y otros, Ortega recibió unos 700 mil dólares después del golpe del huracán Eta. Las donaciones aumentaron tras el Iota.
A nombre del "buen Gobierno"
Las agencias humanitarias internacionales que están repartiendo ayuda de emergencia tienen necesidad de la infraestructura estatal para poder llegar a las zonas afectadas.
El Estado tiene la capacidad de aprovecharse de tragedias como ésta como no la puede tener ninguna organización social, ni siquiera la iglesia católica con su extensa red en los territorios. Este Estado, caracterizado por el estricto control social, aprovechará a fondo esa ventaja.
Por más que los recursos estén condicionados y deban ser supervisados, tiene capacidad de hacer creer a los damnificados que es el “buen gobierno” el que se los entrega y el que los beneficia...
A pesar de todas las ventajas, el régimen no la tiene nada fácil. Su campaña electoral dadivosa ya estaba diseñada y era mucho más austera que la que ahora requieren las tragedias causadas por los huracanes, especialmente en el devastado Caribe, esa “otra Nicaragua”, que va a reclamar, y ya ha empezado a hacerlo, y lo hará con fuerza, una fuerza diferente a la del resto del país. Y lo hará con la lógica del que todo lo perdió: tiene más prisa en volver a tener algo.
¿Diálogo a la vista?
No es sólo la comunidad internacional la que no ve en la oposición azul y blanco una alternativa de poder. Tampoco la clase empresarial nicaragüense la ve así. Muy pronto, los cambios en el escenario nacional, con la salida de Trump y con la llegada de los huracanes y los recursos financieros internacionales que oxigenan a Ortega, movieron a algunos grupos empresariales a promover una iniciativa de “diálogo” con el régimen.
El 28 de noviembre, y patrocinado por uno de los grupos financieros nacionales, el político del Partido Conservador, Alejandro Bolaños Davis, fue el primero en promover un “foro para la convivencia” que reunió a un centenar de empresarios, políticos y economistas, de distintos sectores sociales, generacionales, locales y étnicos, que hicieron “recomendaciones” para lograr una salida a la crisis que Ortega no ha querido resolver en casi tres años.
La iniciativa parece destinada a organizar un acercamiento / entendimiento con la dictadura. ¿Para lograr qué? No un imposible “modelo de diálogo y consenso” como el que se prolongó por una década, favoreciendo a los grupos empresariales más fuertes y al propio Ortega, pero sí un “dialogar de una manera positiva y correcta para lograr un cambio en el que todos salgamos ganando”, dijo Bolaños Davis.
Hay que señalar que, a diferencia de todas las reuniones que hacen grupos opositores, este foro no fue asediado por turbas de fanáticos del partido de gobierno. Tampoco patrullas policiales o policías antimotines rodearon amenazantes el lugar del evento. Días después de Bolaños Davis, fue Mario Arana, miembro de la Alianza Cívica, el que propuso un “acuerdo nacional”
Y en los mismos días, el vicario de pastoral de Managua, monseñor Miguel Mántica, expresó, especificando que lo hacía como opinión personal: “Si realmente hubiera apertura a un nuevo diálogo, la Iglesia podría intervenir, en calidad de mediadora haciendo su función imparcial”. El cardenal arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, señaló que no había nada concreto, pero recordó cuánta importancia le da el Papa Francisco al diálogo.
Cambió el escenario
¿Qué pasará? ¿Otro diálogo? ¿Para concederle qué a Ortega? ¿El famoso “aterrizaje suave”? ¿Para consensuar las reformas electorales?
Si la estrategia de Ortega es, como lo ha demostrado, “el poder o la muerte”, permanecer en el poder, legitimarse con las elecciones ganándolas por las buenas o por las malas, si ya llegaron a un punto del que no pueden retornar y no hay para ellos más huida que hacia adelante, aferrados a sus planes de quedarse en Nicaragua y en el poder, es indudable que los huracanes les han venido a ayudar, sacándolos de un prolongado aislamiento internacional.
Esto cambia el escenario. Eta y Iota, con su secuela de dramas humanos y problemas económicos han aumentado el cansancio y el desgaste de la sociedad. Y la oposición tampoco está en sus mejores horas.
A la salida de la Alianza Cívica de la Coalición Nacional, con una argumentación incomprensible para la mayoría, y con el desaliento que causó, se ha sumado este mes la crisis previsible, y prácticamente terminal, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), apresurada por Ortega al calor de la emergencia humanitaria para así apresurar el “rayado del cuadro” de las reformas electorales que ofrecerá.
La anunciada muerte del PLC
La crisis del PLC comenzó en julio, cuando Arnoldo Alemán impuso como presidente del partido a Miguel Rosales y la previa presidenta, María Haydée Osuna, alegando la lucha contra el caudillismo de Alemán, pidió al Poder Electoral, controlado absolutamente por Ortega, que decidiera quién tenía “los sellos” legales del PLC, o ella o Rosales.
Desde entonces, ya todo era una crisis con final anunciado. Lo que resultó más llamativo fue la forma que tomó la decisión de Ortega el 26 de noviembre, cuando le aseguró a la diputada del PLC Osuna los votos de los diputados del FSLN en la Asamblea Legislativa para despojar de su diputación a la esposa de Alemán
Ortega “mató” al PLC, desechando al grupo fiel a Arnoldo Alemán y a su esposa, y promoviendo un nuevo pacto con un sector del partido rojo, dándole el reconocimiento legal. Muy empoderado debe haberse sentido al ver cómo comienza a romperse su aislamiento internacional como para lanzarle semejante estocada a Alemán, su socio en el pacto durante más de veinte años.
Preparando la farsa electoral
La turbia maniobra política que Ortega ha usado contra Alemán preanuncia el tipo de elecciones que prepara el régimen, calculando que la comunidad internacional no le va a exigir mucho a un país de luto por los huracanes.
Con esta maniobra contra su socio Alemán, Ortega logra dos objetivos clave para las elecciones de noviembre de 2021. El primero, que la casilla del PLC quede invalidada como vehículo electoral para la oposición azul y blanco en las próximas elecciones.
El segundo, que sean miembros del grupo del PLC apoyado ahora por Ortega quienes ocupen cargos con el FSLN en todas las estructuras electorales, según lo establece la ley electoral vigente, por haber sido el PLC segunda fuerza en las elecciones previas de 2016.
Así, todas las estructuras departamentales, municipales y centros de votación nacionales estarán en noviembre de 2021 en manos del FSLN y de los nuevos aliados del FSLN, la facción del PLC que ahora dirige María Haydée Osuna.
Una "reforma" que ofrecerá Ortega
En conversación con Envío el exdiputado liberal Eliseo Núñez, hoy miembro de la Alianza Cívica, explica otra “reforma técnica” que piensa propondrá Ortega.
“Van a desaparecer -dice- las juntas receptoras de votos (JRV) como unidades básicas de votación y a convertir a los centros de votación en la unidad electoral básica. Esto significa que los fiscales de los partidos y otros funcionarios electorales estarán nombrados por centro de votación y no por JRV. Se reducirán, serán muchos menos. Ésa es una propuesta que está en el Poder Electoral desde hace años y con la que el Frente coquetea siempre”.
“¿Por qué harían ahora esa reforma? Porque en las elecciones de 2016, el Frente metió a tanta gente su-ya o a aliados suyos en las JRV, a policías electorales, fiscales, coordinadores y otros funcionarios, que ya en la mañana de las elecciones comprobaron que nadie llegaba a votar por la gran abstención que promovimos aquel año. Y con tanto funcionario electoral en las JRV no tenían a nadie en la calle para acarrear gente y llevarla a votar. Ahora, reduciendo las JRV de casi 15 mil a casi 4 mil centros de votación, van a requerir de menos gente y tendrán más gente en la calle para acarrear y, sobre todo, para hacer las barbaridades que suelen hacer en las elecciones”.
¿Dolores de parto?
Si desde hace mucho venimos terminando el recuento mensual del escenario nacional con numerosos interrogantes sin respuestas nacidos de la emergencia nacional que representa esta dictadura, en este ya incierto 2020, el año de la pandemia planetaria, que termina en nuestro país con dos devastadores huracanes, un nuevo gobierno en Washington y recursos económicos que no había hasta ahora… son más e inesperados los matices que tienen las mismas preguntas de siempre y algunas más, difíciles de responder con optimismo.
Desde la oposición organizada, el político y organizador territorial de la Alianza Cívica Eliseo Núñez, analiza algunas en páginas siguientes. Su visión es realista, con tendencia a un optimismo alimentado por la resistencia que ha visto en el país y conoce de cerca.
Desde el exilio, los cantautores nicaragüenses Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy pintan en una canción otra imagen también realista, que por triste está teñida del pesimismo y el “mal de patria” con el que hoy viven los miles de nuestros exiliados y los miles de nuestros damnificados: “En medio del fragor de la tormenta / hay un niño mirando hacia la nada / frente a sus ojos grises sólo queda / desnudo el tambo donde fue su casa…” dice la primera estrofa.
Es en el filo de una total incertidumbre, confiando en que los dolores de hoy no sean terminales sino “dolores de parto”, como dice Núñez, pero también mirando con ese niño caribeño hacia la nada, que el año 2020 concluye en Nicaragua.
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