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El calendario de la propaganda: cómo Ortega y Murillo reinventan la historia nicaragüense a través de efemérides partidarias

Lejos de ser inocuas, estas fechas representan un pedazo más del proyecto político, ideológico, partidario y familiar de largo alcance. Bajo la apariencia de festividades, la monarquía sandinista pretende consolidar la filosofía del Estado-partido, donde la lealtad no es opcional, sino una obligación institucionalizada.


Por Redacción Central | @CoyunturaNic

Managua, Nicaragua
Una mujer posa con una camiseta alusiva a las conmemoraciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 2022 en Managua | Fotografía de EFE por Jorge Torres
Una mujer posa con una camiseta alusiva a las conmemoraciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 2022 en Managua | Fotografía de EFE por Jorge Torres

En la Nicaragua sandinista de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo, el calendario ya no solo marca días laborales, feriados religiosos o fechas patrias. Desde 2014, al menos 24 "efemérides" han sido creadas e impuestas por el régimen para instaurar y arraigar una narrativa oficialista que sustituya la memoria colectiva por un culto al partido, al poder y al mito revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).


Detrás de cada nuevo "Día Nacional" o "Mes de Conmemoración", hay una estrategia generalizada que combina adoctrinamiento político, distorsión histórica y consolidación de una ideología de Estado-partido. En la última década, Ortega y Murillo han transformado fechas simbólicas en herramientas de propaganda, muchas de ellas en respuesta directa al levantamiento ciudadano vivido desde abril del año 2018, que marcó el comienzo de una brutal represión estatal y la profundización del autoritarismo.


Entre las decisiones más polémicas se encuentran los múltiples esfuerzos por borrar el significado histórico de la llamada "Rebelión de Abril". El 19 de abril, día en que estallaron las protestas en 2018, fue declarado primero como el Día Nacional del Deportista Nicaragüense y luego como el Día Nacional de la Paz. En 2024, el régimen designó todo la temporada como "Mes de la Paz", y en 2025 fue rebautizado como "Abril, Pueblo que Defiende la Paz".


Estas acciones buscan, de forma deliberada, vaciar de contenido los recuerdos de represión, asesinatos, desapariciones y persecuciones ocurridos desde aquel abril. Es un intento de sustituir la memoria por una narrativa oficial que convierte a las víctimas en "enemigos de la paz" y glorifica al aparato represor del Estado como defensor de la estabilidad nacional.


Asimismo, el 30 de mayo, fecha en la que se perpetró una de las peores masacres contra manifestantes, fue transformado en feriado nacional bajo el pretexto de conmemorar el Día de las Madres. La ironía no pasa desapercibida: en 2018, decenas de madres enterraron a sus hijos ese mismo día tras la represión de francotiradores en la marcha pacífica más multitudinaria de la historia reciente del país centroamericano.


Estas fechas no son meros gestos simbólicos. La legislación establece que todas las instituciones del Estado, incluidos el Ejército, la Policía, las municipalidades, universidades públicas y privadas, centros escolares, medios de comunicación y gobiernos regionales, deben realizar actividades conmemorativas: marchas, actos cívicos, premiaciones, exposiciones, actividades culturales y campañas en redes sociales.


La más reciente imposición es la Ley del Día del Combatiente, aprobada con trámite de urgencia por la Asamblea Nacional el 02 de julio de 2025. Esta normativa ordena que cada 01 de julio se celebre con actos a nivel nacional en homenaje a los combatientes sandinistas, retomando un decreto de 1980, pero con una carga aún más explícita de lealtad al eterno FSLN.


El decreto establece que estos combatientes "han honrado su juramento de defender las conquistas históricas del pueblo" y "mantienen inquebrantable lealtad a los principios de la revolución", consolidando una doctrina oficial que confunde al Estado con el partido y al gobierno con la Patria misma.


En febrero de 2025, la dictadura fue más allá y declaró oficialmente a la bandera rojinegra del FSLN como una de las Banderas Nacionales, al mismo nivel que la tradicional azul y blanco. Esta decisión fue acompañada por la creación del Día de las Banderas Nacionales, celebrado cada 04 de mayo. Esta fecha reemplaza al 14 de julio, que antes conmemoraba el Día de la Bandera, y se vincula a la negativa del general Augusto César Sandino a firmar el Pacto del Espino Negro, lo que el régimen presenta como símbolo de "dignidad nacional".


En esta efeméride, el objetivo es claro: fundir la identidad nacional con los símbolos del partido sandinista, eliminando cualquier distancia entre la nación y el FSLN. El color ya no es solo rojo y negro; ahora se impone por decreto como símbolo nacional obligatorio, bajo amenaza de marginación o censura para quienes no lo acepten.


El 04 de octubre se ha convertido en el "Día del Apóstol de la Libertad", en honor a Benjamín Zeledón, general nicaragüense asesinado en 1912. La ley obliga a instituciones públicas, centros educativos y medios a "promover en el estudiantado, los trabajadores y la población en general la importancia de los acontecimientos del 4 de octubre de 1912 para la historia actual de Nicaragua".


También se instituyó el 15 de mayo como el Día de la Juventud Nicaragüense, en homenaje al general Miguel Ángel Ortez y Guillén. La juventud ya había sido declarada "Patrimonio Nacional" en 2024, lo que no es solo una declaración simbólica, sino una forma de apropiarse del discurso y la identidad de un sector históricamente opositor.


Más allá de las fechas de carácter interno, Ortega y Murillo han oficializado también "días de amistad" con sus principales aliados internacionales, en una mezcla de diplomacia simbólica y propaganda geopolítica. El 12 de diciembre se celebra la amistad con Rusia; el 11 de enero, con Venezuela; el 17 de abril, con Cuba; el 03 de octubre, con Corea del Sur; el 20 de febrero, con Japón; y el 16 de junio, con Taiwán, pese a que Nicaragua ya rompió relaciones con este país para alinearse con China continental.


A diferencia de las otras efemérides, estas fechas no obligan a realizar actividades públicas, lo que revela su carácter más propagandístico y menos coercitivo, aunque igualmente ideológico.


La imposición de estas efemérides no se limita al aparato estatal. Niñas, niños y adolescentes en escuelas y colegios, tanto públicos como privados, son obligados a participar en celebraciones, desfiles, obras teatrales, concursos y murales alusivos a las efemérides del régimen. Las universidades tampoco escapan al adoctrinamiento, y los medios de comunicación estatales —y los que aún operan bajo vigilancia— deben cubrir, amplificar y celebrar cada actividad.


La consecuencia es una pérdida progresiva del sentido cívico, sustituido por una narrativa construida para servir a la permanencia del régimen en el poder. La historia es instrumentalizada, la identidad nacional se redefine desde arriba, y la libertad de pensamiento se ve estrangulada por una propaganda que se disfraza de cultura, educación y patriotismo.


Es un calendario de obediencia. La creación de estas efemérides no responde a una demanda social ni a una revisión histórica o cultural rigurosa, sino a una estrategia deliberada de sistema dictatorial para apropiarse del imaginario colectivo. Convertir la historia en instrumento de control, sustituir el debate por el dogma, y garantizar que cada mes tenga una fecha de veneración al poder es parte de un plan de consolidación del autoritarismo desde lo simbólico.


En Nicaragua, por mucho, el calendario ya no marca simplemente el paso del tiempo. Es un arma más del régimen, un recordatorio diario de que en la dictadura, hasta el tiempo tiene dueño.



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