Nicaragua impulsa su turismo con una intensa campaña internacional pese a advertencias sobre autoritarismo y represión
- Redacción Central

- 16 jul
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Actualizado: 16 jul
La paradoja es evidente: mientras revistas internacionales como Vogue, Travel + Leisure y The New York Times han posicionado recientemente a Nicaragua entre los mejores destinos para visitar en 2025, la represión interna continúa. El país centroamericano aún arrastra las consecuencias del estallido social de 2018, cuando más de 350 personas fueron asesinadas y cientos más fueron encarceladas tras protestas contra el régimen. Desde entonces, el control sobre organizaciones, medios, iglesias y opositores se ha intensificado. Actualmente hay 54 presos políticos en las cárceles de todo el territorio nacional.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua

Mientras la administración del oficialista partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua despliega una ambiciosa campaña internacional para posicionarse como uno de los destinos turísticos más atractivos de Centroamérica, la comunidad internacional sigue advirtiendo sobre los riesgos de visitar el país. Esta dualidad —entre la promoción de sus riquezas naturales y culturales, y las denuncias de autoritarismo y violaciones a los derechos humanos— define el complejo panorama del turismo nicaragüense en la actualidad.
El Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR) ha redoblado sus esfuerzos de promoción internacional durante 2025 y desde 2023, según expertos consultados por este medio. Bajo el lema "Vive Nicaragua, tu próximo destino", una delegación oficial viajó a Honduras y El Salvador este mes de julio, con el apoyo de las embajadas nicaragüenses para presentar la oferta turística del país ante más de 60 operadores y empresarios del sector.
La gira incluyó la participación de ocho empresarios turísticos nicaragüenses, quienes presentaron paquetes diseñados para atraer a visitantes de la región, destacando destinos como Granada, León, las playas del Pacífico, los volcanes y las reservas naturales, así como el crecimiento del turismo rural comunitario. Las "ruedas de negocios" organizadas durante el evento apuntaron a establecer "vínculos comerciales sostenibles que fortalezcan el flujo intrarregional de viajeros".
Según Miguel Reyes, funcionario de la Dirección de Promoción y Mercadeo de INTUR, el objetivo es claro, "consolidar a Nicaragua como un destino estratégico en el istmo centroamericano", aprovechando la cercanía geográfica, los lazos culturales y las economías en desarrollo.
Este esfuerzo forma parte de una estrategia más amplia de proyección global que ha llevado a Nicaragua a escenarios de alto perfil como la feria ITB China 2025 en Shanghái, donde INTUR participó activamente junto a representantes de agencias privadas. En dicho evento, Nicaragua expuso su propuesta ante ejecutivos, turoperadores asiáticos, representantes de plataformas tecnológicas, medios de comunicación y autoridades ministeriales de distintos países.
Un sector en crecimiento económico
Los resultados de estos esfuerzos se reflejan parcialmente en los indicadores macroeconómicos. El Banco Central de Nicaragua (BCN) informó que en el año 2024 el turismo representó el 5,5 % del valor agregado nacional, generando más de 35.219 millones de córdobas —equivalentes a unos 854 millones de euros—, lo que significó un incremento del 17,6 % respecto a 2023.
El informe detalla que los rubros más relevantes en esta aportación económica fueron los servicios de restaurantes (35,2 %), alojamiento (17,2 %), transporte (8,6 %) y recreación (5,2 %). Además, el consumo de bienes y servicios turísticos creció un 14,7 %, debido en gran parte al dinamismo del consumo interno, que subió un notable 45,5 % interanual, pese a la caída en el turismo internacional no residente.
En términos de ingresos, el sector generó 510,9 millones de dólares en divisas durante 2024, consolidándose como uno de los motores clave de la economía nicaragüense.
Paralelamente, Nicaragua ha ganado atención en medios globales especializados en viajes. Ha sido incluida en listas de recomendaciones de publicaciones como The New York Times ("52 lugares a los que ir"), Travel + Leisure y Vogue, que exaltan sus paisajes vírgenes, su autenticidad, su bajo costo relativo frente a destinos turísticos saturados (incluso en otros países de Centroamérica) y su oferta cultural diversa.
A pesar de estas menciones elogiosas, el Departamento de Estado de Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) mantiene su advertencia de viaje en nivel 3, instando a sus ciudadanos a reconsiderar viajar al país debido a "aplicación arbitraria de leyes, riesgo de detención injusta y limitada capacidad de respuesta consular".
Funcionarios estadounidenses, que hablaron bajo anonimato para proteger su trabajo en Nicaragua, sostienen que el país presenta un ambiente hostil para ciudadanos norteamericanos, especialmente aquellos vinculados con medios de comunicación, universidades, iglesias o fundaciones. Casos recientes incluyen la negación de entrada a periodistas, misioneros, académicos e incluso turistas con perfiles profesionales públicos en plataformas como LinkedIn.
Un surfista estadounidense fue rechazado por tener un título en periodismo. A un reportero de The New York Times y a su familia se les impidió abordar un vuelo a Managua. A otro turista israelí y a una colombiana, en casos separados, se les fue negado el ingreso a territorio nicaragüense.
La vigilancia del régimen de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo se extiende incluso a observadores de aves, quienes deben gestionar permisos para cámaras especializadas o podrían ser interceptados por las autoridades.
"Tiene potencial para ser un gran destino de vacaciones, pero existen graves violaciones de derechos humanos", declaró un funcionario. Las represalias también se han extendido contra ciudadanos nicaragüenses: pastores vinculados a iglesias estadounidenses han sido encarcelados bajo acusaciones de lavado de dinero, consideradas infundadas por organizaciones de derechos humanos.
En respuesta a las críticas, la administración del FSLN insiste en proyectar una imagen distinta: la de un país seguro, hospitalario y sostenible. Durante una presentación en Italia, la embajadora Mónica Robelo subrayó el modelo de turismo "respetuoso con el medio ambiente y con las comunidades locales", destacando la plataforma digital Mapa Nacional de Turismo, una herramienta interactiva en varios idiomas potenciada por el Estado desde hace ya varios años.

Robelo enfatizó que Nicaragua desea alejarse del turismo masivo para ofrecer "experiencias auténticas" y fomentar el bienestar colectivo. Según sus palabras, la meta es construir vínculos genuinos entre visitantes y comunidades, apostando por un desarrollo económico descentralizado, con enfoque social y humano.
El discurso oficial también apunta a un esfuerzo sostenido en el desarrollo de infraestructuras y servicios turísticos, como mecanismo para "dinamizar economías locales", especialmente en áreas rurales y zonas con bajo índice de desarrollo.
Entre tensiones, una encrucijada para el visitante
A pesar del crecimiento económico del sector y la visibilidad internacional creciente en toda América continental y Europa, el turismo en Nicaragua se encuentra atrapado en una paradoja estructural. Por un lado, la riqueza natural y la diversidad cultural continúan atrayendo el interés de viajeros y medios especializados. Por el otro, el clima político —marcado por la represión iniciada en 2018, la persecución a voces críticas y el creciente autoritarismo— representa un obstáculo que no puede obviarse.
Para quienes deciden visitar Nicaragua, el atractivo del país coexiste con una alerta latente: la posibilidad de ser objeto de vigilancia, rechazo o criminalización en función de su ocupación, vínculos o incluso publicaciones digitales.
A corto plazo, las autoridades nicaragüenses parecen decididas a expandir su mercado turístico, particularmente en Asia, la Unión Europea y países vecinos de Centroamérica, mientras el gobierno de EE.UU. y otras voces internacionales insisten en advertir sobre los riesgos y los retrocesos democráticos.
El dilema es real: ¿puede un país construir una industria turística sólida y sostenible mientras reprime sistemáticamente la libertad de expresión, a la sociedad civil y a la oposición política?
El turismo nicaragüense se presenta al mundo con una sonrisa y una promesa de autenticidad. Pero para muchos, esa sonrisa se ve empañada por el rostro endurecido de un Estado que ha convertido a su propio país en una vitrina polarizada: la de un paraíso natural habitado por una ciudadanía vigilada, retenida y doblegada.
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