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"South Park" en la era de Donald Trump. Sátira brutal, el poder de la crítica y la libertad en la temporada 27

Desde su debut en agosto de 1997, el show —ahora de WarnerMedia— se ha caracterizado por un posicionamiento político esquivo: cercano al libertarismo y profundamente crítico con cualquier dogma moral. Ha ridiculizado tanto a conservadores como a progresistas, a liberales de élite como a iconos de Hollywood, lo que lo convirtió en un producto con credibilidad transversal. Esa reputación de no estar alineado con ningún partido o "razón" es lo que ahora hace más potente su sátira contra el presidente estadounidense y su entorno.


Por Jairo Videa | @JairoVidea

Washington, Estados Unidos de Norteamérica
Eric Cartman, personaje de South Park, en un fotograma de la serie de comedia | Fotografía de Comedy Central
Eric Cartman, personaje de South Park, en un fotograma de la serie de comedia | Fotografía de Comedy Central

La temporada 27 de South Park llegó envuelta en controversia, poder mediático y cifras récord de audiencia. Trey Parker y Matt Stone, creadores del irreverente programa de Comedy Central, parecen haber encontrado en la figura de Donald Trump y su administración un terreno fértil para relanzar su sátira, ahora respaldada por un acuerdo multimillonario con Paramount+ que les garantiza independencia creativa y, sobre todo, libertad para atacar sin concesiones.


El contrato firmado con Paramount+ —valorado en aproximadamente 1.250 millones de dólares— no solo aseguró la permanencia del show, sino que liberó a Parker y Stone de las limitaciones habituales de la industria. Con este respaldo económico, los creadores han decidido emplear su capital cultural acumulado durante casi tres décadas para desafiar directamente al poder político y corporativo.


El estreno de la temporada, transmitido el miércoles 23 de julio, coincidió con un contexto convulso: un acuerdo legal de Paramount con el mandatario republicano y la sorpresiva cancelación del Late Show de Stephen Colbert, uno de los críticos más constantes del presidente. Mientras las cadenas parecían ceder a las presiones, South Park optó por hacer lo contrario: caricaturizar a Trump como un dictador ridículo, sometido a una relación íntima con Satanás y dispuesto a demandar a cualquiera que lo critique, desde medios de comunicación hasta entidades religiosas.


En el episodio "El sermón de la montaña", la ciudad de South Park se ve obligada a aceptar a Jesús en las escuelas como respuesta a las demandas presidenciales. La metáfora se despliega en una sociedad que, en el universo animado, se somete por miedo a represalias. Cristo mismo sentencia a las y los ciudadanos con una advertencia: "Cállense todos o South Park se acabará. ¿De verdad quieren acabar como Colbert?".


La serie no se limitó a atacar al mandatario estadounidense. En el segundo episodio, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, es retratada como una caricatura grotesca que dispara a perros y lucha por mantener su rostro unido con bótox y maquillaje, en una alusión directa a polémicas de su vida personal y política. La crítica no pasó desapercibida: Noem reaccionó en entrevistas calificando al programa de "mezquino" y "perezoso".


La sátira también alcanzó al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), con el personaje del consejero escolar Mackey (¡Okay!) convertido en agente improvisado que allana incluso un set de Dora la Exploradora. El vicepresidente James David Vance, por su parte, fue reducido a un personaje secundario en miniatura, siempre dispuesto a servir a Trump, con aceite para bebés en mano.


Fotografías de Comedy Central:

Los ataques frontales rindieron frutos. Comedy Central informó que el segundo episodio fue visto por 6,2 millones de personas en los primeros tres días, alcanzando una cuota de pantalla del 15,61, la más alta en la historia del programa desde 1999. El estreno de temporada había logrado ya 5,9 millones de espectadores, convirtiéndose en el lanzamiento más visto en cable en más de dos décadas.


Este resurgimiento confirma que, pese a las críticas sobre desgaste y repetición en años anteriores, South Park conserva la capacidad de movilizar audiencias cuando toca las fibras políticas, institucionales y sociales más sensibles.


La fuerza del programa radica en su rechazo sistemático a ser encasillado ideológicamente. Durante años, su postura libertaria y cínica le permitió atacar con la misma intensidad a liberales y conservadores, burlándose de figuras mediáticas, religiones y movimientos sociales de todo el mundo. No obstante, la actual temporada marca un giro: por primera vez, South Park parece apuntar con más contundencia hacia un bando político, retratando a la administración Trump como un peligro autoritario y ridiculizando a sus aliados.


Este viraje se da en un contexto donde corporaciones, universidades y medios han mostrado, según la crítica de Parker y Stone, una inclinación a autocensurarse frente a la presión política y económica. En contraste, los creadores afirman con sus episodios que la sátira debe incomodar y que, si nadie más está dispuesto a señalar los excesos del poder, ellos lo harán, aunque sea con la vulgaridad y lo grotesco como herramientas narrativas. No apto para menores.


Los nuevos capítulos también plantean un dilema interno. Eric Cartman, tradicionalmente el personaje más ofensivo de la serie pero también el favorito, descubre que su repertorio ha perdido impacto en un mundo donde lo políticamente incorrecto ya no genera sanción social o críticas. "Ya puedes decir 'retrasado', a nadie le importa", se queja. El vacío que siente refleja una paradoja: cuando todo el mundo es Cartman, la provocación deja de ser transgresora y se convierte en rutina cruel y aburrida.


Es una metáfora del propio ejercicio satírico: lo que antes era liberador, ahora puede resultar excesivo. Sin embargo, en un panorama mediático en el que las instituciones parecen temerosas de confrontar al poder, Parker y Stone mantienen la convicción de que la sátira debe ser incómoda, incluso a riesgo de ser grotesca.


El director "PC", personaje de South Park, en un fotograma de la serie de Comedy Central | Fotografía de Comedy Central
El director "PC", personaje de South Park, en un fotograma de la serie de Comedy Central | Fotografía de Comedy Central

La nueva temporada de South Park coincide con el regreso de otra serie icónica de animación, Los Reyes de la Colina, relanzada en Hulu. A diferencia de la sátira corrosiva de Parker y Stone, la creación de Mike Judge retoma la vida suburbana con un tono más reflexivo, reconociendo el paso del tiempo en sus personajes y abordando la política con ironía, pero desde una mirada más cálida.


El contraste entre ambas producciones refleja dos formas de afrontar la era Trump y el clima cultural actual desde el ojo anglosajón: una desde el exceso burlesco y la vulgaridad desbordante, otra desde la nostalgia y la crítica más serena.


South Park nunca ha temido cruzar límites. Lo hizo con la Cienciología, con Mahoma y con estrellas de Hollywood como Tom Cruise, Britney Spears y Barbra Streisand. Ahora, su blanco es un presidente que usa su poder con más desenfreno y una clase política que, según la serie, cede demasiado rápido ante sus demandas y excesos. Las imágenes de Trump desnudo con Lucifer, la cara deformada de Noem y los excesos de ICE pueden parecer ofensivos, pero buscan responder a una pregunta de fondo: ¿por qué tantas instituciones poderosas se comportan como si no pudieran decir lo que piensan, mientras un dibujo animado se atreve a desnudar al "emperador" en su segundo mandato no consecutivo?


En un país donde la libertad de expresión aún existe, South Park plantea que la verdadera restricción no está en la ley, sino en el miedo al costo económico o político de ejercerla.


En ese sentido, la temporada 27 no solo es otra parodia: es también un recordatorio incómodo de que, en una democracia, la sátira sigue siendo un arma legítima para cuestionar a todos y a todo. Puede que no sea elegante ni refinada, pero en tiempos de excesos y silencios estratégicos, quizás sea el tipo de sátira que esta época merece. El episodio más reciente sigue ese hilo. Estrenado este jueves 20 de agosto de 2025, en el se ve a Toallín en un Washington surrealista. Más parecido a San Salvador y a Managua.


¡Quitan trabajooos!



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