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Vidas suspendidas: la desaparición como herramienta de castigo y control en Nicaragua

Los familiares recorren comisarías, hospitales y cÔrceles sin obtener confirmación del paradero de sus seres queridos. "El silencio deliberado del Estado prolonga la incertidumbre y la angustia", señala el Mecanismo de Reconocimiento de Personas Presas Políticas. La lista de los desaparecidos incluye a figuras políticas, líderes indígenas, defensores de derechos humanos, periodistas, exoficiales de la Policía y ciudadanos comunes, entre ellos Brooklyn Rivera Bryan, Lesbia Gutiérrez Poveda, Steadman Fagot Müller, Víctor Boitano Coleman y 29 personas mÔs.


Por Redacción Central | @CoyunturaNic

Managua, Nicaragua
Única zona de ingreso a la Dirección de Auxilio Judicial, Complejo Policial "Evaristo VÔsquez", en Managua, Nicaragua. El Ôrea estÔ completamente controlada por las Fuerzas Policiales sandinistas | Fotografía de COYUNTURA por Jairo Videa
Única zona de ingreso a la Dirección de Auxilio Judicial, Complejo Policial "Evaristo VÔsquez", en Managua, Nicaragua. El Ôrea estÔ completamente controlada por las Fuerzas Policiales sandinistas | Fotografía de COYUNTURA por Jairo Videa

La desaparición de personas detenidas por motivos políticos se ha consolidado en Nicaragua como una tÔctica sistemÔtica de represión: no solo priva a quienes son secuestrados de su libertad, sino que condena a sus familias a una búsqueda interminable, al silencio oficial y, en muchos casos, al exilio. Así lo describen organizaciones de derechos humanos, activistas exiliados o en la clandestinidad y familiares entrevistados por el equipo de COYUNTURA entre julio, agosto y septiembre de 2025, que reconstruye testimonios, patrones de actuación de las autoridades y las implicaciones jurídicas y humanas del fenómeno.


"Saraith", a quien llamamos asĆ­ por su seguridad, recuerda la presión en el pecho y el dolor en el estómago cuando supo que las ahora Fuerzas Policiales que controla el Frente Sandinista se habĆ­an llevado a su hermano. Es un sufrimiento terrible. (La detención) es siempre el temor mĆ”s grande, y cuando estĆ” ahĆ­, te derrumba", relata. El secuestro ocurrió durante una de las redadas que la monarquĆ­a de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo ha ejecutado en 2025. Desde entonces, la familia no tiene pruebas de vida: las autoridades niegan todavĆ­a tenerlo en la delegación local de su ciudad y en la Dirección de Auxilio Judicial —conocida como "El Chipote"—, tambiĆ©n niegan poseerlo.


TambiĆ©n estĆ” el caso de "Violeta", madre que cada dĆ­a pregunta por su hijo y se enfrenta a la hostilidad y el miedo de su vecindario —"la gente, mi familia, y en mi trabajo, evitan contactarme porque han visto patrullas por mi casa"—, sintetiza la estrategia: detenciones pĆŗblicas, negación institucional y una desinformación deliberada que prolonga la angustia de las y los allegados.


El mapa de las cifras


Según el Mecanismo de Reconocimiento de Personas Presas Políticas, actualizado al sÔbado 30 de agosto de 2025, en Nicaragua hay al menos 73 personas detenidas por motivaciones políticas. De ese total, 33 permanecen en condición de desaparición forzada: a sus familias se les niega sistemÔticamente información sobre su paradero y se les obliga a transitar por delegaciones policiales, cÔrceles y centros de salud sin obtener respuesta.


Las cinco organizaciones que elaboraron el informe titulado "ĀæDónde mĆ”s busco?: vidas suspendidas, desapariciones forzadas en Nicaragua" y la resistencia de quienes les buscan —Raza e Igualdad, Colectivo Nicaragua Nunca MĆ”s, Unidad de Defensa JurĆ­dica, IM-Defensoras y Movimiento Autónomo de Mujeres de Nicaragua— advierten que la prĆ”ctica se ha intensificado desde fines de 2023 y que los perĆ­odos de ausencia, que antes podĆ­an tener un tope mĆ”ximo de 90 dĆ­as, ahora se han vuelto indefinidos.


El Mecanismo documenta 33 casos de personas en situación de desaparición forzada. Sus nombres son parte de la nómina que las familias y organizaciones han venido divulgando en su búsqueda de justicia y verdad:


  • Douglas Gamaliel Ɓlvarez Morales

  • Eddie MoisĆ©s GonzĆ”lez Valdivia

  • Eveling Carolina Matus HernĆ”ndez

  • Brooklyn Rivera Bryan

  • Lesbia del Socorro GutiĆ©rrez Poveda

  • Carmen MarĆ­a SaĆ©nz MartĆ­nez

  • Fabiola del Carmen Tercero Castro

  • Steadman Fagot Müller

  • VĆ­ctor Boitano Coleman

  • Leo Catalino CĆ”rcamo Herrera

  • Fabio Alberto CĆ”ceres Larios

  • Julio Antonio Quintana Carvajal

  • AngĆ©lica Patricia ChavarrĆ­a Altamirano

  • JosĆ© Alejandro Hurtado DĆ­az

  • Ɓlvaro Baltodano Monroy

  • Rudy Antonio Palacios Vargas

  • Armando JosĆ© BermĆŗdez Mojica

  • Olga MarĆ­a Lara Rojas

  • Jessica MarĆ­a Palacios Vargas

  • Pedro JosĆ© López Calero

  • Marcos Adony Cruz Moncada

  • Yolanda del Carmen GonzĆ”lez Escobar

  • Mario JosĆ© RodrĆ­guez Serrano

  • Luis Francisco Ortiz Calero

  • Yerri Gustavo Estrada Ruiz

  • Marvin Antonio Campos ChavarrĆ­a

  • MarĆ­a JosĆ© Rojas Arburola

  • Carlos Ramon Brenes SĆ”nchez

  • Salvadora del Socorro MartĆ­nez Aburto

  • Cuatro personas mĆ”s, anónimas.


Un patrón repetido


El estudio colectivo presentado hace algunos días documenta un patrón claro y repetitivo en estas detenciones:


  • Agentes policiales o grupos paramilitares que operan junto a la PolicĆ­a ejecutan detenciones y traslados.

  • Las personas son trasladadas a estaciones policiales y, en ocasiones, a centros penitenciarios.

  • Los procesos judiciales se desarrollan sin la presencia de abogados de confianza y los expedientes no resultan accesibles.

  • A las familias se les niega la certeza sobre el paradero; en ocasiones se les permite dejar insumos o comida, pero no ver ni confirmar la presencia de su familiar.


"El silencio deliberado del Estado prolonga la incertidumbre y la angustia", sintetiza el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas PolĆ­ticas, que ademĆ”s documenta que las personas "buscadoras" —en su mayorĆ­a mujeres, madres, hermanas o amigas— enfrentan hostigamiento, desinformación, sobrecostos económicos y serias afectaciones emocionales.


El informe citado pone el foco en las personas que emprenden la búsqueda: muchas son madres, hijas o esposas que deben sostener hogares quebrados por la detención del principal proveedor, viajar cientos de kilómetros desde zonas rurales hacia Managua, y soportar tratos humillantes en delegaciones policiales. La primera violencia, dice el estudio, es la desinformación. "Te dicen que estÔ en X estación; llegas y te envían a otra; vuelves y te remiten a otra mÔs", un ciclo de desgaste que erosiona la salud física y mental y agota recursos económicos e institucionales.


Las consecuencias identificadas por el Ôrea forense de la Unidad de Defensa Jurídica incluyen angustia, depresión, insomnio, hipervigilancia, estrés postraumÔtico, duelos patológicos, incapacidad para retomar la vida cotidiana, culpabilidad y estigmatización social.


"Dalilah", cuyo testimonio se recoge en el informe, expresa la impotencia por no poder denunciar "con todas las palabras la crueldad de la dictadura" que mantiene desaparecida a su hermana desde 2024. Muchas familias guardan silencio por temor a represalias contra sus parientes o por la posibilidad de que ellos mismos sean encarcelados si alzan la voz.


Enterrarlos rƔpido: una prƔctica para "echar tierra" sobre la verdad de las muertes


El recrudecimiento de la represión incluyó, en agosto de 2025, dos casos que ilustran el extremo de las omisiones estatales: la muerte de Mauricio Alonso —cuyo cuerpo fue entregado a su familia el lunes 25 de agosto de 2025, 38 dĆ­as despuĆ©s de haber sido secuestrado— y la entrega del cadĆ”ver del abogado Carlos CĆ”rdenas Zepeda el viernes 29 de agosto de 2025, tras ser secuestrado 15 dĆ­as antes. En ambos casos, las familias denuncian que las autoridades no informaron de su paradero hasta el momento de la entrega de los cuerpos y que se les ordenó realizar entierros exprĆ©s.


Gonzalo Carrión, defensor de derechos humanos del colectivo Nicaragua Nunca MÔs, sostiene que la instrucción de sepultamientos inmediatos busca garantizar impunidad: "se aseguran un hermetismo total, para que nadie sepa cómo estaban esos cuerpos, para distinguir la circunstancia o la forma de cómo les quitaron la vida". El objetivo, dice, es "echarle tierra a la verdad" y privar a las familias de una investigación independiente y del derecho a despedir a sus seres queridos.


Carrión y otros defensores apuntan al Instituto de Medicina Legal (IML) como un actor clave que ha colaborado en el encubrimiento: culmina el proceso de entrega de cadĆ”veres bajo custodia policial y —segĆŗn testimonios— ha exigido a familiares desistir de investigaciones independientes a cambio de la entrega de los cuerpos, un antecedente ya registrado en 2018, 2019 y 2020.


El abogado y profesor en derechos humanos Uriel Pineda explica las implicaciones legales y los estÔndares internacionales aplicables. Cita el Protocolo de Minnesota: ante una muerte bajo custodia del Estado debe presumirse la existencia de una muerte ilícita y procederse a una investigación rigurosa. Pineda distingue tres niveles de responsabilidad estatal que, según las circunstancias y la evidencia, podrían configurarse: un factor externo ajeno a la privación de libertad; responsabilidad objetiva por no proveer atención médica conocida y necesaria; y la responsabilidad por una acción deliberada, como la denegación intencional de tratamiento o señales de violencia en los cuerpos, que constituiría un homicidio intencional.


Mientras no se descarten o esclarezcan esos elementos —subraya Pineda— podrĆ­a atribuirse al Estado responsabilidad objetiva en estas muertes.


Hostigamiento, tortura y control social


El informe y los testimonios recabados documentan medidas complementarias de control: amenazas de no permitir visitas familiares, retención de insumos que los allegados intentan llevar, advertencias orientadas a inducir depresión en las personas privadas de libertad (frases como "aquí te morís" o "tu familia ya te abandonó"), requisas humillantes con perros y cacheos que incluyen tocamientos sexuales sin justificación.


Todo ello apunta, para las organizaciones, a una estrategia deliberada para quebrar la voluntad de los familiares y desalentar la denuncia pĆŗblica de las condiciones de encierro.


La bĆŗsqueda, ademĆ”s, ha empujado a muchas familias al exilio. Rosa Ruiz, por ejemplo, lleva mĆ”s de 20 dĆ­as —segĆŗn consta en el informe— buscando a su hijo Yerri Estrada, un mĆ©dico arrestado el miĆ©rcoles 13 de agosto de 2025 tras regresar de una brigada. "Admitieron tenerlo, pero no nos dicen dónde estĆ”. Mucho menos verlo ni pasarle alimento ni sus cosas de prioridad", dice Rosa. El mismo dĆ­a, en Masaya, fue detenido Luis Francisco Ortiz mientras almorzaba en su casa; su padre, Francisco Ortiz, relató al medio opositor Confidencial el "calvario" vivido y afirmó: "no los van a vencer porque hay un Dios que sabe que es injusto lo que se estĆ” haciendo".


Por otro lado, una vez en el exilio, las familias enfrentan precariedad económica y una ansiedad persistente sobre la salud y la vida de sus seres queridos, sin posibilidad efectiva de fiscalizar las circunstancias que rodearon las detenciones o el trato recibido en custodia.


Organismos internacionales como el Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias (WGEID) han recordado que "no hay límite de tiempo" para que una desaparición forzada se convierta en una emergencia de derechos humanos: cada minuto en que una persona estÔ fuera de la protección de la ley aumenta el riesgo de tortura y muerte. El fallecimiento de personas secuestradas en 2025 y 2023 refuerza la alarma: cuando la desaparición se prolonga, el peligro para la vida se intensifica.


El informe colectivo y los testimonios recogidos en este trabajo dejan claro que la desaparición forzada en Nicaragua no es un hecho aislado sino una prÔctica funcional al control social: borra temporalmente a las y los opositores del espacio público, desestabiliza a las familias, y envía un mensaje de terror útil para silenciar a la sociedad en general. Las órdenes de enterrarlos con rapidez, la opacidad del Instituto de Medicina Legal y la Policía de Nicaragua, y el patrón de negación institucional son, según defensores y juristas, medidas que reproducen la impunidad y obstaculizan el acceso a la verdad y la justicia.


Mientras tanto, "las buscadoras" —principalmente mujeres— continĆŗan recorriendo delegaciones, hospitales, calles y morgues, soportando hostigamiento, vigilancia, judicialización y una carga económica y emocional enorme; algunas se ven obligadas a exiliarse para mantener su seguridad. El reclamo que subyace en cada viaje y en cada insistencia no es retórico: es la exigencia elemental de saber si su pariente estĆ” vivo, en quĆ© condiciones y por quĆ© el Estado los desapareció.


El informe "ĀæDónde mĆ”s busco?" concluye que cada desaparición forzada es "un ultraje contra la dignidad humana, un crimen de lesa humanidad imprescriptible y una violación grave y continuada de derechos fundamentales". En ese marco, las muertes en custodia y los entierros exprĆ©s —segĆŗn organizaciones y juristas nicaragüenses consultados— exigen no solo la denuncia nacional, regional e internacional, sino mecanismos de investigación independientes que garanticen verdad, reparación y el cese de una prĆ”ctica que pulveriza vidas, derechos y memoria.



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