Donald Trump, el "pacificador en jefe", presume ser el "presidente de la paz" y asegura haber terminado con seis (o siete) guerras
- Jairo Videa
- hace 3 minutos
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El mandatario estadounidense insiste en que sus esfuerzos diplomáticos lo hacen merecedor del Nobel. "No importa lo que haga, no me darán el premio, pero la gente lo sabe", declaró en Truth Social. Varias naciones —Pakistán y Camboya entre ellas— han respaldado su postulación. No obstante, especialistas en relaciones internacionales señalan que muchos de los conflictos que el magnate dice haber resuelto eran de corta duración, no se firmaron acuerdos de paz permanentes y en varios casos Washington tuvo un rol secundario.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Washington, Estados Unidos de Norteamérica

Mientras Donald Trump recibe en la Casa Blanca a líderes internacionales y repite con insistencia que ha puesto fin a "seis" —luego "siete"— guerras desde el inicio de su segundo mandato no consecutivo, un examen pormenorizado de cada caso muestra una mezcla de mediaciones activas, presencias diplomáticas simbólicas y episodios de alto el fuego frágiles o provisionales. El mandatario republicano ha proclamado en público y en sus redes sociales digitales que es "el presidente de la paz", ha aceptado nominaciones al Premio Nobel de la Paz y ha celebrado acuerdos en la Oficina Oval; sin embargo, especialistas y actores regionales matizan el alcance real de su injerencia y advierten que, en varios frentes, la calma anunciada es precaria.
En declaraciones recientes en la Casa Blanca y en su plataforma Truth Social, Trump afirmó haber "puesto fin a seis guerras" sin "ni siquiera mencionar un 'alto el fuego'". Al día siguiente elevó la cifra a siete. La Casa Blanca y la propia administración estadounidense han elogiado esos logros y han presentado al magnate de los bienes raíces como "pacificador en jefe"; el presidente aspira públicamente a un Nobel de la Paz. Pero las enumeraciones incluyen conflictos muy distintos entre sí: algunos estallidos de corta duración; otras tensiones crónicas que han registrado avances diplomáticos puntuales; y casos donde la contribución estadounidense fue más una presión económica o política que una mediación directa comprobable.
COYUNTURA acá lo ilustra.
Israel-Irán
En junio, tras un ataque israelí contra instalaciones iraníes —reportado por fuentes citadas por Trump como ocurrido el viernes 13 de junio de 2025— se produjo una escalada que terminó con ataques estadounidenses contra sitios de enriquecimiento de uranio en Irán (Fordow, Natanz) y una respuesta iraní con misiles y drones. El lunes 23 de junio Trump afirmó en Truth Social que había mediado un "ALTO AL FUEGO completo y total" entre Israel e Irán. Observadores citados en el análisis señalan que, si bien los golpes combinados con Israel habrían contenido ataques inmediatos, no existe consenso sobre una paz duradera ni sobre mecanismos de supervisión del programa nuclear iraní. Michael O'Hanlon (Brookings) calificó la situación más como un "alto el fuego de facto" que como el fin definitivo de ese conflicto.
India–Pakistán (escaramuza en Cachemira)
Un breve, pero intenso, intercambio militar que comenzó el martes 07 de mayo reavivó viejas tensiones en Cachemira. Trump anunció entonces una mediación de "larga noche de conversaciones" y dijo que las partes habían acordado un "CESE DEL FUEGO TOTAL E INMEDIATO", con Pakistán agradeciendo la intervención y recomendándolo para el Nobel. India, sin embargo, restó importancia a la participación estadounidense, y su canciller Vikram Misri indicó que las conversaciones se llevaron a cabo por canales bilaterales. Un militar indio retirado, Rameshwar Roy, tachó la oferta de Trump de "irrelevante e intrusiva". Así, en este expediente la reivindicación presidencial encontró un fuerte elemento de réplica desde Nueva Delhi.
Ruanda–República Democrática del Congo
El viernes 27 de junio, representantes de Ruanda y la RDC firmaron en Washington un acuerdo que pretende poner fin a combates en el este congoleño y que incluye disposiciones para inversión en recursos minerales. Trump calificó el tratado de "triunfo glorioso"; el presidente congoleño Félix Tshisekedi reivindicó el éxito. Expertos, sin embargo, observan que el acuerdo se inserta en un panorama de acuerdos rotos: desde el alto del 2024 hasta la firma en Washington hubo denuncias mutuas de incumplimiento y continuaron los enfrentamientos con el grupo M23. Margaret MacMillan (Oxford) advirtió que el alto el fuego nunca se sostuvo plenamente.
Tailandia–Camboya (choque fronterizo)
Tras varios días de combates fronterizos, Trump afirmó haber llamado a los líderes de Tailandia y Camboya y amenazó con usar la palanca económica de los aranceles para forzar una tregua. El lunes 28 de julio se anunció una tregua —negociada, según informes, por el primer ministro malasio Anwar Ibrahim— y poco después Hun Manet (primer ministro camboyano) nominó a Trump al Nobel por su "capacidad política". Funcionarios y analistas advierten, empero, que no hay pruebas concluyentes de una negociación directa liderada por la Casa Blanca; además, la tregua fue reportada como frágil y con violaciones recurrentes.
Armenia–Azerbaiyán (pacto en la Casa Blanca)
El viernes 08 de agosto se firmó en la Casa Blanca un acuerdo entre Azerbaiyán y Armenia que, de mantenerse, reabriría rutas de transporte y reduciría la influencia rusa en el Cáucaso Sur. La Casa Blanca anunció que un importante corredor de tránsito entre Azerbaiyán y Najicheván será desarrollado con participación estadounidense y lo etiquetó como la "ruta Trump". El presidente celebró la firma como el fin de "35 años de enfrentamientos". No obstante, la situación histórica en Nagorno-Karabaj y los recientes episodios de 2023 hacen que la durabilidad de la paz dependa de garantías y de la implementación de lo pactado sobre el terreno.
Serbia–Kosovo
Trump sostuvo que había evitado una escalada entre Serbia y Kosovo, amenazando con sanciones comerciales. La presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani, reconoció la supuesta intervención estadounidense; el presidente serbio Aleksandar Vučić negó que estuvieran al borde de una guerra. Históricamente, la región vivió un conflicto abierto entre 1998–1999, y las tensiones siguen latentes; expertos subrayan que entre "no haber llegado a la guerra" y "haberla terminado" hay una diferencia sustantiva.
Etiopía–Egipto (disputa por la GERD)
Trump manifestó públicamente su apoyo a Egipto en las negociaciones por la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), prometiendo que "Estados Unidos lo resolverá muy pronto". El gobierno egipcio valoró el impulso; funcionarios etíopes señalaron que esas declaraciones podrían inflamar tensiones y recordaron que las negociaciones multilaterales son las que llevan la iniciativa. No existe, hasta la fecha de los comunicados citados, un acuerdo formal resultado directo de la intervención presidencial.
En varios de los episodios citados la Casa Blanca —según los relatos— combinó varias herramientas: ceremonias en la Oficina Oval, amenazas con sanciones o aranceles, apoyo logístico o militar en casos concretos (como en los ataques a instalaciones iraníes), y la promoción pública de acuerdos ya en marcha por otras vías. En el caso Tailandia–Camboya, por ejemplo, se documentó explícitamente el uso de la presión arancelaria como elemento disuasorio; en otros, la presencia estadounidense operó más como respaldo político simbólico.
Analistas consultados por COYUNTURA y medios internacionales como The New York Times y The Independent explican que: (1) algunos episodios constituyen acuerdos de alto el fuego o treguas que reducen la violencia de forma inmediata; (2) pocos de esos avances configuran soluciones estructurales que resuelvan las causas profundas del conflicto. Michael O'Hanlon describió como "estratégicamente significativo" el debilitamiento del aparato iraní tras los golpes, pero advirtió contra la noción de una paz permanente. Margaret MacMillan y otros observadores recuerdan que los altos el fuego son precarios cuando no vienen acompañados de mecanismos de verificación y de compromisos profundos a largo plazo.
Además, hay discrepancias entre narrativas oficiales: en no pocos casos, actores locales y regionales niegan que Washington haya sido el mediador principal o que la amenaza de guerra fuera tan inminente como mostró la Casa Blanca. Esto plantea dudas sobre la correspondencia entre la retórica presidencial y la realidad diplomática.
Las nominaciones para el Premio Nobel de la Paz —provenientes de figuras como el primer ministro camboyano Hun Manet y el gobierno pakistaní, según los comunicados— evidencian un esfuerzo por convertir resultados diplomáticos en créditos personales para el presidente. Trump, por su parte, ha reforzado ese relato en redes y apariciones públicas. Fuera de la retórica, sin embargo, los comités y la comunidad internacional valoran no solo acuerdos puntuales sino la consolidación de procesos sostenibles: allí es donde las dudas sobre la permanencia de los resultados pesan con más fuerza.
El balance es complejo. La Administración Trump ha mostrado capacidad para posicionarse como mediador visible y para movilizar herramientas —desde la presión económica hasta la asistencia militar— que han contribuido a reducir hostilidades en episodios concretos. No obstante, la transformación de incidentes aislados en "guerras terminadas" exige más que ceremonias en la Oficina Oval o declaraciones triunfales: requiere mecanismos de implementación, verificación, voluntad local sostenida y soluciones a las causas estructurales del conflicto.
Los casos analizados muestran avances dispersos y, en varios, promesas de paz sujetas a revisiones, violaciones y condicionamientos. Por eso, aunque la presidencia de Donald Trump y sus aliados proclame logros cuantificables y aspire a reconocimientos internacionales, la comunidad de expertos y numerosos gobiernos involucrados advierten que la calma lograda en varios frentes, por ahora, tiene carácter provisional y depende de factores locales y multilaterales que trascienden la intervención estadounidense.
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