El nuevo liberalismo "sandinista", una tropa roja "con macha" cohesionada al matrimonio copresidencial de Nicaragua
- Redacción Central
- hace 5 horas
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Incluso las personalidades que antaño se mostraron como figuras combativas del "anti-sandinismo", como Haydee Osuna, Wilfredo Navarro, Enrique Quiñónez y Lucas Reyes, han encontrado en el oficialismo de hoy un refugio para sus carreras políticas, y su propia seguridad y bienestar. Bajo esta nueva configuración, el movimiento que alguna vez encabezó el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) contra el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es un recuerdo lejano, una ironía del destino centroamericano que demuestra cómo los principios pueden diluirse ante las dinámicas de poder y los intereses partidarios o personales.
Por Jairo Videa y Juan Daniel Treminio | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua

La historia política, institucional y social de Nicaragua se encuentra nuevamente marcada por un realineamiento estratégico que consolida todos los días del año el poder del régimen monarquico de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo. A través de un movimiento cuidadosamente orquestado, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) —una formación que en su momento lideró victorias electorales y se presentó como el estandarte del liberalismo nicaragüense y hasta centroamericano— se consolida hoy como un engranaje más de la maquinaria política y propagandística del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La transformación del PLC bajo el liderazgo de María Haydee Osuna Ruiz, actual segunda vicepresidenta de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional, simboliza el nuevo rostro de un liberalismo subordinado al poder estatal, militar y parapolicial sandinista. La inauguración del salón general Máximo Jerez Tellería, en octubre de 2024, marcó un punto de inflexión interno, según fuentes consultadas por COYUNTURA bajo anonimato por temor a represalias: el espacio, renovado, reducido y redecorado con un aire de nostalgia patriótica, oculta en sus "paredes vacías" el eco de un partido que, en su día, fue símbolo de oposición, pero que hasta la fecha se pliega sin cuestionamientos al oficialismo, deliberadamente, por conveniencia o temor.
Durante la ceremonia, Osuna cortó una cinta como si se tratara de un evento inaugural, aunque el edificio que antes albergaba a los líderes del liberalismo nicaragüense está reducido a una silla solitaria, negra, en el centro de una habitación vacía.
La metamorfosis del PLC —fundado en 1968 por Ramiro Sacasa Guerrero durante el régimen de Anastasio Somoza García, tras su separación del entonces Partido Liberal Nacionalista (PLN)—, no ha sido súbita, sino el resultado de años de maniobras políticas y alianzas estratégicas, bajo la mesa, con puertas cerradas o medios presentes. A lo largo del tiempo, el partido, que también formó parte de la Unión Nacional Opositora (UNO) de 1989, se fue vaciando de la libertad individual, la igualdad ante la ley y la importancia de los derechos individuales, desdibujando su identidad organizativa y social hasta el punto de convertirse en una extensión más del sandinismo. Esta transformación se consolida con la figura de María Haydee Osuna, presidenta del PLC desde 2020, quien ha liderado la mutación institucional del partido.
Osuna, otrora férrea crítica del régimen, llegó a encabezar la Coalición Nacional contra el FSLN en el año 2020, en un contexto de aguda crisis política, social, económica y de derechos humanos que estalló en abril de 2018. Sin embargo, su postura cambió radicalmente tras asumir el cargo de segunda vicepresidenta del ahora Órgano Legislativo, desde donde ha operado como engranaje clave en la legitimación de las políticas del régimen y su nefasta narrativa, a la mitad de un cuarto mandato consecutivo.
El cambio de postura de Osuna quedó en total evidencia el viernes 22 de noviembre de 2024, cuando, en el hemiciclo, el presidente de la Asamblea, Gustavo Porras, proclamó la "nueva oposición" que, según él, "quiere lo mejor para su país". Con un gesto unánime y coordinado, Osuna y su tropa roja "sin mancha" votaron para reformar más de 130 artículos de la Carta Magna, haciéndolo pasar por un cambio "parcial", consolidando el poder de Ortega y Murillo, creando incluso el concepto de "Copresidencia", y elevando a Símbolo Nacional la identidad del FSLN, obligando incluso a otros partidos a venerar la historia y el supuesto legado de Augusto César Sandino, Daniel Ortega, Tomás Borge y otros. Haydee es miembro de tres comisiones del Legislativo, una de ellas de carácter especial; fue la encargada de "filtrar" la nueva Constitución que se estrenó en febrero de 2025, con solo menos de 30 artículos revisados por el parlamento, y ni un solo comentario de la bancada liberal al respecto.
El PLC, antaño abanderado del "rojo sin mancha" y defensor del liberalismo, ahora se encuentra atrapado en un discurso que lo amalgama con el sandinismo, lejos de propugnar la iniciativa privada, la tolerancia y el libre mercado. El partido se ha adaptado al nuevo guion del régimen, cambiando su lenguaje, posturas y símbolos para no representar una amenaza mínima al poder. La sede nacional del PLC en Managua, un espacio ubicado a 75 metros de la rotonda El Periodista que solía ser símbolo de lucha liberal, ha sido resignificado. "Ya no son oficinas, siquiera. Es un espacio vacío que representa el inadecuado trabajo del aparato partidario 'zancudo' en una nación que institucionalmente no funciona por la gente", comentó una exdiputada liberal. "No hay sesiones, jóvenes debatiendo, o líderes comunitarios profundizando", dice.
Un pacto político perpetuo
La narrativa liberal ha sido reducida a una serie de frases vacías que sirven de fachada a la subordinación política. Desde la reconfiguración del "pacto Ortega-Alemán" en 1999, el liberalismo en Nicaragua comenzó a declinar, en lo que parecía un intento de Alemán por consolidar un acuerdo político-partidario que asegurara "estabilidad", luego de impunidad para él y su círculo. No obstante, lo que en su momento fue visto como un pacto coyuntural se ha convertido en una trampa mortal que absorbió a la mayoría de sus antiguos opositores.
A quienes han asumido esta metamorfosis se les ha otorgado representación en la Asamblea nicaragüense y el Parlamento Centroamericano (PARLACEN). Entre los cuadros destacados se encuentran figuras como Lesther Flores Mayorga, secretario nacional de asuntos municipales del PLC; Eneyda Escoto, presidenta liberal por el departamento de León; y Socorro Reyes, diputada ante el PARLACEN, observadora de las últimas elecciones presidenciales en República Dominicana.
El nuevo liberalismo-sandinista ya no busca la confrontación con el régimen. El discurso de "oposición" se ha trocado en elogio y lealtad, con la dirigencia repitiendo los argumentos del oficialismo en defensa de un modelo político-militar que parece más monárquico que republicano. Los nuevos cuadros del PLC ya no disimulan su cercanía al poder. "Solo tocan el botón", expone un analista centroamericano.
El sometimiento del PLC a los designios del FSLN no es una casualidad histórica. Las raíces de esta subordinación se encuentran en el famoso e infame "pacto Ortega-Alemán" de finales de los noventa, un acuerdo que Dionisio Marenco, exalcalde capitalino y uno de los militantes más influyentes del FSLN, fallecido en 2020, describió como el pilar del regreso del sandinismo al Poder Ejecutivo. Marenco, en una entrevista con la Revista Envío justo antes de las elecciones municipales del año 2008, detalló cómo la negociación entre Arnoldo Alemán y Daniel Ortega permitió al Frente recuperar espacios políticos clave: la Contraloría, el entonces Consejo Supremo Electoral (CSE) y la Corte Suprema de Justicia (CSJ), instituciones vitales para controlar procesos civiles y de seguridad.
El acuerdo incluyó una reforma electoral que permitió al FSLN ganar las elecciones de 2006 con solo el 35 % de los votos, siempre y cuando superara por cinco puntos al segundo lugar. Sin ese pacto, Ortega difícilmente habría recuperado la silla presidencial. Lo que entonces se visualizó como un movimiento táctico, hoy se percibe como el cimiento de una monarquía familiar que controla cada aspecto del poder y la vida en Nicaragua. "Trabajamos por unos tres meses más o menos y cuando ya se habían formulado una serie de puntos de discusión se incorporaron a ese pequeño comité el presidente Alemán y el expresidente Ortega. Salió Humberto (exgeneral del Ejército y hermano de Daniel, fallecido en septiembre de 2024 como prisionero estatal) y sólo nos quedamos Arnoldo Alemán, Jaime Morales, Alfredo Fernández, Daniel Ortega y yo", explicó en su momento Dionisio.
Según Marenco, el Frente Sandinista pretendía avivar terreno, tener mayor representatividad en todos los poderes del Estado y lograr reformas para obtener ventajas y retomar el poder. ¿Funcionó? "Desde ese punto de vista el pacto funcionó muy bien, y funcionó tan bien que logró que el Frente Sandinista regresara al gobierno en 2006, gracias a reducir el porcentaje para ganar hasta el 35 %", enfatizó. Entonces, ¿entregar la mitad del poder era el costo que Arnoldo debió pagar para "gobernar tranquilamente"? ¿El retorno del FSLN era el principal acuerdo entre Alemán y Ortega? Aunque dicha respuesta ya fue enfatizada por el exalcalde Marenco, hay otro asunto considerable que él mismo reveló en la entrevista. "Era una comisión secreta. Todo lo que se hablaba ahí era privado, no lo sabía nadie y hasta el día de hoy nadie lo sabe. Hubo unas treinta y pico de reuniones y nunca se filtró nada", señaló.
Así, la permanencia del pacto entre el sandinismo y el liberalismo, que se consolidó en la década de 1990, sigue vigente bajo la lógica de la supervivencia política. "Si lo concebimos para que el Frente regresara al poder, el pacto fue un éxito", sentenció Dionisio.
Esta frase cobra relevancia en el presente, ya que el mismo acuerdo que alguna vez permitió a Ortega volver al poder ahora garantiza su continuidad. En este contexto, el PLC se ha convertido en una extensión del régimen, una tropa roja ya con muchas manchas de cómplice, gestor y hasta promotor, pero con un matiz oscuro, envuelta en una subordinación explícita al liderazgo de Daniel y Rosario, y a la amistad de Osuna.
El hermano de la liberal menos liberal
Julio César Osuna, hermano de la diputada y presidenta del Partido Liberal Constitucionalista, María Haydee Osuna, fue acusado y condenado a 23 años de prisión en Nicaragua por su implicación en una red de narcotráfico internacional. César Osuna, quien ocupó el cargo de magistrado suplente del CSE, aprovechó su posición para falsificar documentos de identidad y facilitar el tráfico de estupefacientes en colaboración con el narcotraficante costarricense Alejandro Jiménez, alias "El Palidejo".
La red liderada por César Osuna gestionaba cédulas de identidad falsas para narcotraficantes mediante el uso de padrones electorales, usurpando identidades de personas fallecidas, indigentes o con problemas mentales. Entre los beneficiarios de estas operaciones ilícitas se encontraba "El Palidejo", responsable del asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral. Además, se acusó a César Osuna de trasegar dinero en vehículos oficiales del CSE hacia Costa Rica, evadiendo controles policiales gracias a su pasaporte diplomático.
Hace ya más de 10 años, el domingo 27 de mayo de 2012, César Osuna fue capturado durante un allanamiento en su residencia, donde se incautaron documentos falsificados, pasaportes y armas de fuego. Pese a recibir una condena de 23 años, en 2016 el Sistema Penitenciario de Nicaragua, bajo autorización del extinto Ministerio de Gobernación (MIGOB) y el control del Poder Ejecutivo de Daniel Ortega, le otorgó un beneficio de "régimen abierto", que le permite permanecer en su casa y solo presentarse al penal una vez al mes. No se tiene confirmación judicial o policial de que César Osuna cumpla con esta medida de presentación mensual.
María Haydee, quien ya era presidenta del PLC cuando estalló el escándalo, ha mantenido su cargo sin asumir responsabilidad política por los hechos. Durante su gestión, ha sido señalada de colaborar abiertamente con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en particular con Porras, para realizar maniobras, incluyendo el desafuero de la exdiputada María Fernanda Flores, esposa del expresidente Arnoldo Alemán, exmiembro del mismo partido.
La estrecha relación entre los Osuna y el FSLN ha generado suspicacias sobre un posible encubrimiento y protección política, considerando que César, condenado por narcotráfico, goza de un trato privilegiado en comparación con cientos de reos. El caso de Julio César Osuna no solo expuso la penetración del narcotráfico y el crimen organizado en el ahora Órgano Judicial y Electoral de Nicaragua, sino también el uso del Sistema Penitenciario para beneficiar a aliados políticos del régimen sandinista.
Es más. Lo qué dice María Haydee Osuna también se hace. El 06 de agosto del año 2021 denunció de manera pública ante el CSE al fallecido partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) por "acciones contrarias a las obligaciones de los partidos políticos, dispuestos en el Artículo 59 (Ley Electoral nicaragüense)". Horas más tarde, CxL fue eliminado y a su secretaria general, Carmela Rogers, le fue cancelado el pasaporte.
Encima, el lunes 30 de noviembre de 2020, un grupo de liberales liderados por Osuna y el diputado Jimmy Blandón anunció la expulsión de la "cúpula del Partido Liberal Constitucionalista", incluyendo al expresidente Alemán, su esposa y otros allegados. Durante una rueda de prensa, justificaron la decisión bajo el argumento de "democratización interna" y descartaron cualquier posibilidad de negociar con la antigua dirigencia. Horas más tarde, la entonces Coalición Nacional separó al PLC de sus estructuras, oficializando su salida del bloque opositor, pese a los intentos de renovación promovidos por Osuna y Blandón.
La reestructuración en el PLC generó suspicacias sobre nuevos pactos o arreglos "destacables" con el oficialismo, un escenario que Blandón negó "categóricamente". Sin embargo, la salida de Alemán y la purga en el Comité Ejecutivo Nacional abrieron el camino para nuevas alianzas que replican hasta hoy viejas prácticas, lo que críticos y activistas políticos interpretaron como un "quítate vos para ponerme yo". En medio de esa transición, la juventud del partido desconoció a los presidentes en disputa y se reportaron más expulsiones, mientras Maximino Rodríguez presentó su renuncia, evidenciando un reacomodo de fuerzas internas de cara a las elecciones de 2021.
El liberalismo que fue
El liberalismo en Nicaragua vivió su mayor apogeo en la década de los 90 y principios de los 2000. Tras el histórico triunfo de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro en 1990 con el 54.74 % de los votos, el Partido Liberal Constitucionalista consolidó su poder en 1996 con Arnoldo Alemán, quien ganó la Presidencia con el 50.99 % de los votos (896,207) y 44 escaños en la Asamblea Nacional.
La cima de su influencia llegó en 2001, cuando el exmandatario Enrique Bolaños obtuvo un contundente 56.31 % (1,228,412 votos) en unas elecciones con una participación del 92 %, la más alta registrada en la historia del país centroamericano. Durante su mandato (2002-2007), sin embargo, Bolaños se distanció del PLC y fundó la Alianza por la República (APRE), que no logró consolidarse, aunque aún existe como brazo legislativo del régimen Ortega-Murillo. A pesar de esa fractura, el PLC mantuvo una mayoría en el congreso hasta el final del período.
Desde entonces, el liberalismo nicaragüense experimentó un constante declive electoral: José Rizo Castellón apenas consiguió un 26.51 % (588,304 votos) en 2006, Arnoldo Alemán un 5.91 % (148,507 votos) en 2011, Maximino Rodríguez un 15.03 % (374,898 votos) en 2016 y Walter Espinoza un 14.15 % (382,739 votos) en las presidenciales de 2021. Estos resultados reflejan el desgaste del PLC y la pérdida de su capacidad de convocatoria, quedando relegado en el panorama político nicaragüense. No ha vuelto a tocar el cielo del millón de votos válidos desde Bolaños.
En su discurso de proclamación como candidato presidencial del Partido Liberal Constitucionalista el domingo 28 de enero de 2001, Enrique Bolaños delineó desde el Olof Palme en Managua una visión de modernización y fortalecimiento del liberalismo en Nicaragua. Expresó gratitud a las autoridades del PLC, destacando la figura de Arnoldo como "infatigable líder nacional" y resaltó el legado del partido como "el partido democrático más grande del país".
Bolaños asumió el reto electoral con un llamado a la unidad y una campaña "limpia y ética". Proyectó al liberalismo como la fuerza política del "progreso, la modernidad y los hombres libres", enfocada en el apoyo al pequeño empresario, el fortalecimiento de las instituciones democráticas, y una visión económica basada en el respeto a la propiedad privada y el estímulo a la inversión. Sin embargo, también dejó entrever la necesidad de transformación dentro del PLC, abogando por un triunfo contundente "dos a uno" en las urnas para asegurar mayoría en la Asamblea Legislativa, una condición que consideró indispensable para llevar a cabo los cambios estructurales que planteaba. Bolaños destacó que el liberalismo debía abrirse a alianzas patrióticas con otras fuerzas democráticas para fortalecer la gobernabilidad y enfrentar al sandinismo en igualdad de condiciones. "Creo en un gobierno pequeño, que facilite la gestión, que sea puente, que sirva al pueblo, que sea conciliador y no controversial", dijo.
Quienes aún se identifican con el liberalismo tradicional miran con escepticismo la situación actual y entienden la ruptura de Bolaños al finalizar su período. La identidad liberal en Nicaragua se ha fragmentado en múltiples facciones menores o se ha diluido completamente en la lealtad al régimen. Los antiguos críticos han sido absorbidos y sus discursos moldeados para encajar en la narrativa oficial.
Los antiguos estandartes del liberalismo nicaragüense se han reconvertido en símbolos vacíos, en una escenografía política que guarda apenas la fachada de lo que alguna vez fue una oposición real. La sede del PLC en Managua, ubicada en el histórico 380, sigue operando como una reliquia del pasado, mientras sus dirigentes asumen una lealtad incondicional al régimen. Incluso las personalidades que antaño se mostraron como figuras combativas del "anti-sandinismo", como Wilfredo Navarro, Enrique Quiñónez y Lucas Reyes, han encontrado en el oficialismo un refugio para sus carreras políticas, y su propia seguridad y bienestar.
¿Queda alguna esperanza para el liberalismo en Nicaragua? Esa es una pregunta que aún resuena en los escasos espacios de discusión libre que permanecen en el país, en medio de un clima político donde el sometimiento parece la única opción de supervivencia.
Contrario a las narrativas que señalan el acuerdo FSLN-PLC como una medida desesperada de Alemán para evitar procesos judiciales, el pacto fue orquestado en el apogeo de su poder y sin amenazas legales inmediatas. Según los términos del Tratado Constitutivo del PARLACEN, Alemán tenía asegurada inmunidad como diputado al concluir su mandato. Los resultados fueron contundentes algunos años después: en las elecciones presidenciales de 2011, Alemán apenas alcanzó el 5.91 % de los votos, y en 2012, el otrora poderoso PLC quedó reducido a dos diputados en la Asamblea y solo dos alcaldías en todo el territorio.
El declive del liberalismo nicaragüense, que alguna vez fue el bastión de la modernización, se selló con la consolidación sandinista en la Casa Presidencial, heredero de las estructuras que el pacto había reforzado, aunque actualmente son 10 los legisladores "liberales" en la finca Ortega-Murillo.
La historia se repitió, como en épocas pasadas con José Santos Zelaya y Anastasio Somoza Debayle, donde el liberalismo cedió sus principios y posturas al encumbrar caudillos cuyo poder personal arrastró al partido y a la nación a un círculo vicioso de autoritarismo y estancamiento. La lección queda marcada: los pactos por ambición personal pueden sepultar los ideales de un partido y comprometer el futuro de una nación.
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