Fallece José "Pepe" Mujica, el último sabio de la política latinoamericana
- Jairo Videa
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Conocido por su austera forma de vida y su pensamiento rebelde, el expresidente uruguayo dejó un legado político y social profundo que trascendió fronteras, tanto por su lucha en tiempos de dictadura como por su visión progresista durante su mandato. Siempre mantuvo su esencia de hombre sencillo y cercano al pueblo, lejos de los protocolos del poder y el autoritarismo que le rodearon.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Montevideo, Uruguay

José Alberto Mujica Cordano, conocido mundialmente como 'Pepe' Mujica, falleció a los 89 años en su chacra de Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo. El anuncio fue realizado por el actual presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, a través de sus redes sociales este martes 13 de mayo de 2025, con un mensaje emotivo que reconoció el legado del exmandatario: "Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido".
Mujica, quien gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, dejó una marca indeleble en la política regional y global, gracias a su vida de lucha, su estilo austero y sus ideas sobre la sobriedad y la justicia social. A principios de enero, el líder histórico del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros había dicho con serenidad: "Hasta acá llegué". Era su forma de despedirse. La batalla contra el cáncer había sido dura: primero en el esófago, luego en el hígado, hasta que finalmente su cuerpo agotado decidió descansar.
José Mujica nació en 1935 en Paso de la Arena, un barrio rural de Montevideo. Desde joven se inclinó por la lucha social, integrando en 1964 el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana que desafió al régimen militar uruguayo. Fue herido de bala en seis ocasiones y sobrevivió gracias a una transfusión de 12 litros de sangre. Capturado por la dictadura, pasó diez años encarcelado en condiciones inhumanas, confinado en un pozo de poco más de un metro cuadrado. Sin luz, sin libros, solo con ranas y ratones que domesticó para no perder la cordura.
Emergió de esa experiencia más sabio, como él mismo solía recordar, y regresó a la política. En 1994 fue electo diputado por Montevideo; en 1999, senador, y en 2010 asumió la Presidencia de Uruguay con un 55 % de los votos. Durante su mandato, impulsó una agenda progresista que incluyó la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis, medidas que posicionaron a Uruguay como un referente en América Latina.
La austeridad como bandera
Mujica vivió siempre de acuerdo a sus principios: en su chacra, acompañado de su esposa Lucía Topolansky y su fiel perra Manuela, un Volkswagen Escarabajo celeste del 87 y un tractor. Durante su mandato, rechazó mudarse al palacio presidencial y continuó viviendo en su modesta casa rural, donando cerca del 90 % de su salario a causas sociales. "Dicen que soy el presidente más pobre del mundo. Pobres son los que necesitan mucho", respondía con su estilo directo y desenfadado.
Para Mujica, la libertad residía en la capacidad de vivir con poco y evitar el consumismo exacerbado. Esa filosofía de vida lo convirtió en un referente global de la sobriedad y la ética en el ejercicio del poder. El documental "El Pepe, una vida suprema", del director serbio Emir Kusturica, retrató esa faceta simple y genuina de un líder que prefería el barro de su chacra a los lujos del poder.
El fallecimiento de Mujica marca el final de una era en Uruguay y en América Latina. Su estilo directo, su rechazo a los protocolos y su vida frugal lo hicieron un personaje único en la política mundial. Desde su retiro en 2018, se dedicó a la reflexión y al activismo social, manteniendo siempre su espíritu crítico y su fe en la humanidad.
Poco antes de morir, pidió ser enterrado bajo una secuoya grandota en su chacra, donde en 2018 había despedido a su perra Manuela. "Ya está, el guerrero tiene derecho a su descanso", dijo en su última entrevista. Su legado, sin embargo, permanecerá en la memoria colectiva como el ejemplo de un hombre que vivió y murió fiel a sus principios, en una chacra modesta pero inmensa en dignidad.
En noviembre de 2024, el expresidente uruguayo Mujica, símbolo del progresismo regional, sintetizó con crudeza lo que para muchos es la "evolución" del sandinismo en el poder en Centroamérica, haciendo un comentario que resonó como un veredicto lapidario: "Es increíble, la revolución sandinista en qué desemboca, en la vieja esa llena de piedras y de cosas. Es monstruoso... ...era una revolución soñadora contra Anastasio Somoza Debayle". Su crítica fue más que una burla a Rosario Murillo, esposa y copresidenta de Daniel Ortega; el gurú suramericano redujo la esencia del poder en Nicaragua a las joyas de "la compañera".
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