El ocaso del exgeneral sandinista Álvaro Baltodano, arquitecto de la "alianza" con el capital, condenado por traición
- Redacción Central
- 12 jun
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Su retiro del Ejército en el año 2000 no significó el fin de su influencia. Por el contrario, se convirtió en operador político de confianza del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), especialmente en los años previos al retorno de Daniel Ortega al Ejecutivo en 2007. Fue arquitecto de alianzas políticas como la "Concertación" en 2001 y la "Alianza Unida Nicaragua Triunfa" en 2006. Posteriormente, desde la Comisión Nacional de Zonas Francas y como delegado presidencial para inversiones, se convirtió en puente entre el régimen y el gran capital. Su estilo reservado, su tono mesurado y su habilidad negociadora lo convirtieron en figura clave del llamado "orteguismo empresarial".
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua

La condena a 20 años de prisión impuesta esta semana al general de brigada en retiro Álvaro Baltodano Cantarero por el supuesto delito de "traición a la Patria", junto a la confiscación de todos sus bienes, marca uno de los episodios más dramáticos de la purga interna que sacude al régimen sandinista de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo. La sentencia fue dictada el lunes 09 de junio de 2025 en un juicio sumario realizado por videoconferencia desde la cárcel "La Modelo", en Tipitapa, sin presencia de familiares ni abogados defensores. Desde el miércoles 14 de mayo, Baltodano se encuentra en condición de desaparición forzada, según activistas y abogados consultados por COYUNTURA.
Se trata de un giro radical en el destino de un hombre que durante más de cuatro décadas fue un engranaje clave del poder político, militar y económico del sandinismo. Su caso no solo revela una vez más las fisuras dentro del círculo cercano de Ortega y Murillo, sino que también expone el creciente aislamiento local y regional del régimen, el descontento en sectores del Ejército y el recrudecimiento de la represión como único mecanismo de control.
Álvaro Baltodano no fue un militar cualquiera. Fue comandante guerrillero durante la insurrección de Matagalpa en 1979 y uno de los jefes del Frente Norte que contribuyó al derrocamiento de la dictadura de Somoza. Con la victoria de la Revolución Ciudadana, se incorporó de inmediato al Ejército Popular Sandinista, donde ascendió rápidamente hasta alcanzar el grado de general de brigada.
Durante la década de los ochenta desempeñó altos cargos militares en el contexto de la guerra civil entre el primer régimen del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la contrarrevolución financiada por Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.). Fue un actor directo en operaciones militares de alto perfil, entre ellas la ejecución del empresario y dirigente gremial Jorge Salazar Argüello, quien fue vicepresidente del ahora extinto Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), en un hecho que generó profundas heridas en la relación entre el FSLN y el sector privado.
Pese a su perfil de "combatiente revolucionario", Baltodano provenía de una familia adinerada, lo que lo convirtió en una figura puente entre dos mundos históricamente enfrentados: la élite económica y la cúpula estatal y militar. Su formación, carácter reservado y tono mesurado lo convirtieron en interlocutor privilegiado en múltiples arenas, principalmente en la política, la estrategia armada y la visión empresarial.
Tras su retiro del Ejército en abril de 2000, Baltodano se sumó de lleno a la actividad política partidaria. Fue uno de los principales operadores del Frente Sandinista durante su etapa en la oposición, entre 2000 y 2006. En coordinación con figuras como Lenin Cerna y Dionisio Marenco (fallecido en 2020), construyó alianzas con partidos políticos, sectores sociales y empresarios que facilitaron el retorno de Daniel Ortega al poder.
Fue el cerebro organizativo detrás de las coaliciones "Concertación" en 2001 y "Alianza Unida Nicaragua Triunfa" en 2006, plataformas electorales con las que Ortega buscó y logró reconquistar la fallecida Presidencia. Posteriormente, el general en retiro ocupó cargos clave en el aparato gubernamental, incluyendo la dirección de la Comisión Nacional de Zonas Francas y como ministro delegado para la Promoción de Inversiones y Facilitación del Comercio Exterior.
Entre 2009 y 2017, junto con el asesor presidencial Bayardo Arce, fue el rostro visible del "modelo de diálogo y consenso" entre la dictadura Ortega-Murillo y el sector empresarial, un esquema que garantizó estabilidad macroeconómica a cambio de silencio político e institucional, y que permitió a Ortega consolidar su control total sobre las instituciones del Estado.
El lunes 31 de octubre de 2022, Baltodano fue removido de su último cargo público. Desde entonces, se mantuvo alejado de los reflectores estatales y de las estructuras activas del FSLN. A ojos del régimen, este retiro voluntario fue interpretado como una posible desafección. El miércoles 14 de mayo de 2025, su residencia en la finca "Los Milagros", en Matagalpa, fue allanada en la madrugada por agentes de la Dirección de Auxilio Judicial. Fue arrestado sin orden judicial y sin notificación oficial. Desde ese día, no ha podido comunicarse con su familia ni contar con defensa legal.
Cuatro días después, una redada en el norte del país centroamericano llevó a la captura de varios exmilitares cercanos a él, entre ellos el capitán en retiro Aníbal Rivas Reed y el exoficial Ronald Paul Leiva Silva. También se encuentran en desaparición forzada y no se ha informado de cargos en su contra.
La opacidad del caso y la rapidez del juicio han desatado una oleada de cuestionamientos dentro y fuera de Nicaragua. Las autoridades no han emitido declaraciones públicas sobre la detención, el proceso judicial ni la sentencia. La única información proviene de fuentes extraoficiales del órgano judicial y la Policía, que atribuyen la orden a una decisión política tomada "desde arriba".
El sociólogo y exiliado político Óscar René Vargas considera que la condena de Baltodano revela un proceso de implosión interna en la administración sandinista. En entrevista con el programa Café con Voz, señaló que el arresto podría tener su origen en una manifestación de desacuerdo del general en un círculo cerrado, lo que sugiere la existencia de un "sistema de espionaje" dentro del aparato de poder.

Otra hipótesis apunta a que Baltodano pudiera haber estado articulando algún tipo de disidencia militar o política. La redada posterior en Matagalpa y Jinotega sería una señal de que el régimen está actuando por sospechas de conspiración interna.
Vargas alertó sobre un supuesto "descontento" en los mandos medios del Ejército, particularmente entre tenientes, capitanes y mayores, cuyas condiciones económicas y sociales contrastan con los privilegios de los generales y la cúpula afín a Murillo, principalmente. Comparó la situación con el golpe de los capitanes en Portugal (1974), donde la insatisfacción en las bases militares precipitó el cambio.
Por otro lado, la reciente creación de nuevos rangos militares como el de "coronel general" —conferido a Bayardo Rodríguez y Marvin Corrales Rodríguez hace pocos días— estaría dirigida a blindar la lealtad de la cúpula castrense, pero no resuelve las tensiones estructurales ni el malestar creciente.
Asimismo, la implosión del régimen también se manifiesta en escándalos de corrupción y el retiro de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) del país. Según Vargas, esta decisión implica que "los narcotraficantes viven tranquilos" en Nicaragua, lo que sugiere incluso un acuerdo político y de seguridad con redes del crimen organizado. También citó irregularidades en la exportación de más de 100,000 onzas de oro, posiblemente parte de una triangulación con oro venezolano para evadir sanciones estadounidenses.
El analista también denunció que el sobreprecio de los combustibles ha generado más de 231 millones de dólares en ganancias directas para la familia Ortega Murillo. A su juicio, la corrupción ha permeado todos los niveles del poder, y el régimen ya no puede ocultar sus fracturas internas.
Encima, para Enrique Sáenz, exdiputado opositor, la figura de Baltodano es simbólica: representa al militar con influencia, al operador de confianza, al puente entre Ortega y los empresarios. Su caída no solo evidencia el deterioro de esa alianza, sino también que ni los más cercanos están a salvo. "Tenía tres características que lo hacían especial: provenía de una familia adinerada, era general retirado y tenía una relación cercana con Ortega. Eso le permitió mediar en muchos espacios", dijo.
Hoy, Baltodano está recluido sin garantías procesales, con su patrimonio expropiado y su destino judicial sellado por un sistema sin transparencia. Lo que alguna vez fue un aliado clave en la reconstrucción del poder sandinista, ha terminado como su víctima.
La represión, lejos de consolidar el poder, parece marcar su fragilidad. El régimen Ortega Murillo ha demostrado que no tolera ni la duda ni la distancia. Y al condenar a otro de los suyos, envía un mensaje de fuerza que delata su propio miedo.
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