La caída del símbolo del opresor
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La caída del símbolo del opresor

Crónica sobre la caída del primer "chayopalo", su valor histórico y simbólico:


No puede concretarse una revolución sin derribar algún elemento simbólico del opresor, en éste caso desde el primer momento en el que Rosario Murillo mandó a instalar las enormes y costostosísimas estructuras metálicas por toda la capital, la ciudadanía inmediatamente identificó que ese sería el símbolo de ésta dictadura.

20 de abril de 2018 en los alrededores de la Catedral de Managua - Fotografía de Juan Daniel Treminio
20 de abril de 2018 en los alrededores de la Catedral de Managua - Fotografía de Juan Daniel Treminio

Y en efecto, los "chayopalos", "arbolatas" o como le quiera usted llamar, eran el punto débil de un sistema purulento el cual rebasó la paciencia de un pueblo que es referencia en el mundo por tumbar regímenes totalitarios. Evidentemente la pareja de gobernantes no solo quiso dar a entender que esos eran los símbolos de su proyecto dinástico, sino que al ponerlos por toda la ciudad demostraba el cimiento de sus intocables objetivos.


Fue así hasta que un grupo de valientes jóvenes, entre balas y bajo el inclemente sol del día número 20 del mes de abril del 2018, se las ingeniaron de diferentes formas para derribar el primer chayopalo, un glorioso momento que yo le pedí a la vida me permitiera presenciarlo; estaba dispuesto a dar lo que fuera para vivir ese momento.


Poco antes del mediodía y a 50 metros de la Rotonda Rubén Darío (Metrocentro) caminando hacia el lago, un árbol color blanco ardía en llamas; quemarlo era el primer paso para derribarlo. Los muchachos y muchachas protagonistas de esa escena consiguieron sierras delgadas para cortar metal, mecates largos y tenazas. Algunos estudiantes casualmente de ingeniería estaban analizando cuál era la mejor forma para debilitar y derribar los 20 metros de metal.


Pasaron horas cortando los primeros pilares; intercambiaban turnos cuando el cansancio les ganaba y se notaba que lo hacían con tanta voluntad, como si sus vidas dependieran de ello. Durante varias ocasiones lo creyeron imposible, pero la adrenalina era más intensa que las escenas de "La Casa de Papel". Sangre, gritos, balas, gases, ese era el entorno de trabajo.


Las consignas fueron un elemento que hacía más interesante aquella escena; se convirtieron en dosis de energía, coraje y furor colectivo. Desde cualquier punto de la protesta se gritaba "¡Patria libre!", Que se rinda tu madre...", "¡Viva Nicaragua libre!", reviviendo el grito popular de la generación de nuestros padres. Los muchachos y muchachas gritaban mientras cortaban el metal.

A las 4:38 con 16 segundos de la tarde el primer chayopalo se desploma. En todo el país se sintió una euforia mayor que la que podría sentirse en un gol durante la final de un mundial de fútbol. Uno puede revivir esa imágen en la mente, en cámara lenta y con violines de fondo. En ese mismo momento un gigante había despertado; el rugido se escuchó hasta en los lugares más recónditos del país. Fue un antes y un después.

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