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Volver a la UCA


Era como volver a un lugar desconocido. Era como si caminara y mi alma estuviera en otra parte. ¡Pero, no! Ahí estaba, en “la pasarela” de la Universidad Centroamericana (UCA); en el corazón de mi Alma Mater.

Este artículo nace de mi corazón y del dolor de una joven que intenta hacerle frente a los sentimientos encontrados tras volver a la universidad, en medio de una crisis sociopolítica que ha golpeado sistemáticamente a los estudiantes universitarios y a todo un país.

Antimotines de Ortega apostados frente a la Universidad Centroamericana - Cortesía Reuters

De camino, por una hora y media, mientras viajaba de mi casa a la universidad, me iba cuestionando: “Y, ¿ahora a quién le pregunto ‘a qué hora llegas’?”, “y, ¿mis amigos?”, “¿mis compañeros?”, “¿dónde están?”. Ya éramos pocos en el grupo y ahora regresábamos menos; el resto está en el exilio debido a que en Nicaragua no es seguro vivir y cada día tenemos menos derechos como jóvenes.

Llegué a la UCA a las 7:30 AM, caminé en la pasarela y noté que estaba casi vacía. Veía desde la distancia “el bosquecito” y tenía, apenas, algunas mesas ocupadas por estudiantes. Me senté en una banca y les envié un mensaje a mis amigos: “Estoy aquí y no saben cómo duele volver sin ustedes”. Busqué a mi grupo en el horario y noté que ya no existían más mis clases debido a que el sistema las había borrado, porque no hay suficientes alumnos para hacer un grupo e impartir las materias.

Hice varios trámites y me unieron a otros grupos. Y, ahí estaba yo, en otra isla de gente desconocida, tratando de calzar en un grupo donde no sé quién es quién, ni que piensan, ni cómo actúan.

La polarización ha jugado en el sentir de todos; nos vemos las caras y no sabemos de qué lado estamos. Ahora resulta importante saberlo para generar un clima de “confianza” entre estudiantes y profesores.

En la segunda clase me encontré con un profesor que ya me había impartido una materia en años anteriores, incluso durante la lucha me enviaba mensajes de animó para seguir adelante y le dije: “Profe, es difícil volver. ¡Me siento SOLA!". Él me respondió: “para mí como docente también lo es. No sé cómo abordar temas sociales en medio de esta crisis. No sé qué tipo de alumnos están frente a mí. Pero, ¡me alegra que te hayan integrado al grupo!”. Y entendí de inmediato su felicidad pues la carrera está agonizando. Menos de la mitad volvió al primer ciclo del 2019 y aun así existe repelo. Entre los que nos conocemos nos damos ánimos; el resto es digno de dudas y delante de ellos es mejor guardar opiniones y evitar comentarios.

A pesar de todos estos problemas también sigue vivo un sentir de lucha. Hay confianza en las autoridades universitarias. Ejemplo de ello es que un alumno andaba por toda la universidad con una bandera como capa y nadie le dijo nada. Yo me sentí feliz de ver su espíritu de lucha y a la vez me preocupaba que alguien le tomara una fotografía solo por dañarlo.

Volvimos a la universidad que ha apoyado a sus alumnos, pero aun así es tierra de nadie. Todos tenemos derecho de estudiar sin importar nuestra ideología, pero es difícil aceptar y no tener rencor hacía la gente que apoya a esta dictadura asesina y sin escrúpulos, pues los sentimos tan culpables de la ausencia de tus amigos y por la alteración a la vida de cada nicaragüense, aunque intentemos comprender su posición.

Protesta frente a la UCA por el reclamo del 6% constitucional, el Jueves 2 de agosto - Fotografía de Coyuntura

Si algo queda claro para el estudiantado es que en la UCA como tal y sus autoridades no te van a juzgar si pensas diferente, ni te quitaran la beca por tu posición política, a diferencia de otras universidades. Verdaderamente la UCA es un ejemplo de alma mater. Nos forma con un gran pensamiento crítico y constructor, con propósitos individuales y colectivos, con un fin ciudadano para Nicaragua y el mundo.

Protesta frente a la UCA por el reclamo del 6% constitucional el Jueves 2 de agosto - Fotografía de Coyuntura

Que el régimen no nos quiera vender la idea que todo está normal cuando a simple vista nuestras vidas cotidianas están rotas. Nos arrebataron a nuestros amigos, nuestra tranquilidad, nuestros derechos, nuestros sueños. Vivimos en la incertidumbre de no saber si algún día valoraran el hecho de que seamos jóvenes profesionales. Pero, a pesar de todo, estamos ahí, haciendo el esfuerzo y tratando de seguir adelante, y de brindarle algo digno en un futuro a nuestra patria. La dictadura nos robó todo menos las ganas de luchar por nuestra libertad. ¡Aquí no se rinde nadie!

Para Coyuntura - El Radar de Nicaragua

Anónimo


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