Diez días después de la destitución de Luis Morales Alonso, co-director del ahora extinto Instituto Nicaragüense de Cultura, el sandinismo dio un paso significativo hacia la reconfiguración cultural en Nicaragua. Aunque inicialmente se destacó la inclusión de las generaciones jóvenes y ciertos sectores específicos, algunos expertos expresan preocupación sobre la posible exclusión de otras generaciones y comunidades, y sobre el control que la Juventud Sandinista y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) podrían tener desde ahora en el órgano patrimonial.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
En una decisión unánime, la Asamblea Nacional de Nicaragua, bajo la dirección del mandatario Daniel Ortega y con el impulso del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), aprobó el jueves 15 de febrero una reforma a la Ley Creadora del Instituto Nicaragüense de Cultura (Ley 427), modificando el nombre de la institución, que ahora responde al título de Instituto de Culturas de Juventudes y Pueblos. La iniciativa de reforma, enviada por el Poder Ejecutivo el lunes 12 de febrero de 2024, se concretó con "trámite de urgencia", contando con el voto favorable de las y los 91 diputados del Poder Legislativo, de los cuales 70 pertenecen al partido gobernante FSLN, liderado por Ortega y su esposa Rosario Murillo. Este cambio de denominación se suma a otras transformaciones institucionales recientes, como la restauración del Ministerio del Interior, el pasado mes de diciembre, en reemplazo del ahora extinto Ministerio de Gobernación.
La exposición de motivos presentada por el régimen en el caso del ahora Instituto de Culturas de Juventudes y Pueblos sostiene que esta reforma responde a la necesidad de ajustar la denominación del instituto "a las demandas y al servicio de la población, de acuerdo a las nuevas realidades culturales, la juventud y los pueblos". El Instituto Nicaragüense de Cultura, creado en el año 1989, tenía como objetivo principal la promoción y difusión de las manifestaciones culturales del país centroamericano, así como la conservación del patrimonio cultural nacional.
La reforma no solo implica un cambio de nombre, sino también una reestructuración interna. Según la exposición de motivos, y analistas centroamericanos consultados por el equipo de COYUNTURA bajo la condición de anonimato, se busca fortalecer la institución patrimonial, ahora denominada Instituto de Culturas de Juventudes y Pueblos, para que se ajuste de manera más efectiva a las "líneas oficialistas". "Esto podría dejar en el olvido a manifestaciones artísticas y culturales de diversos orígenes", dijo una curadora de arte y comisaria de museos. Además, la reforma legislativa estableció que el instituto ahora es un órgano descentralizado vinculado a la Presidencia de la República, supuestamente operando con autonomía, pero en manos de la oficina de Ortega y Murillo.
Como parte de la reforma, además, se propuso la creación de un "consejo de coordinación", cuyos detalles serán reglamentados por el propio instituto sin una fecha establecida. Este cambio en la estructura institucional busca adaptar la entidad a los "desafíos actuales y consolidarla como un ente comprometido con las diversas culturas juveniles y populares del país", según el oficialismo. Este ajuste en el nombre e estructura del Instituto de Culturas de Juventudes y Pueblos refleja la dinámica "cambiante" en el ámbito cultural y político de Nicaragua bajo el liderazgo de Daniel Ortega.
Diez días después de la destitución de Luis Morales Alonso, co-director del ahora extinto Instituto Nicaragüense de Cultura, el sandinismo dio este paso significativo hacia la reconfiguración cultural en Nicaragua. Aunque inicialmente se destacó la inclusión de las generaciones jóvenes y ciertos sectores específicos, en lo que podría entenderse como "pueblos", es evidente la preocupación ciudadana sobre la posible exclusión de otras generaciones y comunidades, y sobre el control que la Juventud Sandinista y el FSLN podrían tener desde ahora en el órgano patrimonial.
Representa ya un cambio significativo para el espacio cultural estatal, aparentemente más enfocado en las juventudes y los pueblos, dejando, en primera instancia, fuera de la retórica y la imagen del órgano a varios sectores y poblaciones.
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