Devastación ambiental y desidia gubernamental. Crónica del incendio que inició el 03 de abril de 2018 en la Reserva Biológica Indio Maíz de Nicaragua
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Devastación ambiental y desidia gubernamental. Crónica del incendio que inició el 03 de abril de 2018 en la Reserva Biológica Indio Maíz de Nicaragua

Como parte del especial periodístico "Krátos 04/18", en el que COYUNTURA vuelve a narrar de forma más profunda -y enfocado en el civismo- los detalles más significativos de la rebelión social que inició en el mes de abril del año 2018, en esta primera pieza nos adentramos en el punto neurálgico del inicio de la crisis múltiple que vive Nicaragua. Nos referimos a un incendio que ahora contamos desde adentro, tras seis años de aquella negligencia estatal que, literalmente, encendió la llama de un fenómeno nunca antes visto.


Por Jairo Videa | @JairoVidea

Siempre Viva, San Juan, Nicaragua
Una joven nicaragüense se manifiesta ante la inacción estatal por un incendio en una reserva natural, el 10 de abril del año 2018 en Managua | Fotografía de Coyuntura por Juan Daniel Treminio
Una joven nicaragüense se manifiesta ante la inacción estatal por un incendio en una reserva natural, el 10 de abril del año 2018 en Managua | Fotografía de Coyuntura por Juan Daniel Treminio
Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos; formen todos un solo haz de energía ecuménica. Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas Situación del optimista Rubén Darío 1905


En un remoto rincón del sureste nicaragüense, donde solo los valientes y las comunidades originarias sobreviven entre la exuberante selva tropical de la Reserva Biológica Indio Maíz -con una biodiversidad tan asombrosa como vulnerable-, los destinos del ecosistema, la política, del hasta entonces individualismo ciudadano que creíamos imperaba y hasta de la vida institucional, democrática y humanitaria de Nicaragua, colisionaron con el punto álgido de la negligencia humana y estatal, aquel sorpresivo pero inevitable martes 03 de abril de 2018. Aquí hacemos una pausa para señalar que fue inevitable no por cuestiones místicas o históricas, sino por la mano que modela nuestros bosques, porque siempre es la misma historia. Lo que comenzó como una chispa descuidada en el Refugio de Vida Silvestre Río San Juan (43,518 hectáreas), exactamente en la comunidad Siempre Viva, a siete kilómetros de San Juan de Nicaragua y unos 400 de la capital, se convirtió en un devastador incendio, consumiendo una vasta extensión de bosque y desencadenando una tragedia ambiental sin precedentes, que en 2024, seis años después, sigue ocurriendo, en los más de 3,180 kilómetros cuadrados de Indio Maíz, y en otras zonas del país.


La historia de este desastre tiene raíces profundas en la voracidad del hombre por la tierra, la carne, el aceite y los recursos naturales. En un país marcado por la desigualdad en la distribución de su territorio y las riquezas, los casos de acaparamiento de tierras se multiplicaron en los municipios de Nueva Guinea y El Castillo, colindantes con la Reserva Indio Maíz, desde 2007 hasta 2017. Diez años de crímenes sin resolver, desplazamiento forzado y palabras vacías de la clase política y los tomadores de decisiones, cuya complicidad con la administración de Daniel Ortega aisló a las comunidades locales, en la zona más pobre del país centroamericano, la comprendida por las dos grandes Regiones Autónomas de la Costa Caribe.


Empresas agroindustriales y madereras, ansiosas por expandir sus dominios, han devorado vastas extensiones de tierras hasta la fecha, desplazando a comunidades campesinas y arrasando con ecosistemas frágiles. Según documentación verificada por el equipo de este medio, entre 2001 y 2011, la desigualdad en la distribución de la tierra se disparó en estos municipios, con un aumento del "coeficiente de Gini" que refleja una concentración creciente de tierras en manos de unas pocas empresas poderosas. Estas entidades, sedientas de ganancias, presionan a las y los campesinos locales para que vendan sus tierras a precios ínfimos, o para que abandonen sus hogares por la inseguridad alimentaria, nutricional, laboral o física, dejando a las familias rurales sin hogar y sin medios de subsistencia.


En medio de este conflicto latente, aquel martes un incendio desatado por un colono desencadenó el caos en la Reserva Biológica Indio Maíz, sin conocer hasta la fecha una explicación lógica y profunda sobre lo sucedido y sus consecuencias. Las llamas se extendieron rápidamente, devorando al menos 6,700 hectáreas de bosque virgen, hogar de innumerables especies de flora y fauna. El Gobierno Territorial Rama y Kriol (GTR-K), que representa a nueve comunidades indígenas reconocidas como dueñas ancestrales de la reserva, informó que el 03 de abril recibió una alerta de incendio por parte de las autoridades de San Juan de Nicaragua e Indian River. Desde ese momento, exigieron a la administración sandinista de Ortega y su esposa Rosario Murillo que declarara emergencia ambiental en el área protegida. También solicitaron que el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (SINAPRED), el Ejército de Nicaragua, el Instituto Nacional Forestal (INAFOR) y el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (MARENA) movilizaran los medios necesarios para sofocar las llamas, en un número considerable y en aumento de focos. Y lo hicieron, casi 10 días después.


Aunque los gobiernos comunales alertaron a las autoridades y se desató un esfuerzo colectivo por contener el fuego, encabezado por ciudadanos y activistas locales, la respuesta inicial fue insuficiente para frenar la furia de las llamas.


La situación se agravó aún más por la inacción gubernamental y la falta de coordinación en la respuesta al desastre. El Estado decretó alerta amarilla en los municipios de Río San Juan, Nueva Segovia, Madriz, Estelí, Chontales, León, Chinandega, Managua y la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte, el 07 de abril. Mientras las organizaciones ambientalistas clamaban por ayuda internacional y denunciaban la magnitud del incendio, el Gobierno nicaragüense minimizaba la gravedad de la situación, aferrándose a narrativas que intentaron desacreditar y disminuir el alcance real del desastre desde su inicio. La llegada tardía de equipos de extinción y la negativa inicial a aceptar la ayuda internacional expusieron las fallas sistémicas en la gestión de crisis ambientales.


Fotografías del incendio forestal más grande de 2018 en Nicaragua, de Fundación del Río y El 19 Digital:

"Desde la Laguna Santa Lucía; de San Juan; Haulover; varias personas se reunieron porque sabíamos que el fuego no fue espontáneo y mucho menos natural. El Ejército quiso manejar la situación, pero ante la inoperancia terminaron restringiendo el acceso a varios puntos de calor", explicó a COYUNTURA un residente local de San Juan de Nicaragua, bajo la condición de anonimato. A pesar de que más de 600 personas estaban disponibles para enfrentar el colosal siniestro, las autoridades terminaron prohibiendo el ingreso de periodistas, activistas y líderes locales a la zona, por razones aún inexplicadas. Las comunidades ancestrales sostienen que esto se debió a que la jerarquía sandinista buscó -y sigue buscando- impunidad. "Quieren que la gente no sepa lo que pasó, y que ahí hay haciendas desde donde operan situaciones ilegales, como la tala de árboles, la ganadería", dijo una miembro de la comunidad de San Juan del Norte/San Juan de Nicaragua, también conocido como Greytown.


El otro incendio


En Managua comenzó a darse otro incendio. Uno digital, físico-metafórico y orgánico que no se veía desde junio del año 2013, justo cinco años antes -con el boom de las redes sociales digitales en el país centroamericano-. Una especie de "Primavera Árabe" que, recordando el "Ocupa INSS", pero más grande, porque, sin saberlo, el tema medioambiental en Nicaragua es neurálgico para la generación joven, de entre los 20 y 30 años. Citando a Rubén Darío, los "vigores dispersos" no lo fueron más. Se "unieron, brillaron y formaron un solo haz de energía ecuménica" en torno a la campante inoperancia de la administración del ya entonces dictador Daniel Ortega.


A medida que el fuego consumía hectáreas tras hectáreas de la reserva, la voz de alarma resonaba en todo el país y más allá de sus fronteras. Organizaciones ecologistas, universidades y sectores de la sociedad civil se unieron en un coro de indignación y exigieron acciones concretas para proteger el tesoro natural de Indio Maíz. Sin embargo, las respuestas fragmentadas y las disputas políticas obstaculizaron una vez más los esfuerzos de mitigación, dejando al ecosistema vulnerable a la destrucción sin control.


En medio del caos y la desolación, la Reserva Biológica Indio Maíz se convirtió en un símbolo trágico de la lucha por la conservación ambiental y la preservación de la biodiversidad. Mientras los líderes políticos discutían sobre responsabilidades y agendas partidistas, la selva tropical ardía en silencio, y su riqueza natural estaba siendo consumida por el fuego voraz del acaparamiento y la indiferencia. La expansión de la frontera agrícola y los años de inoperancia gubernamental nunca habían sido tan reales.



Ahora bien, dejándonos guiar por el "amor medioambiental" que muchos ciudadanos dijeron sentir entonces a este medio ante la situación, evidentemente dos factores estaban latentes y recientes. El huracán Otto, de categoría tres, golpeó el jueves 24 de noviembre de 2016, a 185 kilómetros por hora y con rachas de 200 kilómetros por hora, según Marcio Baca, director de Meteorología del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER). Hubo mucho material vegetativo derribado, ecosistemas aún sin recuperar y zonas ya deforestadas, sumado a la época seca, las altas temperaturas y los vientos avivando el fuego. Todo esto en conjunto contribuyó al crecimiento del incendio sin que nadie pudiera sofocarlo. Además, no era algo nuevo en el país: la inoperancia ante los desastres naturales, y los no tan naturales.


El lunes 09 de abril de 2018, en el programa "Buenas Tardes, Nicaragua" de Radio Corporación, el entonces locutor y periodista Juan Daniel Treminio comenzó a divulgar la información de un afiche que invitaba a una manifestación ciudadana "con el fin de exigirle al régimen de los Ortega-Murillo beligerancia y un actuar positivo ante la catástrofe ambiental que estaba ocurriendo. El punto de concentración sería el Monumento de Alexis Argüello, pero, como era de esperarse, dicho lugar fue invadido desde tempranas horas por la llamada 'juventud de Ortega' o 'Juventud Sandinista (JS)'", según la crónica del comunicador. El día del anuncio del encuentro cívico, la administración de Ortega rechazó la ayuda de Costa Rica para contener el siniestro, en la segunda zona boscosa más importante del territorio nicaragüense.


En la siguiente pieza del especial periodístico "Krátos 04/18", en el que COYUNTURA vuelve a narrar de forma más profunda -y enfocado en el civismo- los detalles más significativos de la "Rebelión de Abril" de 2018, llegamos al martes 10 de abril, con una tarde que se hizo noche, y una conciencia masiva que se hizo canto y consignas.


El Ejército, la Policía Nacional y el oficialismo, en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde el año 2007, determinaron que el presunto origen del incendio forestal de más de 10 días continuos fue una quema agrícola descontrolada y provocada por un productor que se presume estaba ocupando ilegalmente parte del territorio indígena y afrodescendiente. Según las investigaciones del orteguismo, "el incendio se produjo por una fuente generadora de calor, en fase llama abierta", es decir, un chispero para encender cigarros.


 

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