Estudiaba ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) -recinto en Estelí-, pero a mitad de su carrera fue expulsada de manera extrajudicial debido a su participación activa en las manifestaciones que sacudieron su recinto y las calles de "el Diamante de las Segovias", durante el estallido social iniciado en abril de 2018. Es Katherine Ramírez, quien, con tan solo 18 años edad y a pesar de no tener experiencia previa en política, hace más de dos años fue parte del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), destacándose como la persona más joven en hacerlo.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
San José, Costa Rica
Katherine Ramírez es una joven estudiante y activista que busca insistentemente la democratización de Nicaragua desde los espacios cívicos. En su empeño por continuar su preparación profesional sin abandonar el activismo sobre Nicaragua, se encontró con obstáculos casi que insuperables como el recrudecimiento de la represión y el desmantelamiento de las instituciones educativas en el país centroamericano. Finalmente, en un tercer intento por estudiar, se vio obligada a buscar refugio en el exilio, y una oportunidad para culminar su carrera académica. Desde el vecino del sur, Costa Rica, sigue contribuyendo a la causa por la justicia y la democracia, ahora desde la coordinación general de la Articulación de Movimientos Sociales (AMS).
En este exhaustivo diálogo con el equipo editorial de COYUNTURA, Ramírez cuenta los detalles de su proceso de reinserción en el exilio, y sobre la unificación de los espacios y grupos opositores, sin pasar por alto las críticas fundamentales para lograr mejores resultados en la búsqueda de la democratización, dentro y fuera del país centroamericano, en medio de una crisis múltiple sin fin. A su vez, aborda la importancia de las ideologías en el contexto actual, y la necesidad de crear nuevos espacios y partidos políticos.
Pregunta. ¿Hasta cuándo pudiste resistir dentro de Nicaragua?
Respuesta. Hasta el primer semestre de 2022. Yo no quería salir del país. Decidí buscar otras alternativas dentro y también me costó mi carrera dos veces.
P. ¿Aún formas parte de la UNAB?
R. Me retiré de la UNAB (Unidad Nacional Azul y Blanco) y luego estuve en la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia. También me salí de este espacio, y ahora me quedé en la Articulación de Movimientos Sociales (AMS), un espacio en el que he participado por varios años. Es un movimiento en el que hasta el momento me he sentido cómoda porque trabaja con diferentes sectores, como ambientalistas, feministas, grupos territoriales, y durante estos años hemos trabajado en distintas acciones de incidencia para visibilizar la crisis socio-política de Nicaragua, especialmente en la incidencia internacional.
P. ¿Qué lograste hacer luego de que tu expulsión de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Estelí?
R. Busqué otras alternativas en universidades privadas, a pesar del riesgo extremo al que me enfrentaba como activista. Era el "target" (público) perfecto para la Policía. Éramos un peligro hasta para las universidades porque el régimen les había advertido que no tenían que aceptarnos. En medio de eso la Universidad Paulo Freire (UPF) me abrió las puertas y me convalidó algunas clases. Estando en la recta final de la carrera la universidad fue cerrada y confiscada.
Nunca fuimos contactados por el CNU para retomar nuestros estudios. No se nos entregaron calificaciones, nos borraron de todas las plataformas y del sistema educativo. Esto me obligó a salir del país, me afectó mucho, ya no era sostenible para mí vivir en Nicaragua, no tenía más oportunidades de estudio.
P. ¿Has podido retomar tus estudios en el exilio? ¿Cómo ha sido el proceso?
R. Vine a Costa Rica para continuar mis estudios por tercera vez. Fue un proceso demasiado difícil porque las universidades en Costa Rica no entienden lo que pasa en Nicaragua. No creen que ir a sacar las notas es igual de peligroso que ir a comprar un pan si sos una persona que está constantemente vigilada. Ni a mi familia le quisieron aceptar la documentación para apostillar mis notas de secundaria. No me fue posible sacar esa información, fue un proceso difícil, pesado y revictimizante.
Yo no voy a permitir que pasen por encima de mis derechos, no lo permití en Nicaragua y no lo voy a permitir en un país que tiene al menos unos mínimos democráticos.
P. ¿Cómo te ha hecho sentir el exilio?
R. El activismo tiene muchas limitantes y se tienen que hacer muchas otras cosas para sobrevivir en otro país que no es el tuyo y hacemos malabares para tener estabilidad económica, mental, de salud física. En medio de todo eso intento dedicar espacio al activismo y a los espacios políticos. Mis energías están enfocadas en terminar mis estudios, esta tercera vez sí tienen que salir.
El exilio es una herida abierta que nunca se cierra, pero en medio de todo lo difícil he tenido mucha gente que me ha llenado de amor y eso ayuda. Yo no me hacía la idea de estar en Costa Rica, que ya había dejado Nicaragua. Mi abuelo falleció una semana después de haber llegado y yo no podía estar cerca de mi familia cuando más necesitaba estar presente. Esa ha sido una de las partes más difíciles, a pesar de eso me siento una persona privilegiada porque de alguna manera logré encontrar trabajo, retomar mis estudios y tener un círculo de personas que estimo y son mi soporte inmediato.
P. ¿Qué es lo que más te preocupa de Nicaragua en el actual contexto?
R. Hay demasiadas cosas por las qué preocuparse en este momento. El cierre del espacio cívico es una de las cosas que más me preocupa porque está generando demasiados estragos a nivel social y político. También, el tema de la educación porque cada vez hay menos oportunidades y si hay algo de lo que estoy clara es que las personas que están abandonando los estudios en este momento, posiblemente no los retomen nunca por una cuestión básica de subsistencia.
Si el objetivo de irse a otro país es sobrevivir, no se sale a buscar una universidad a la cual integrarse cuando no se tiene ni para comer, cuando hay que buscar estabilidad, sostener a la familia porque es una realidad tangible. Nicaragua se está sosteniendo con las remesas y la solidaridad de sus familiares. Por lo menos cada familia tiene a alguien que está fuera y le ayuda sobrevivir.
P. De la oposición, ¿qué es lo que más te inquieta?
R. El estado en el que se encuentra, porque hay muchísima dispersión. Seguimos cometiendo exactamente los mismos errores, reciclando modelos que no han servido en cinco años. Con esto no estoy diciendo que los esfuerzos de unidad no sean necesarios, porque sí lo son, pero hay una especie de fetiche con la unidad y al final estamos forzando demasiado dentro de los espacios de oposición una unidad partiendo de lo que no es lo más importante.
No queremos ver nuestras similitudes y necesitamos poner sobre la mesa temas que nos incomodan. Lamentablemente no podemos hacer política desde una cultura diferente, nuestra cultura es eso, hablar los temas incómodos por debajo de la mesa y una cultura del silencio que está controlando profundamente la forma en la cual construimos los espacios políticos.
P. Con ese comportamiento, ¿cuáles podrían ser los resultados?
R. Al final vamos a venir construyendo lo mismo desde cómo somos a nivel cultural. Eso es algo que va a seguir afectando el hecho que para construir consensos en lo bonito y dejar a un lado los problemas no resueltos como parte de la realidad, cuando es extremadamente necesario. Seguimos hablando de las mismas diferencias que se arrastran desde hace 40 años.
Otro factor es que todo mundo quiere ser líder. La forma en la que se sigue haciendo política dentro y fuera de Nicaragua es extremadamente patriarcal y machista, se sigue pensando desde un modelo en el cual tiene que existir un líder salvador, un hombre blanco privilegiado, en donde se deja a un lado todo lo multicultural que somos como país y la riqueza de la pluralidad política.
Hay que bajarse de esa nube, no todo el que está en política es líder, ni muchísimo menos va a salvarnos o resolver los problemas que tiene la oposición. Eso no es algo que descanse en los hombros de una persona, al final es un trabajo colectivo que se tiene que hacer con las responsabilidades que amerita y tomarlo en serio.
P. ¿Cómo hacerle frente al plan de ideologización que pretende la dictadura en el sistema educativo?
R. Ellos lo dejaron bien claro desde sus voceros. William Grigsby dijo que las universidades y las iglesias son los mejores centros de adoctrinamiento. La verdad es que siempre lo han tenido claro porque desde 1990 tenían control de las universidades públicas y ese control nunca lo soltaron. Esa fue una concesión que hasta el momento nos ha costado, y nos va a costar muchísimo.
Parte de eso es el control que están ejerciendo y a nivel económico es muy viable para ellos, porque en las universidades aunque se supone que son públicas, los estudiantes siguen pagando y todo eso es dinero que le entra a la dictadura. Parte de la preocupación es el estado emocional de los estudiantes; no se sienten cómodos, ni seguros, yo estuve en esa posición, yo intenté que no me arrebataran mis estudios y me ha costado mi salud mental y física, muchos ya pasamos por eso, y muchos no pudieron retomar sus estudios.
P. ¿Cuál es el desafío de la juventud que se encuentra dentro del país?
R. La juventud en Nicaragua trata de encontrar oportunidades, pero no las hay. Tampoco es fácil encontrarla en otros países, porque lo primero que hay que hacer es subsistir. Los impactos se van a ver a largo plazo, cuando en Nicaragua se necesite un nivel de profesionalización en diferentes áreas con las que probablemente no vamos a contar porque las personas que estaban formándose para hacer frente a estas diferentes responsabilidades tuvieron que dejar sus estudios a media.
Se han tenido que ir del país estudiantes brillantes y con esfuerzos, ya no lograron justamente por las políticas que ha implementado la dictadura de convertir en centros de adoctrinamiento político, cualquier espacio educativo desde la primaria. Vemos cómo los libros están colmados de propaganda y en el caso de las universidades el nivel es mucho mayor. Hacen proselitismo en las aulas de clase y los obligan a participar de las actividades.
P. ¿Cómo enfrentar o darle vuelta a esa realidad?
R. Hay que hacer medidas de mitigación y en ese sentido lo que seguimos haciendo como sociedad civil es tratar de generar oportunidades para que los estudiantes puedan continuar sus estudios y terminarlos de alguna forma. Cuando sucedieron las expulsiones a nosotros nos dijeron: “vamos a salir pronto de esto, vamos a salir pronto y ustedes van a volver a las aulas". Aquí estoy tratando de sacar mi carrera por tercera vez. Eso era mentira, no salimos pronto y no volvimos a las aulas.
Se tienen que seguir haciendo gestiones en tiempo real, el momento es ahora no hasta que salga la dictadura. No hay que ver esto como una preocupación de largo plazo.
P. En ese sentido, ¿cómo evitar caer en los, o enviar, falsos mensajes de esperanza?
R. No sé si se hace adrede, pero siento que hay un exceso de confianza, en donde existe una posición de que esto se va a resolver rápido. Hay que reconocer que estos procesos son de largo plazo, que nadie sale de una dictadura en dos años, es mejor estar claro de eso y tratar de enfocarse en el largo plazo y cómo vamos a hacerle frente a los problemas del momento, desde cómo nos estamos configurando como oposición para poder hacer frente a los problemas del país.
No solo se trata de sacar a Ortega, sí no en qué estado va a quedar el país a nivel económico, social y político. Vamos a enfrentarnos a un nivel de polarización, porque a Ortega le puede pasar lo que sea, pero los sandinistas van a quedar en el país y no le vamos a decir que se vayan, que se mueran o meterlos presos. Hay gente que cree en Ortega y no ha cometido delito, que tiene todo el derecho de creer que es su dios, es su libertad.
Para las personas que han sido víctimas no será fácil ver a las personas que han avalado a los perpetradores de las violaciones a los derechos humanos de las cuáles fueron víctimas.
P. ¿Qué tiene que pasar con el sandinismo?
R. Es que no tiene que pasar nada. Tienen derecho de seguir en Nicaragua. Es complicado porque esos años no se van a borrar de la historia y en ese sentido lo mejor que podemos hacer es llevar procesos de justicia, que le permitan a la gente sentir que de alguna manera se les puede resarcir a todos los que fueron víctimas. Tienen que haber muchos procesos en todas las áreas para reconstruir el tejido social, sanar las heridas colectivas, ir donde tengamos que ir. No es posible repetir los mismos ciclos de violencia y de querer borrar la historia. Miles de familias han sido víctimas y no están dispuestas a que eso haya sido para nada.
P. A raíz de los destierros masivos la oposición ha partido de cero prácticamente.
R. Hay muchísima gente que se consideran opositores, pero en este caso las organizaciones prodemocráticas están construyendo espacios de diálogo para hacer frente a la dictadura. Definitivamente están en un proceso crítico y no me voy a atrever a decir que es por su culpa, sería revictimizante. La realidad es que fueron golpeadas por la dictadura, las personas que fueron encarceladas y torturadas eran claves dentro de las organizaciones. Es algo que definitivamente golpeó y no fue sencillo porque eran condiciones terribles.
La dictadura justamente apostaba a eso, a que las organizaciones no se preocupen por construir procesos, sino por sobrevivir y uno de esos fue la desnacionalización de los dos listados que sacaron, gente que quedó apatrida, que tienen que resolver, que se quedaron sin pensiones. Hay que ver esto con empatía. Las prioridades se han vuelto personales, y dentro de eso admiro a los que siguen intentando construir proceso políticos.
Pero, hay otras cosas que son responsabilidades directas como el no conversar las cosas incómodas, el invalidar a otros y colocarse en el centro como única opción política.
P. ¿Qué te motiva a continuar en la lucha por Nicaragua?
R. El sentido de la justicia, el pensar que mi aporte justamente puede servir para eso. Mi compromiso de poder construir un país mejor. Al final es como una utopía, el pensar que podemos tener algo mejor a lo que hemos tenido todo este tiempo.
P. ¿Qué valores necesitan los grupos democráticos para acercarse a un puerto común?
R. No voy a deslegitimar los esfuerzos de nadie porque los aportes son sumamente válidos, pero hace falta ser más críticos. Hay cosas que no son para mañana, tienen que ser ahora. Un tema en el que insisto es la normalización de la violencia dentro de los espacios políticos, es un error pensar que la violencia política solo la puede ejercer el Estado. Es sorprendente que existan personas con constantes denuncias y siguen en los grupos políticos, porque esas denuncias terminan no importandole a nadie; denuncias en contra de actores políticos y no es posible que nos sigamos lavándonos las manos diciendo que las denuncias son algo personal y que nada que ver.
Lo personal es político y no puedo confiar políticamente en una persona que actúa de manera violenta en los espacios, utilizándolos para ejercer poder y son cuestiones que se tienen que nombrar porque son una realidad. Lo que no se nombra no existe.
P. Sobre los grupos emergentes o grupos con agendas juveniles. ¿Promueven estos un comportamiento diferente?
R. Yo no diría que las organizaciones porque eso sería quitarle la responsabilidad a los individuos; éstos lamentablemente nos han dejado bien claro que no están construyendo nada nuevo, porque ser joven no es nacer con un nuevo chip que diga “cultura política renovada”. No, no funciona así.
Decir cada dos por tres que los jóvenes somos el cambio eso no me hace ser una persona diferente, ni me convierte en alguien que va a salvar el país. Las juventudes somos muy importantes, ejercemos un rol fundamental y hay que reconocer ese rol, apropiarse y posicionarlo. La transición no es algo que dependa únicamente de nosotros los jóvenes y tampoco estamos exento de seguir repitiendo patrones.
Hay muchos jóvenes que están intentando hacer las cosas diferentes, que no están viendo los cambios solamente desde afuera. Los cambios políticos no solamente se dan en la mesa, sino desde tu actitud de vida y a nivel personal; en tanto no se trabaje en eso no se le va a dar algo diferente a la sociedad. Es un reto grande y a veces se vuelve notorio que a las juventudes nos hace falta lograr esto, tampoco esta bien criminalizar a los jóvenes cuando cometen errores.
P. ¿Cómo se puede cimentar la democracia desde los espacios que se han desafiado a continuar la lucha?
R. Es algo que tiene que venir desde lo personal para poder entregarle algo medianamente decente a los espacios y organizaciones. No vamos a llevar a cabo procesos democráticos con personas que no están acostumbradas a hacerlo. Lo hemos visto públicamente y han dejado saber que no todas las organizaciones están llevando a cabo procesos democráticos a lo interno. Si no se respetan los procesos internos, mucho menos la institucionalidad de un país.
Este es un ejemplo en chiquito de cómo podría funcionar el país. Hay que empezar a construir al menos un poco de coherencia, para que el discurso y la narrativa realmente coincidan con las acciones.
P. En este contexto entonces, ¿las ideologías deben importar? ¿Jugar un papel?
R. Sí son importantes, con todo y sus grises. No es lo que está en el centro, pero es importante porque justamente es una de las razones por las cuales hay conversaciones que no se dan. Permite que existan debates alrededor del tema en especial cuando en Nicaragua estamos mal también en eso. No hay educación en el tema, incluso en los espacios hay personas que asumen posturas, pero no tiene claro cuál es su ideología. Hay que conversarlo en familia, con los padres, para saber cómo son ideológicamente, para poder establecer conversaciones o negociaciones a través de las posturas.
Hay personas que creen que esto hay que hablarlo solo cuando se vaya Ortega, pero para que se vaya Ortega y podamos lograr una transición hay que ponernos de acuerdo y para lograr ponernos de acuerdo tenemos que saber identificar y reconocer las posturas. Tenemos que tener claro qué queremos a nivel político y a nivel personal.
P. ¿Dónde te ubicas ideológicamente?
R. Yo me identifico como progresista y eso me hace saber lo que quiero y lo que no quiero. Tengo claro que estoy de acuerdo con el aborto y es un tema con el cual hay personas que no lo ven importante o necesario, pero debemos partir de lo que queremos, sino vamos a estar construyendo un país fantasma, sin demandas y necesidades reales.
P. ¿Será necesario la creación de nuevos partidos políticos?
R. Definitivamente necesitamos la creación de nuevos partidos políticos, porque los que existen están configurados para ser excluyentes. Los partidos que aún existen son de liderazgos reciclados, que vienen del Partido Liberal o del Partido Conservador y son exactamente los mismos que han estado en los últimos 40 años.
Para construir una Nicaragua diferente todos ejercemos un rol importante y no necesitamos pertenecer a una organización. Los aportes individuales, lo que puede hacer cada persona desde donde esté es clave y debemos reconocernos como sujetos de derechos, solo pensar en eso es un gran aporte al país.
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