Desde tiempos inmemorables ha existido discriminación y rechazo de todos aquellos cuerpos que no se someten a las normas de género impuestas por el heterosexismo. Todos los cuerpos tienen experiencias distintas, que en cierto momento transgreden las normas para auto reconocerse y asumir valientemente su orientación sexual o de género; aun en contra de las profundas construcciones sociales, y/o de género que han tenido a lo largo de sus vidas.

La prisión que representa la represión del deseo, la identidad, y la orientación son expresiones de la desigual relación de poder, en donde todo lo que representa lo “masculino” es denominado como superior; ante esto “los cuerpos “normalizados” cuentan con el aval de las instituciones sociales para sancionar y reprimir a “otros” cuerpos, vistos como un peligro para la vigencia de la heteronorma”. (Blandón Gadea, Arévalo Contreras, y González Salvatierra, 2015a. P.11)
En base a lo anterior, el presente ensayo pretende discutir dos líneas argumentativas entorno a la homosexualidad, como es: 1. Las respectivas normas sociales que pretenden configurar comportamientos e identidades, y 2. La interiorización de códigos de conducta de acuerdo al género y la sexualidad.
Se realizará un ligero abordaje sobre algunos aspectos históricos para entender el surgimiento de normas en nuestra sociedad, así como testimonios para observar la materialización en la actualidad dichas normas, en un intento de configurar el comportamiento y las identidades en cuerpo que no asumen la heteronorma, condenándoles al permanente castigo en forma de discriminación.
Para continuar el análisis, se hace referencia a las distintas experiencias en las que el interiorizar ciertos preceptos que condicionan a los cuerpos en ámbitos como sexualidad, socialización y aceptación con las demás personas, en una permanente búsqueda de libertad plena.
1. NORMAS QUE CONFIGURAN
La historia nos explica el origen
Para entender la primer línea, es relevante resaltar la construcción histórica de la sociedad nicaragüense, que en la obra “El Güengüense”, nos facilita algunas pistas para comprender las complejidades de asumir la homosexualidad; en diversos diálogos, actos y/o contextos de dicha obra se identifican aspectos que nos hablan de “prácticas sexuales anómalas” por parte de personajes claves, tanto mestizos, criollos y representantes de la corona española.
A propósito de la boda entre Don Forsico y Doña Suche Malinche, se desarrolla un dialogo, entre el Güengüense (padre), Don Forsico (hijo) y la ligera intervención de Don Ambrosio (Hijastro), que según Blandón, Erick (2003a) queda expuesta al escarnio público la sexualidad anómala del Güengüense; lo que le produce horror porque perturba la identidad, el sistema y el orden heterosexual; y ya sabemos que todas las prácticas sexuales no reproductivas de los amerindios devinieron en “vicio” desde el día que fueron conocidas por los europeos.
Así mismo, encontramos en Blandón, Erick (2003b) que las prácticas sexuales de don Forsico son de satisfacción bisexual, sin reconocer su homosexualidad, convirtiéndose en una tendencia en la cultura sexual del “hombre” nicaragüense. Surgiendo la figura doble moralista, aún predominante en nuestra sociedad.
Cuando el mestizo ya se perfila escindido culturalmente del indio y hace suyo los códigos occidentales de la sexualidad. Su práctica sexual va hacer una en privado, y su discurso y su actuación pública otros, que son al fin y al cabo los lugares donde se va a negociar el género en la vida social. (Blandón, Erick, 2003c, P. 179)
Rechazo y discriminación que causan marcas
Eliezer, a como llamaremos a nuestro entrevistado, que se asume y reconoce como un hombre homosexual con prácticas de travestismo; inicio recibiendo rechazo en su casa por parte de su padre, hermana y abuelo. Su padre por su parte evitaba su presencia, sin embargo su hermana decía no querer tener un hermano “cochón”; y el abuelo de tendencia evangélica, condiciono su aceptación si se dedicaba al trabajo sexual y le diera el dinero.
Castigar a los cuerpos disidentes, puede tener diversas dimensiones, incluyendo la sexualidad, donde se hace más simbólica la violencia y discriminación, a como nos hace saber Eliezer: “Le hice saber a mi madre, que no le dije sobre mi homosexualidad por el miedo a la amenaza de su padre que de confirmar mi preferencia sexual, sería el primero en cogerme.”
Lo mismo nos dice de su experiencia con otros hombres con los asistía a la escuela, que han sido marcados para reforzar los mandatos de género, y de igual forma reprimir lo desviado, “En la escuela me insultaba mucho, principalmente me decían “cochón”; algunos estudiantes de 16 años aproximadamente hasta intentaron abusarme sexualmente con un palo de escoba.”
Lo anterior hace evidente que las transgresiones al género son condenadas de forma casi inmediata y severa al mismo momento de hacer “público” las rupturas al dualismo. Ante esto, nos dice Blandón Gadea, et al (2015b) que las sociedades construyen discursos y/o mecanismos para hacer legitimo el dualismo en los géneros, así como mantener la vigilancia de las rupturas que fuesen riesgosas.
Del testimonio, podemos rescatar lo determinante que es la construcción de lo que entendemos e interpretamos como “macho-hombre-masculino”, porque define que el que penetra goza de legitimidad y aceptación (el padre y estudiantes); y lo que es penetrado es relegado a la humillación e inferioridad (Eliezer).
No tiene cabida, dudar de la sexualidad, y el género del penetrante, y eso está condicionado hasta en los conceptos de hombres homosexuales, que siempre en palabras de Eliezer: “Ser masculino, es vivir la masculinidad1, pero sobre todo su sexualidad de modo normal, a como se ha establecido, y no acceden a otras experiencias.”
La homosexualidad, al romper con lo “normalmente” establecido, que está compuesta por los comportamientos, y hasta por los deseos que deben tener los cuerpos según el sexo con que nacieron, y el género que socialmente se les asigno; sin detenerse en la reflexión de sus gustos, atracciones y relaciones afectivas; representa una trampa que difícilmente puede ser superada por los individuos que transitan entre la inestabilidad, el miedo y la duda.
Hemos detectado, a lo largo de este apartado, que el casi omnipresente heterosexismo, intenta mantener alineado los comportamientos, gestos, gustos sexuales mediante distintas normas, que van desde asegurar la sexualidad para la reproducción, comportamiento violento y sin sensibilidad de parte de los hombres, sin que exista otra opción de construir otro tipo de masculinidades sin patriarcado.
Si bien es cierto, muchas de estas normas han sido normalizadas y aceptadas por una sociedad patriarcal, siendo casi indetectable; pero descubrirlas nos da nuevas luces para entenderlas y contrarrestarlas, con el fin de aportar a nuevas construcciones de identidad.
2. INTERIORIZAR PRECEPTOS QUE INTENTAN DEFINIRNOS
En nuestra segunda línea, se hace necesario conocer las construcciones de los hombres homosexuales, para entender su miedo y resistencia en asumirse; además de la interiorización de especificas normas, que son reproducidas y reforzadas en la familia y comunidad, siendo los principales núcleos donde se busca el reconocimiento a las identidades; que terminan por volver aún más complejo el asumir la homosexualidad, por la constante discriminación, rechazo….pero a veces de complicidad.
Contextualizando la experiencia.
Para dar continuidad al relato de Eliezer, se hace de suma importancia describir el contexto y las condiciones en las que vive su homosexualidad, estando de modo permanente al escrutinio público, por ser evidentemente “afeminado”.
El municipio de Nagarote, ubicado en el departamento de León, en el occidente del país, es evidente la amplia presencia de la comunidad de la diversidad sexual, y “permisividad” por parte de los habitantes a la convivencia, denotando cierta aceptación. Pero al igual que otras zonas del país, el municipio no está excepto de fundamentalismos religiosos, discriminación y tabúes, que terminan por condicionar a hombres homosexuales en su propio proceso de auto aceptación, interiorizando cada una de dichas normas sociales, viviendo en el silencio de la culpa y negación, hasta el impulso los hace transgredir.
Previo a la redacción del presente trabajo, se realizó breves intercambios y consultas con otros hombres homosexuales, para conocer su experiencia, relacionada a las normas que les condicionaron su aceptación; siendo “el pecado” como la principal norma. El recibir una condena divina, que posteriormente es reforzada por la sociedad y hasta de la familia, mantiene en el anonimato a muchos cuerpos que sufren al no reconocerse con lo que el género establece. “A veces lo silencios no son para callar, son para guardar” (Rocha, David, 2018)
Causa tanta incertidumbre el pecado de la homosexualidad, condenado hasta en la biblia, que muchos hombres deciden refugiarse en la iglesia para “guardar las apariencias”, buscar el perdón, reprimir el deseo, levantando el dedo acusador con hombres y mujeres que transgreden abiertamente. Lo anterior, nos pone en contexto que la doble moral es imperante en un municipio con amplia presencia de la diversidad sexual, sobre todo de mujeres trans, y homosexuales.
“La doble moral desde los religioso es notable, desde donde se acusa y señala; aunque después nos terminamos enterando de prácticas que ellos mismos condenan. La diversidad sexual va en aumento, esto no se detiene; por lo tanto se debe de tener la apertura de aceptarles” (Nicoya, Milton, 2018)
Lo que va a decir la familia y el barrio, también es determinante, debido a que si no se cuenta con la aceptación/aprobación del principal grupo de socialización como lo es la familia, el sentimiento de la culpa seguirá invadiendo la vida de muchos individuos. Son muy pocos los casos que sus familias normalmente les aceptan y apoyan para su desarrollo pleno.
Ante esto, Eliezer nos dice: “Por ser el primogénito, no me aceptaban amistades mujeres; mi padre me decía que me iba a volver cochón, y si me hacía cochón me iba a turquear”. Este relato, nos refleja el miedo que existe en dos vías; del homosexual que tiene miedo a las consecuencias de asumirse, y de la familia por tener un integrante que no cumpla con lo normal y naturalmente establecido.
El impulso nos hace transgredir
En el ámbito de la sexualidad, la represión puede llegar a hacer más compleja, existe mucha culpa, represión del deseo, y hasta relaciones eróticas donde solo el hombre penetrante recibe placer, y el penetrado queda relegado únicamente a satisfacer a otros.
Pero esa misma mezcla de deseo y culpa, en última instancia se convierten en fuertes impulsos que terminan por lograr transgresiones que finalmente optan por aceptar lo que verdaderamente somos y sentimos, en esta línea, Eliezer nos cuenta: “Cuando era estudiante, iba a los urinarios a ver los genitales de otros compañeros, eso me hizo ir cambiando mi forma de hablar y mis gestos; entre las edades de 8 o 9 años reconocí que me gustaban los hombres”.
Homosexuales, existimos y con derechos
Otro de nuestros entrevistados, Milton Nicoya, propietario del bar – restaurante “Nicoya´s Bar”, que a pesar de no ser abiertamente denominado “de ambiente”, es un lugar donde las parejas del mismo sexo asisten para expresar muestras de afecto, sin correr el riesgo al rechazo, la discriminación, homofobia y criticas; nos cuenta: “ Todos los clientes saben que mí negocio es un lugar donde existe confianza y se respeta a la diversidad, yo a través del negocio rompí con muchos estereotipos al realizar la elección anual de miss gay; al principio pensé mucho en las críticas y en el impacto negativo en la gente, pero hubo tanta aceptación que sirvió para que muchos homosexuales se aceptaran”.
Aun reconociéndose como homosexual, existe la pertinencia que se tienen derechos, que deben ser protegidos, y que los grupos organizados defensores de derechos deben encabezar, en esto Milton nos dice: “Nadie se ha tomado los huevos para enfrentar a la población; así mismo los activistas de la diversidad están paralizados, no retoman la visión y misión de las causas que abanderan”.
En esta misma línea, Eliezer nos hace saber: “Me considero con derechos, por ser un ciudadano que debe seguir siendo protegido por la leyes. En Nagarote quieren tapar el sol con un dedo; es necesario aceptar la comunidad a pesar que es bien visible esa población”.
Es posible ser nuevas personas
Por su parte, Eliezer dice haber desconstruido los mandatos de género, el ser hombre que desde niño le decían que hacer y cómo comportarse fue complicado; el aceptar su orientación sexual, lo convirtió en una nueva persona. “Me he reconstruido, ahora soy un gay feliz, que no pone importancia a los comentarios, discriminación y rechazo”.
“Yo le digo a la diversidad sexual, que sean lo que quieran, se den a querer y sin tener miedo a asumirse; quien te va a querer se va a quedar, la felicidad comienza con ser feliz uno propio” (Milton Nicoya). El buscar nuevos rumbos a sus vidas, forma parte de estrategias que les permita desenvolverse según sus gustos e identidades, que como punto final les lleve a conseguir la felicidad, que no esté marcada por el peso moral y la culpa, y simplemente se les pueda aceptar.
La aceptación es percibida como clave y casi indispensable para emprender nuevas vidas basadas en el respeto. “Aceptarnos, y que nos dejen ser lo que somos, y no se metan en nuestras vidas. Aspiro a que la gente va a dejarnos ser feliz”. (Eliezer).
Podemos concluir, que las complejidades de asumir la homosexualidad está condicionada en una doble vía; por un lado las normas sociales que terminan por configurar el comportamiento de los cuerpos, sin importar sus propios deseos e identidad; dichas normas que son replicadas y normalizadas por una sociedad que vigila y castiga todo intento de abandonar esas normas, en todo espacio y en todo tiempo.
En esa misma línea, las mismas normas que la sociedad dicta, son interiorizadas por los hombres homosexuales, aprisionando en el silencio de la culpa y la duda. Esta interiorización, son el segundo mayor obstáculo para asumir las verdaderas realidades, donde chocan con la familia y la sociedad en la que nos desenvolvemos; pudiendo ser los principales aliados, o bien los peores verdugos.
A pesar de los altos niveles de rechazo, fundamentalismos religiosos, y presión social, existe complicidad, más no reconocimiento social de una población que tiene derechos y necesidades específicas; Eliezer comenta: “Hay permisividad, porque la comunidad es amplia, pero no hay reconocimiento social”. Esta misma línea Rocha, (2018) afirma que en los estatus marginales hay complicidad con la homosexualidad.
La valentía de asumir las preferencias sexuales, a pesar de las complejidades que eso implica, puede llegar hacer traumática de alguna forma, por eso Gadea Blandón et al (2015c) nos dice que muchas veces influye lo que hemos interiorizado de la heterosexualidad; surgiendo una necesidad personal de definirse y ser aceptados fuera de la norma.
“En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación”. Simone de Beauvoir, citada en Blandón Gadea et al (2015d).
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