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Nicaragua quedará a la sombra de la política exterior de Donald Trump en su regreso a la Casa Blanca

En este contexto, los líderes del exilio nicaragüense continúan luchando por el reconocimiento internacional de la resistencia contra el sandinista Daniel Ortega, esperando que las presiones internas y externas converjan en un cambio significativo en el futuro cercano, pero sin una visión precisa, fuerte y unificada, que ofrezca algo a Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) por su involucramiento.


Por Jairo Videa | @JairoVidea

Managua, Nicaragua
Donald Trump en noviembre de 2024 | Fotografía de Getty Images

En un contexto de expectativas sin razonamientos diversos y desafíos crecientes para Nicaragua y Centroamérica, algunos miembros de la comunidad opositora en el exilio, como Félix Maradiaga y Jaime Arellano, han expresado esperanzas sobre la política exterior de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) bajo la administración del presidente electo Donald Trump. Ambos, desnacionalizados y enviados a EE.UU. en 2023, por ejemplo, creen que la Casa Blanca podría aumentar la presión sobre el régimen sandinista de Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo, una administración que, con sus alianzas con Rusia, Afganistán, China e Irán, plantea una amenaza en aumento para la región. No obstante, el enfoque político de Trump, centrado en prioridades internas y temas de seguridad nacional, desde una visión proteccionista y cada vez más conservadora, pone en duda la posibilidad de que América Latina ocupe un lugar destacado en su agenda.


Maradiaga, exprecandidato a la Presidencia del país centroamericano, señaló en una entrevista con el confiscado canal 100 % Noticias que espera que Trump mantenga el "apoyo a la democracia" en Nicaragua, dada, según él, la histórica preocupación republicana hacia el sandinismo. La organización que ahora dirige el politólogo nicaragüense ha señalado que mantiene "relaciones con actores políticos estadounidenses", especialmente senadores republicanos, y han solicitado revisar el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países, argumentando que el régimen de Ortega, que viola derechos fundamentales y humanos, no debería beneficiarse de un acuerdo de este tipo con Estados Unidos de Norteamérica. Maradiaga criticó, además, la postura del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que han minimizado los crímenes de lesa humanidad en Nicaragua -denunciados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH)-, sugiriendo que estas entidades deben reevaluar su apoyo financiero al régimen.


Por su parte, Jaime Arellano, también exiliado político y crítico de la dictadura orteguista, se mostró optimista respecto a la postura de Trump frente a Ortega, considerando la relación del presidente estadounidense con aliados estratégicos como Israel y su firme posición contra grupos como Hezbolá y Hamás, teniendo en cuenta que Ortega rompió relaciones con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en octubre de este año. Arellano destacó que Ortega ha cometido errores diplomáticos graves, como la dedicación de una plaza a Hamás en Managua tras los ataques del 07 de octubre de 2023, lo que podría alinear aún más a Estados Unidos e Israel en su rechazo al régimen nicaragüense y, posiblemente, provocar otras sanciones económicas o hasta un bloqueo parcial o completo.


La realidad, sin embargo, se presenta más compleja. Analistas de política internacional, como Jaime Ordóñez, doctor en Derecho Internacional de la Universidad de Costa Rica (UCR), consideran que el enfoque aislacionista y proteccionista de Trump podría desplazar a América Latina de sus prioridades. Durante su primer mandato, el exmandatario mostró una política externa enfocada en asuntos que afectaban directamente a EE.UU., especialmente la inmigración y la seguridad fronteriza. Con su promesa de deportaciones masivas y un muro fronterizo fortalecido, y otros poderes estatales blindados, los analistas advierten que Trump podría centrarse en frenar la migración irregular desde Centroamérica, lo que, irónicamente, incluye a nicaragüenses que huyen del régimen de Ortega.


Ordoñez anticipó en Esta Semana y Confidencial que este endurecimiento de políticas migratorias se aplicará de manera estricta, probablemente a costa de violaciones a los derechos humanos, con deportaciones masivas y detenciones de migrantes indocumentados, lo que podría agravar las ya tensas relaciones entre Estados Unidos de Norteamérica y sus vecinos del sur. Los expertos también coinciden en que Trump buscará una relación más pragmática con países como México, El Salvador, Brasil y Argentina, donde líderes autoritarios podrían encontrar en su retórica de seguridad una puerta para negociaciones específicas que no necesariamente favorecen a las y los exiliados nicaragüenses.


Desde una perspectiva económica, América Latina podría verse afectada por la política exterior proteccionista del "trumpismo", dificultando el acceso a productos del mercado estadounidense. Este posible giro en la relación comercial es otra preocupación para los exiliados nicaragüenses, quienes contemplan la revisión del TLC como una medida de presión sobre Ortega. Sin embargo, para que esto ocurra, la administración de Trump tendría que priorizar la situación de Nicaragua, algo que muchos expertos, periodistas y economistas consideran poco probable dado el enfoque en temas de seguridad nacional y migración.


Manuel Orozco, politólogo nicaragüense y experto en migración y desarrollo, sostiene que América Latina ocupa un lugar bajo en las prioridades de Trump para su segundo mandato no consecutivo, con temas como la relación con Irán, el Golfo Pérsico y Ucrania ocupando los primeros puestos en las relaciones internacionales estadounidense. La inmigración será el principal tema en la agenda de Trump, especialmente debido a la presión que enfrentará en su base electoral y en las comunidades extremistas que ha fermentado para cumplir sus promesas de campaña en este ámbito, porque a sus seguidores lo que menos les importa es un país que no es el suyo.


Daniel Ortega en una imagen de archivo | Fotografía de AFP por Inti Ocon

Ante este panorama, figuras como Maradiaga y Arellano insisten en la necesidad de una oposición unida y fortalecida que continúe trabajando tanto dentro como fuera de Nicaragua. Ambos líderes subrayaron a 100 % Noticias, en medio de reuniones para la creación de otro bloque opositor nicaragüense con las mismas caras en Miami, que el papel de la diáspora nicaragüense es esencial para movilizar recursos y apoyo, pero que la clave radica en los liderazgos internos, que ahora trabajan en la clandestinidad y el anonimato. Arellano señaló que, a diferencia de la diáspora cubana, las y los nicaragüenses no deberían esperar décadas para ver un cambio, destacando que la presión internacional debe complementarse con una estrategia interna eficaz y organizada.


Aunque la administración Ortega-Murillo se encuentra en una situación de aislamiento regional, los movimientos recientes de su administración hacia aliados como Rusia y China reflejan una estrategia de resistencia ante las presiones de Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Europea. A su vez, la oposición ve en este acercamiento a potencias extranjeras una razón adicional para la preocupación en Washington, que podría interpretar estas relaciones como una amenaza a la seguridad hemisférica. A pesar de la incertidumbre sobre el futuro de la política estadounidense hacia América Latina, la comunidad opositora nicaragüense espera que la solidaridad internacional y una postura más firme de Estados Unidos puedan contribuir a la democratización de Nicaragua. En medio de tensiones diplomáticas y crecientes desafíos internos, Nicaragua permanece en el centro de un complejo juego geopolítico gracias a la intervención y presión sandinista, en el cual las decisiones de la administración de Donald Trump podrían tener un impacto decisivo para la región.


La situación con México y Guatemala, más cerca del territorio estadounidense, es totalmente diferente, según una socióloga y una docente de relaciones internacionales consultadas por COYUNTURA, exactamente por la migración y el control fronterizo que Trump ya impulsa, con Thomas Homan como su "zar de la frontera" para supervisar inmigración y deportaciones.


"La proximidad de México y Guatemala a EE.UU. hace que Trump y cualquier otra administración ejerza una presión frontal sobre estos países y sus líderes en términos de migración y control fronterizo. Nicaragua, en cambio, ha explotado su relativa lejanía para actuar de manera más autónoma, con menos injerencia directa estadounidense en sus asuntos internos, aunque es el país centroamericano con el mayor número de funcionarios sobre los que pesan sanciones de Estados Unidos. Sin embargo, si Managua continúa facilitando la migración irregular o fortaleciendo sus lazos con regímenes adversos a Washington, incluso esa distancia podría dejar de ser un factor de protección y atraer la mirada de Trump hacia Ortega como una amenaza a su política de seguridad regional, de forma más directa", explica la socióloga, pero subraya que para eso hace falta más, porque Donald es un hombre y un "político que enfrenta riesgos e intereses reales".


"También dependerá mucho de quien o quienes impulsen el tema de Nicaragua, y cómo lo hagan", comentó la docente universitaria. "Ahora más que nunca es necesario un plan de acción más amplio, con visiones diferentes y estrategias diversas, actores que refresquen la perspectiva nicaragüense y la de otros países sobre Nicaragua, y que respondan a las necesidades ciudadanas y a la falta de institucionalidad democrática, utilizando esos lazos o amistades del momento", agregó. Sin una visión precisa, fuerte y unificada, habrá poco interés sobre la realidad nicaragüense y lo qué podría mejorar al respecto.


Entonces, para que el republicano y su administración directa -más allá de congresistas de su partido- miren a Nicaragua como una amenaza directa o un problema en el cual se deba intervenir, Daniel Ortega necesitaría intensificar su papel como "puente" para regímenes adversos a EE.UU. en la región. Desde su postura, Ortega ya promueve a Nicaragua como la puerta de entrada para aliados de Moscú, Teherán y Pekín a Latinoamérica, un pivote geopolítico que se convierte en un activo migratorio, dejando pasar olas de personas con verdaderas necesidades, quienes cruzan el país centroamericano para llegar a la frontera sur de Estados Unidos de Norteamérica. Por otro lado, la oposición exiliada requeriría de pensar, actuar y hablar más claro, transparente y en pro de otras narrativas e ideas.


 

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