Entre el circo, la viralidad y el oficialismo: los nuevos rostros de la farándula en Nicaragua
- Jairo Videa
- hace 14 horas
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El fenómeno de las figuras de TikTok trasciende lo meramente digital. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), a través de la Red de Jóvenes Comunicadores, marcas privadas y hasta los medios oficialistas, ha visto en su impacto una herramienta para el control de la narrativa pública, pero con un ocio masivo pobre y centralizado desde las pantallas de los celulares.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Managua, Nicaragua

En un país donde el entretenimiento tradicional se ha desvanecido junto con las estrellas de la televisión, los locutores de radio, los actores de teatro y las misses de antaño, una nueva generación de figuras públicas ha emergido desde las redes sociales digitales y los escenarios alternativos, con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) siempre tras el telón. En Nicaragua, la farándula de hoy no está en la señal abierta o en los artistas, ni en las emisoras radiales, sino en plataformas digitales como TikTok, Instagram y YouTube, donde las historias de superación, humor y espectáculo han capturado la atención de cientos de miles de espectadores, y las marcas que florecen en el nuevo mercado del país centroamericano.
Tres nombres destacan en este fenómeno: "la Joela", "la Juan Pablo" y "la Danny". Con estilos distintos, pero con un impacto y personalidad similar, estas personalidades han moldeado nuevas formas de influencia, espectáculo y consumismo local, que trascienden la pantalla y se convierte en parte del imaginario popular, en las paradas de autobuses, en los mercados, en las escuelas y hasta en las agencias de mercadeo y comunicación publicitaria.
El equipo de COYUNTURA cuenta acá una pequeña parte de sus grandes historias, entre la pobreza, el emprendimiento y el entretenimiento, la complicidad —quizás involuntaria— y la confrontación y discriminación por ser miembros de la población LGBTIQ+ nicaragüense. Solamente en los primeros cuatro meses del año 2025, estos tres "influenciadores", que poco o nada hablan sobre el contexto o temas de actualidad, bien pudieron llegar a unas cinco millones de personas, pidiendo "likes", promocionando productos de uso personal, bailando, siendo "meme" y hasta visitando restaurantes y negocios varios.
Son parte de una economía paralela que florece en lo informal, en lo viral, en lo cotidiano. Allí donde el desempleo, la migración forzada y el miedo son pan diario, estos influenciadores han encontrado una rendija para monetizar sus historias, transformando el humor, el maquillaje y el drama en una especie de emprendimiento digital. Su impacto no se mide solo en visualizaciones, sino en ventas, en clientes que llegan, en productos que se agotan, en veladas donde pueden ganar entre 60 y 120 dólares, según las disposición del público.
Pero su fama, aunque luminosa, habita un terreno precario. Están bajo el reflector del algoritmo, pero también bajo la mirada del régimen, que observa, tolera e incluso coquetea con estas figuras mientras no representen una amenaza directa. En un contexto donde la censura y la represión han reducido casi a cero los espacios de expresión, las redes sociales son a veces el último escenario libre. Y aunque ellas no hablen de política, el país las politiza. Porque en Nicaragua, incluso ser viral puede ser un acto de riesgo.
"Joela", también conocido como "la Top 1", es un personaje con una presencia avasalladora en TikTok, donde sus transmisiones en vivo pueden alcanzar hasta los 20,000 espectadores por noche, un número mayor al registro en YouTube del mejor encuentro beisbolero local durante la última temporada (Boer vs. Dantos); también es un artista que divide su vida entre la producción de tortillas durante el día y un espectáculo circense algunas noches. Pero su historia va más allá de la fama efímera: su vida ha sido una lucha constante por la supervivencia, en un país donde alimentarse todos los días, estudiar y tener un empleo digno es un verdadero privilegio.
"Yo fui botado en la Chureca —basurero municipal de Managua—. Mi mamá me botó de seis meses de nacido", ha contado en varias ocasiones, refiriéndose al vertedero más grande de Nicaragua, donde muchos niños han crecido en condiciones de extrema pobreza, lejos del amparo del Estado. Desde ese punto de partida, Joela ha construido su propio espacio en el mundo del entretenimiento y en alguna esquina de Ciudad Sandino, convirtiéndose ya en un personaje de la cultura digital nicaragüense.
Su ascenso a la popularidad alcanzó un hito en octubre de 2024, cuando ganó la llamada "Velada de las Estrellas 2", un evento organizado por el oficialismo en Managua, tras una pelea boxística contra "la Princesa", presentador de farándula del oficialista Viva Nicaragua - Canal 13. Este espectáculo, presentado como un escaparate de talento nacional, ha sido interpretado por analistas como un intento de la administración del sandinista Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo para mantener la distracción constante en medio de un estado policial que ha suprimido la disidencia política, los medios independientes y hasta la libertad religiosa. El país centroamericano apuesta entonces por este tipo de espectáculos para mantener entretenida a la población, con los "más populares" al frente.
En ese sentido, la Top 1 se ha ganado su lugar, desplazando en popularidad a expresentadores como Iván Peña, o a "los Gemelos Arce". Todas las noches Joela habla con el público, cuenta sobre su día, escucha música, discute en directo con personas con quienes habita, habla sobre su mascota y cumple muchos "retos" impuestos por otros tiktokeros tras perder una y otra vez las famosas "batallas". Mueve el culo, toma agua del inodoro, grita "papi, todo esto es tuyo", y es la sensación. Pero detrás de las risas algo más se distingue. Un joven nicaragüense sin educación secundaria que encontró en transmitir y "jugar" detrás de una pantalla un modo de sobrevivencia, mental, económica y social. "Quiere ser una estrella, como casi todos, pero también quiere el pan de cada día, la superación espiritual, incluso escondido detrás de todos las groserías que dice, sin entender en ocasiones más que el contexto básico", explica una psicóloga y socióloga centroamericana que revisó junto a la Redacción de este medio casi 25 horas del contenido generado por Joel Bonilla.
"He querido abandonar las redes sociales y ser el Joel de antes. Pero la gente me dice que no lo haga. O sea, esa gente me da más fuerza y me hacen ser más duro. He llorado por esto. Pero esas lágrimas no están para esas personas", le dijo a Nicaragua Investiga. "Yo a nadie le hago nada, aquí está el mismo Joel de siempre. A veces sí soy mal hablado, hay muchas personas que me han dicho que yo he perdido gente, pero yo les digo que me conozcan primero para ver si eso es cierto. Yo quiero que me conozcan las personas que me tiran malos comentarios", agregó en una conversación con dicha plataforma.
Otro de los personajes que ha marcado la escena de la farándula digital es "la Juan Pablo", cuya vida ha cambiado drásticamente gracias a su impacto en las redes sociales digitales. Antes una figura emergente en la comunidad LGBTIQ+ nicaragüense, hoy es un rostro reconocido en múltiples escenarios y marcas nacionales. Su éxito no solo se traduce en seguidores y viralidad, sino también en bienes tangibles: adquirió una camioneta de alto valor y ha sido parte de diversas campañas publicitarias.
El oficialismo no ha sido ajeno a su influencia y le ha dedicado amplios espacios en su programación. La exposición mediática que ha recibido ha despertado críticas entre sectores opositores, que consideran que la administración Ortega-Murillo aprovecha la popularidad de estos influencers para desviar la atención de la crisis política, humanitaria, económica, de seguridad y social del país centroamericano. Sin embargo, su presencia constante en el imaginario digital y en eventos de corte sandinista, en el Teatro Nacional Rubén Darío o en los estudios del estatal Canal 6, demuestra que ha logrado consolidarse como un referente del entretenimiento en Nicaragua.
Juan Pablo Aguilar tiene casi 30 años de edad, por alguna razón no pudo terminar la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Managua (UDM). "Toda la vida me ha gustado trabajar. Desde los doce años me vine de Mateare, y me ha gustado el trabajo, soy una persona luchadora, como cualquier nicaragüense o persona en el mundo que le ha gustado el dinero. Siempre mi mente ha estado enfocada en lo bueno. En salir adelante, progresar, en estar bien", dijo a Canal 13. También comentó que su nombre en el entretenimiento es ese porque "alguien" le dijo en las redes sociales que era "torcido" y combinaba.
—¿Te gusta eso de "la reina de Nicaragua"?—
—Por supuesto, porque yo, claro, lo que diga mi público. Tuvo aceptación de la gente, entonces ahora soy "la reina de Nicaragua", le duela a quien le duela, porque acá no existe otra reina—
Con casi 80,000 seguidores en Instagram, todavía no supera a antiguas estrellas televisivas como Marina Jacoby, Odalhya Fernández y Xiomara Blandino, pero la Juan Pablo ya "factura" más que ellas juntas en el último año. Anuncios para casas de apuestas, la Ron Plata, agencias de viaje, empresas cosméticas y academias de belleza. Todos parecen querer trabajar con Aguilar. Sus videos ya superan las dos millones de reproducciones, y ya cuenta con un negocio físico, una barbería para hombres en la capital nicaragüense.
El tercer nombre en esta nueva farándula es "la Danny", otra influencer que ha sabido capitalizar su carisma y autenticidad para atraer a una audiencia masiva. Aunque su historia personal y sus orígenes no han sido tan expuestos como los de Joel y Juan, el crecimiento de Daniel Salazar en TikTok, Instagram y Facebook le ha convertido en una de las figuras más seguidas en Nicaragua.
Su contenido, que mezcla humor, experiencias personales y transmisiones en vivo, ha conectado con un público amplio que la sigue con fidelidad. Al igual que los otros dos nombres de esta lista, su éxito refleja el cambio en las dinámicas del entretenimiento en un país donde la televisión ha dejado de ser la principal fuente de consumo mediático.
En ese sentido, la Danny también promociona marcas y aparece en los canales de televisión del FSLN. Tiene un negocio de "antojos" (comida rápida). Y más de 213,000 seguidores en la red social de origen chino. Durante la primera "Velada de las Estrellas" boxeó contra la Joela.
Durante décadas, el entretenimiento en Nicaragua estuvo dominado por presentadores de televisión, reinas de belleza y figuras radiales. Valeria Sánchez, Farah Eslaquit, Irazema Soza, Óscar Pérez, las misses de antaño y algunos músicos y vocalistas de bandas y comparsas fueron los rostros de una farándula tradicional, que hoy parece haber quedado en el pasado. La televisión lucha por mantener su relevancia, mientras que las y los presentadores oficialistas, que intentan retener la atención nacional, enfrentan la competencia de estos nuevos ídolos digitales, a quienes ellos mismos usan como recurso.
A diferencia de otros tiempos, cuando el entretenimiento masivo estaba controlado por grandes medios de comunicación, la era digital ha democratizado un poco la farándula, permitiendo que personas con historias de vida impactantes puedan alcanzar el reconocimiento sin necesidad de pertenecer a una élite televisiva o empresarial.
Además, este fenómeno ha traído consigo un cambio en la representación de la diversidad sexual en los medios nicaragüenses. Si bien la presencia de personas LGBTIQ+ en la televisión y la comedia era antes un privilegio limitado a ciertos espacios, ahora son las redes sociales y el oficialismo mismo quienes han abierto la puerta a una mayor visibilidad y aceptación, aunque con los matices de un país donde la discriminación sigue siendo una realidad, y cuando la represión gubernamental no cesa.
La nueva farándula nicaragüense no es solo un fenómeno de entretenimiento; también es un reflejo del país en su estado actual. En un contexto de represión política, con un exilio masivo de periodistas, opositores y figuras públicas, estos influenciadores han llenado el vacío que dejaron los medios tradicionales y las caras de siempre. El éxito de la Joela, la Juan Pablo y la Danny muestra que, incluso en medio de la censura y el control estatal, los nicaragüenses siguen encontrando formas de expresión y entretenimiento puro, en altas horas de la noche, principalmente. Pero también plantea interrogantes sobre el papel que juegan en una sociedad donde el espectáculo se ha convertido en un mecanismo de evasión.
Mientras algunos los ven como símbolos de resistencia y superación, otros los consideran piezas de un engranaje diseñado para distraer. Lo cierto es que, en la Nicaragua de hoy, el entretenimiento ha cambiado de rostro y los nuevos protagonistas no están en los sets de televisión ni en los escenarios convencionales, sino en la pantalla de un teléfono, transmitiendo en vivo para una audiencia que, entre risas y admiración, sigue buscando una vía de escape, y ocio sano.
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