Ganó "Papi" Asfura la Presidencia de Honduras, el país de dos. Les dijeron "no volverán". Y volvieron
- Jairo Videa

- 4 days ago
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Incluso con el expresidente hondureño Juan Orlando Hernández liberado en Estados Unidos por decisión de Donald Trump, tras haber sido condenado por narcotráfico y cumplir apenas un año de prisión, Honduras se encamina a una imagen ya conocida. La fotografía política de 2026 será inquietantemente similar a la de hace casi cuatro años: Xiomara Castro ahora reconociendo el resultado electoral y entregando el Poder Ejecutivo a Nasry Asfura, el dirigente de camisa sencilla y verbo campechano que llega al mando con un historial controvertido, pero también con un voto de confianza popular. Honduras se convierte así en el primer país de Centroamérica en rotar el poder entre dos proyectos políticos casi idénticos, una alternancia sin ruptura que reabre viejas preguntas sobre el rumbo de la gestión pública, el narcotráfico y los límites reales del cambio.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Tegucigalpa, Honduras

En una tarde navideña que bien podría haber sido extraída de un guion de realismo mágico centroamericano, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Honduras declaró finalmente ganador de las elecciones presidenciales del domingo 30 de noviembre de 2025 a Nasry "Tito" Asfura, el candidato del conservador Partido Nacional (PNH). Con el 99,2 % de las actas escrutadas tras semanas de recuentos manuales y acusaciones de irregularidades, Asfura se impuso por un margen estrecho: 40,54 % de los votos frente al 39,19 % de su principal rival, el centrista Salvador Nasralla, y el 19,29 % de Rixi Moncada, la candidata del oficialista Libertad y Refundación. "No volverán", les habían dicho a los nacionalistas en 2021, cuando Xiomara Castro barrió con el legado de Juan Orlando Hernández. Y volvieron, en un giro que reaviva debates sobre la alternancia sin transformación real en un país marcado por la pobreza, la migración y el fantasma del narcotráfico.
El proceso electoral, que se extendió como un drama interminable bajo el sol hondureño, comenzó con las urnas cerradas el último domingo de noviembre. Inicialmente, los resultados preliminares daban a Asfura una ventaja cómoda, pero las denuncias de fraude por parte de LIBRE y Nasralla —quien incluso amenazó con no reconocer el resultado— obligaron al CNE a ordenar un recuento manual en miles de mesas electorales con "inconsistencias". Durante semanas, Tegucigalpa se convirtió en un hervidero de protestas: simpatizantes de Nasralla bloqueando calles, observadores internacionales de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE) pidiendo transparencia, y el propio Asfura manteniendo un perfil bajo, confiado en su base rural y urbana. "El pueblo ha hablado", dijo Asfura en una rueda de prensa el lunes 01 de diciembre, cuando las proyecciones ya lo daban como líder. Pero el recuento, que incluyó revisiones en estaciones de votación clave en San Pedro Sula y la capital, confirmó su victoria por apenas unos cientos de votos en algunos distritos, un margen que evoca las tensiones de elecciones pasadas en la región.
¿Cómo ganó Asfura? Su campaña, bajo el lema "Papi a la orden" —un apodo que evoca su imagen de hombre campechano, de camisa sencilla y verbo accesible—, se centró en promesas de seguridad, empleo y combate a la corrupción, apelando a un electorado hastiado de los incumplimientos de Castro. El Partido Nacional, que gobernó de 2010 a 2022 bajo Hernández, capitalizó el descontento con la economía: inflación galopante, desempleo juvenil y la percepción de que Libertad y Refundación no había cumplido con su agenda socialista. Asfura, exalcalde de Tegucigalpa con un historial mixto —acusado de malversación en 2021, aunque absuelto—, movilizó a votantes conservadores en el interior del país centroamericano, donde las encuestas preelectorales ya lo daban como favorito. El colapso de Moncada, quien se esperaba como continuadora de Castro, se atribuye a la fragmentación de la izquierda y al rechazo a políticas como el acercamiento a Venezuela y Nicaragua. En redes sociales, como X, TikTok y Facebook, circularon mensajes oficialistas celebrando el triunfo nacionalista como un "rechazo al comunismo", con ecos de la retórica trumpista.
Pero si algo define esta victoria es la pregunta sobre la democracia de Asfura. ¿Es un demócrata? Su trayectoria sugiere que sí, al menos en los rituales electorales. En 2021, tras perder ante Castro, fue el primero en reconocer su derrota personalmente, en una reunión que dejó un abrazo entre ambos y que evitó el caos postelectoral. "Felicito a la presidenta electa", dijo entonces, bajo la misma sombrilla de respeto institucional que hoy invoca para exigir que Castro haga lo propio. Analistas como el politólogo hondureño Eugenio Sosa destacan que Asfura representa una "derecha pragmática", alejada del autoritarismo de Hernández, aunque con sombras: investigaciones periodísticas lo vinculan a contratos opacos durante su alcaldía. Sin embargo, su concesión en 2021 y su llamado a la unidad ahora lo pintan como un puente en un país polarizado, donde la alternancia —de LIBRE al Nacional— ocurre sin ruptura violenta, pero con preguntas abiertas sobre el narcotráfico y la gobernabilidad.
Y aquí entra el elefante en la habitación: el lobby en Washington. Asfura ganó con votos hondureños pero triunfó por el respaldo derechista; su campaña recibió un impulso directo de la Casa Blanca. Donald Trump, quien asumió su segundo mandato no consecutivo en enero, endosó públicamente a Asfura en al menos dos ocasiones, llamándolo un aliado contra los "narcocomunistas". Trump indultó a Juan Orlando Hernández, el expresidente nacionalista condenado en Nueva York a 45 años por narcotráfico —había facilitado el envío de al menos 400 toneladas de cocaína a Estados Unidos—, liberándolo tras apenas un año en prisión. Fuentes en Washington consultadas por este medio, incluyendo informes del Congreso, describen el perdón como "condicional" y estratégico: ligado a la victoria de Asfura para evitar que Honduras cayera en una "órbita madurista".
Brad Parscale, exjefe de campaña de Trump, asesoró directamente a Asfura, inyectando tácticas digitales y financiamiento indirecto. Críticos, como la oposición hondureña, ven esto como injerencia: Castro alertó recientemente sobre "planes de golpe" orquestados por Hernández desde su libertad, aunque sin pruebas concretas.
Honduras, "el país de dos" —dos partidos dominantes, dos realidades: la élite y los migrantes—, inicia 2026 con Asfura en la Casa Presidencial, asumiendo el martes 27 de enero. Castro, en un gesto de reconocimiento, ha prometido una transición pacífica, pero el aire huele a incertidumbre. ¿Será esta alternancia un paso hacia la estabilidad o un regreso al pasado? En las calles de Tegucigalpa, decoradas con algunas luces navideñas, la gente susurra: "volvieron, pero ¿para qué?". El futuro, como siempre en Centroamérica, pende de un hilo entre Washington y las urnas locales.
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